Estamos enfrentando una difícil situación de salud mundial que viene afectando, en mayor o menor medida, a muchos países. Esto ha generado que algunos gobiernos ordenen, por precaución, que los ciudadanos se queden en casa.

Esta disposición, sin duda, cambiará la vida de millones de personas, al menos por unas semanas. Con esto aparecerán nuevos retos y dificultades, pero también oportunidades para crecer como personas. La clave estará en cómo nos dispondremos para convertir en una oportunidad de aprendizaje todo lo que nos toca vivir.

Indudablemente buscaremos ver televisión, series o películas. Sea para distraernos, entretenernos, aprender o pasar el tiempo. Esto sucederá más aún en aquellas casas en donde hay niños que cuidar y mantener entretenidos.

Este post puede ser de mucha ayuda para poder saber escoger qué les mostramos a los niños y cómo los acompañamos para procesar la información que reciben. Convirtiéndola así en una auténtica oportunidad educativa.

El cine y la educación de los más pequeños

Te compartimos ahora una charla TED de Colin Stokes en Beacon Street, Estados Unidos. El expositor, como padre de un niño y una niña, comparte sus reflexiones en torno a la oferta de películas para poder ver con sus hijos.

Señala que nos encontramos culturalmente sumergidos en una especie de complejo industrial de espectáculos de fantasía infantil en el que advierte que existe un bombardeo de información que casi siempre tiene una significativa carga ideológica.

Esto puede ser crítico y merece la atención y el discernimiento de los padres. Pues los niños son capaces de absorber todo como esponjas e imitar y asimilar modelos y patrones, incluso sin alcanzar a comprenderlos del todo.

Concepto de virilidad

El punto que desarrolla Stokes es el concepto de virilidad que se transmite. Se podría dividir la charla de Stokes en dos partes: su diagnóstico y su propuesta. Empecemos por lo primero. Colin empieza reflexionando sobre los patrones que se repiten en las películas.

Por un lado existe una tendencia visible en relación a empoderar a las niñas para que puedan enfrentar las estructuras del patriarcado mediante personajes valientes como princesas guerreras.

Pero, por otro lado, para los niños se mantienen los estereotipos de tener que luchar solo contra un villano para luego obtener la recompensa, que suele ser una mujer.

No se proporcionan modelos como opción para que los niños también aprendan a emanciparse del patriarcado como vicio cultural. Un modo de constatar lo señalado, según Stokes, es aplicar el «Bechdel Test».

De qué se trata el «Bechdel Test»

Este fue propuesto por Alison Bechdel, un historietista estadounidense que plantea tres preguntas de rigor para aplicar a cualquier película:

¿Hay, al menos, dos mujeres en la película?
¿Hablan entre ellas en algún momento?
¿Hablan de otra cosa que no sea qué chico les gusta?

El problema es que, tanto para niños como para niñas, se sigue presentando el mundo como un lugar de conflicto, pero pocas veces de colaboración.

La niña debe luchar y vencer a todos, pero por otro lado en muchas películas no aparecen mujeres o hablan poco. Reduciéndose a pocas formas femeninas de aventuras vitales o relaciones personales. El niño capta también estos modelos y, pasiva o activamente, sigue siendo reforzado en estructuras patriarcales de fuerza y violencia.

¿Qué podemos hacer entonces?

La propuesta que hace Colin Stokes es de ofrecer a los niños un nuevo concepto de virilidad en donde se comprenda que la cooperación entre personas puede ser heroica. Que el respeto por los demás, especialmente las mujeres, es algo tan viril como derrotar a un villano.

Que las mujeres pueden ser compañeras en quienes confiar y con quienes trabajar juntos. Y que la rebeldía debería ser en contra de los verdaderos villanos, los hombres que quieren abusar de ellas.

No sirve, entonces, «empoderar» a las niñas frente al irremediablemente mundo opresor y machista, si es que, por otro lado, seguimos criando niños esclavos de estructuras patriarcales. Es mejor un trabajo en conjunto, en donde se enseñe a niños y niñas que todas las personas son infinitamente valiosas.

Que todas tienen los mismos derechos y dignidad. Que las diferencias entre los seres humanos sirven para trabajar complementariamente, ayudándonos de manera solidaria unos a otros, como hijos de Dios. Construyendo lo que san Juan Pablo II denominó la civilización del amor.