sínodo

En distintos medios católicos y no católicos, las declaraciones del papa Francisco en una entrevista con Associated Press – que puedes leer dando clic aquí – han levantado nuevamente la controversia. En esta entrevista se tocaron varios temas importantes, uno de ellos la criminalización de la homosexualidad. Un tema sensible, más aún en el contexto del sínodo alemán.

Mucho se ha dicho en redes sociales. En algunos medios las palabras del Papa Francisco han sido sacadas de contexto. «Ser homosexual no es un delito. No es un delito. Sí, pero es pecado» es la frase de la controversia, que prontamente el mismo papa Francisco salió a aclarar hace apenas un par de días.

Diferenciando delito de pecado

 No es raro que estos términos se nos mezclen. Además, hay pecados que en circunstancias también son delitos. Por ejemplo, «no matar» que, aun siendo delito, tiene sus atenuantes como la defensa propia.

¿Qué dijo el papa sobre el delito y el pecado en una entrevista previa al sínodo 2023? En ella, Papa Francisco afirmaba que la homosexualidad no es delito. Esto quiere decir que una tendencia por sí misma no define los actos de una persona. Veo en esta afirmación la preocupación del Papa por mirar – y enseñar a mirar – primero a la persona y luego a sus actos. Ya en una anterior entrevista el papa había dicho que «ser homosexual no es delito. Es una condición humana».

Un delito implica un quebrantamiento a la ley, de la legislación de una sociedad, de un país. Tiene como consecuencia alguna sanción o pena legal acorde. Una tendencia que se vive en la intimidad de una persona no es un delito.

El pecado, por definición, es una ruptura, un quebrantamiento, un rechazo no solo a la ley de Dios sino a Dios mismo. Es una opción, con conocimiento, libre, voluntaria y con intención.

¿El pecado también es un delito?

En este sentido podríamos decir que un pecado podría ser un delito contra la propia ley de Dios. Pero la ley de Dios no está «hecha» – por decir de alguna manera – solo para sancionar. La Ley de Dios está para acercarnos a Él, a esa bondad infinita que por voluntad propia solemos rechazar, para hacernos mejores personas, más y mejores prójimos el uno del otro.

Es por esto que el grado de responsabilidad dentro del pecado también considera, además de la materia, la libertad y la intención con la que el pecado se comete.

«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». Esta frase encierra un magisterio enorme sobre este tema. La gravedad del pecado dependerá del conocimiento que, con el crecimiento espiritual y con la profundidad de la relación con Dios que vamos cultivando, vayamos adquiriendo de la consecuencia de nuestros actos.

El pecado tiene siempre consecuencias. En primer lugar, en uno mismo. Mientras más consciente y mayor conocimiento tienes del sentido de la ley de Dios, que es una ley para enseñarnos a amar cada vez más y mejor, mayor se hace la gravedad del pecado cometido. He ahí el escándalo de los abusos dentro de la iglesia.

La moral universal de la iglesia

En este contexto previo al sínodo 2023, cuando el papa dice que ser homosexual no es delito, se refiere a que la atracción hacia el mismo sexo por sí misma no constituye – o no debería constituir – un delito punible en la legislación de los países.

Tampoco dentro de la propia Iglesia Católica. Ya desde el Concilio Vaticano II, en numerosos documentos (incluido el CIC), la iglesia distingue las tendencias homosexuales de los actos homosexuales.

Los actos homosexuales, al igual que cualquier otro acto sexual fuera del matrimonio, es considerado un pecado. En este sentido la ley viene a ser la misma para heterosexuales y homosexuales.

La virtud de la castidad es una conquista que se va haciendo a medida que vamos comprendiendo la profundidad de la naturaleza sexuada humana y el sentido de la misma en la creación divina. Es una virtud hermosa, pero no sencilla de conquistar. Así como todo lo hermoso, cuesta.

Me atrevo a decir que tal vez cueste más para aquellas personas que tengan esta tendencia homosexual, por la misma razón que la iglesia llama a acogerlas y apoyarlas con una amistad desinteresada que les permita acercarse cada vez más a Dios (nuevamente, la ley universal).

La castidad no tendría que ser vista como una imposición, sino como una meta hermosa a la cual llegar con la ayuda de Dios primero, pero también del prójimo. El tema aquí es amplio y un artículo tan breve como este nos queda corto.

Lo que sí hay que entender es que antes de juzgar, necesitamos primero acoger. Antes de condenar, necesitamos primero anunciar; antes de rechazar, necesitamos sobre todo amar y en la medida en que amemos a Dios, ese amar al prójimo se va haciendo inevitable.

 

De paso… ¡recemos por los frutos del próximo sínodo!