El mundo hoy despertó sintiendo la pérdida de una de las mentes más brillantes del último tiempo. Su vida estudiando el universo nos ha permitido conocer una parte importante del inicio de nuestra propia existencia, el origen de todo. Creo, sin embargo, que el legado más grande que nos ha dejado ha sido su vida misma.

Stephen Hawking es un claro ejemplo de cómo impactamos en la vida de los demás no solo con nuestros conocimientos, sino con esos actos ordinarios que de pronto en circunstancias extremas nos vuelven extraordinarios. Abiertamente ateo, siempre estuvo con la mirada puesta en el cielo. No pudo escapar a la inmensidad, a lo infinito y perfecto de la grandeza detrás del origen del universo. Con este post no pretendemos santificar a un ateo pero sí ver cómo es que la vida de alguien, la vida misma, más allá de los títulos, puede enseñar tanto.

Aquí algunas reflexiones que sobre él hemos tenido:

1. La enfermedad no es un límite para la realización humana

A Stephen Hawking, en la plenitud de su juventud le diagnosticaron ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica), y le dieron no más de dos años de vida. Dos años de vida que duraron más de 50. Él no tenía posibilidad alguna de ver que esto iba a suceder. El Dr. Hawking nos enseña que todos estamos sentenciados a la muerte, pero que la vida (así dure un suspiro) vale la pena vivirla, no como resignación, sino vivirla haciendo lo que tenemos que hacer. Con dos años de vida, él siguió trabajando e investigando como si le quedara todo el tiempo del mundo, haciendo amigos, amando, ¡hasta se casó, tuvo hijos! La parálisis muchas veces está en nuestras mentes y en nuestra voluntad, no en nuestros cuerpos.

«Sin importar cuán mala la vida pueda parecer, siempre hay algo que tú puedas hacer y en lo que puedas triunfar. Mientras hay vida, hay esperanza» (S.H).

2. El estar inmóvil no te impide que te lances a conocer el universo

Nos enseñó que es necesario mirar más allá de nosotros, de nuestra propia realidad y dejarnos encantar por la grandeza. Él fue capaz de salir de sí mismo y reconocer que el universo iba mucho más allá del ser humano, una eternidad que nos precede. Creo que para poder hacer esto es necesario reconocer primero que somos pequeños. El origen del universo habla de eternidad.

«Recuerden mirar siempre a las estrellas y no abajo a sus pies» (S.H).

3. Puedes ayudar desde donde te encuentres

No tuvo miedo a los agujeros negros de la vida. La ciencia escondida en ellos le dio la sabiduría para reconocer los propios agujeros negros de lo humano y así dar ánimo y luz a los que sufrían el dolor de la enfermedad.

«Si estás en un agujero negro, tranquilo, hay salida» (S.H).

4. Tus creencias no son impedimento para salir en búsqueda de la verdad

©Reuters

Stephen Hawking era abiertamente ateo. Esto no le impidió unirse a otros con creencias distintas, es más, creencias opuestas a las suyas y lanzarse en búsqueda de la verdad. Era miembro de la Pontificia Academia de la Ciencias y fue recibido por los últimos cuatro pontífices. La búsqueda por la verdad es irresistiblemente atractiva al ser humano. Ciencia y fe no tienen por qué contraponerse. Un ateo nos deja esta lección.

«Si importa, simplemente no te das por vencido» (S.H).

5. La capacidad de adaptarte a las circunstancias hace la diferencia

Una vez más vemos como la aceptación de la propia vida, de sus circunstancias y saber adaptarse a ellas hace una gran diferencia. Entender que dentro de las circunstancias en las que nos encontremos, siempre podremos hacer algo. Saber que las cosas cambian y que tenemos necesidad de aceptar y entender esos cambios. Esa es la verdadera inteligencia.

«La inteligencia es la habilidad de adaptarse al cambio» (S.H).

6. El libre albedrío es real

El libre albedrío es un regalo que muchas veces no sabemos ni valorar ni entender. Cuando caemos en determinismos y pensamos que no existe nada que podamos hacer, historias como la de este científico nos demuestran que la acción humana es capaz de cosas extraordinarias. Si bien las situaciones pueden ser inamovibles, siempre podremos tomar una acción, una actitud frente a las cosas que nos lleve a destinos inesperados.

«He notado que incluso las personas que dicen que todo es predestinado, y que nosotros no podemos hacer nada para cambiarlo, miran a ambos lados antes de cruzar la calle» (S.H).