Mentiras, mentiras, mentiras. Qué fácil es decirlas y qué rápido se convierten en una bola gigante que puede terminar por aplastarnos a nosotros mismos. El video que compartimos hoy se llama «El Trap de Pinocho», y cuando empecé a verlo pensé «tiene que ser una broma».

Lo cierto es que está muy bien logrado, al igual que la mayoría de videos que produce «Casi Creativo». Pinocho somos todos en algún punto de nuestra vida. Nos escudamos en las mentiras chiquitas, en las piadosas y en las inocentes. Algunas veces hasta nos convencemos de que no había otro remedio que decirlas.

Qué tan mala puede ser una mentira chiquita

Esto es lo hemos pensado muchas veces, en un intento fallido por convencernos a nosotros mismos de que el desastre que va a desencadenar la mentira que planeamos decir, no va a ser para tanto. Yo también he dicho mentiras y después me he arrepentido, me he dado golpes de pecho y me he dicho a mi misma: «en qué pinche momento se me ocurrió pensar que sería buena idea».

Si conectamos las mentiras con lo que compartimos en redes sociales podríamos hacer un match perfecto (no aplica para todos). Aunque un gran porcentaje está a favor de mostrarse en redes sociales «tal y como es», otros prefieren escudarse en las pequeñas y piadosas mentiritas. ¿Quién se va a dar cuenta que me puse cintura?, ¿quién va a decir que tengo extensiones?, ¿quién va a notar que me quite cinco kilos con photoshop?, ¿quién va a decir que esa sonrisa no es real?

¡Madre Santa! Qué decepcionante es encontrarse con alguien en persona y decir «qué diferente te ves en las fotos». Estoy segura de que conocen personas que se ven perfectas en redes sociales pero en la vida real son solo pinochos. Y es que en redes, las mentiras no solo son buenas amigas para desdibujar o hacer magia con el aspecto físico, sino con las emociones, los estados de ánimo, las posesiones, las oportunidades y los logros.

Mentiras, mentiras, mentiras. ¿De qué sirve tanta mentira? Al final la mentira no se va a convertir en una curita para el corazón. No va a llenar el vacío que llevas dentro o te va a salvar de la tristeza que escondes. Las mentiras solo sirven para una cosa: empeorar todo.

Deja de ser Pinocho por el amor de Dios

La tranquilidad que te da la sinceridad no tiene precio, no la puedes comprar ni con MasterCard. Las mentiras pueden brindarnos momentos breves de alivio, es cierto, pero y qué pasa después. Ese dicho que dicen las mamás de «más rápido cae un mentiroso que un cojo» es totalmente verídico. ¿Recuerdas esa horrible sensación que te recorre el cuerpo entero cuando te pescan en una mentira? ¡Es horrible!

La próxima vez que sientas ganas de mentir, piensa en el daño que puedes causar. Pregúntate a ti mismo ¿echaré todo a perder?, ¿lastimaré a alguien con lo que voy a decir?, ¿arruinaré la vida de otros si la digo?, ¿estaré bien cuando descubran la verdad?

Las mentiras solo nos traen problemas, discusiones, desilusiones, angustia, remordimiento y rabia. Piénsalo dos, tres, cuatro, cinco, seis veces, todas las que quieras, antes de decir una. Y si la dices, ten por seguro, que tarde o temprano llegará el remordimiento y ese si que es difícil de sanar.