significado miércoles de ceniza

Nos acercamos nuevamente a la Cuaresma. Como ya sabemos, en este tiempo la Iglesia Universal hace un llamado a la renovación personal a través de la conversión cotidiana. Inicia el Miércoles de Ceniza y durante las misas del día, se dará a los fieles las cenizas -en señal de recogimiento y penitencia- pronunciando, generalmente, la siguiente frase: «Acuérdate de que polvo eres y en polvo te convertirás» (Gén 3, 19), ¿qué significado tiene esto?

En esta oportunidad, quiero compartir con ustedes 3 ideas desarrolladas en torno a esta frase. ¡Podrán darnos un poco más de luz con respecto a su significado e importancia no solo en el Miércoles de Ceniza sino en toda nuestra vida actual!

Estos pensamientos han sido desarrollados principalmente por el Papa emérito Benedicto XVI y el Papa Francisco a lo largo de esta última década. Te los muestro a continuación, y luego déjame saber en los comentarios si estas reflexiones te ayudaron.

Es posible lograr la cercanía de Dios hoy, a través de nuestra condición humana y mortal (Papa emérito Benedicto XVI)

significado del miércoles de ceniza

«Para nosotros, los cristianos, la imposición de la ceniza tiene un ritual significativo y un significado espiritual. El gesto de recibir la ceniza en la cabeza es una invitación a la penitencia, a la humildad, a tener presente la propia condición mortal, pero no para terminar en la desesperación, sino para acoger, justo en esta nuestra mortalidad, la impensable cercanía de Dios».

La pequeña pausa que hacemos en nuestra ajetreada rutina para acoger la ceniza y la frase que la acompaña es ese recordatorio de que nuestra vida «es un soplo» (Sal 144,4). Nos urge a buscar a nuestro Señor con redoblado ardor y nos lleva a la conclusión de que «el hombre es capaz de Dios».

Es decir, es capaz de percibir su amor, de abrir su entendimiento a la certeza de que es Dios quien nos busca y que tenemos la capacidad de responder a Su llamado y a Su amor.

La conciencia de nuestra fragilidad puede darnos perspectiva y llevarnos a la sabiduría

Ya, hace miles de años, el salmista escribía: «Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis días, para que reconozca lo frágil que soy. Los días que me has dado son unos pocos y la duración de mi existencia es nada ante ti. El ser humano es apenas un soplo; el hombre va y viene como una sombra; se inquieta en vano y amontona bienes sin saber quién los recogerá. Y ahora, ¿qué puedo esperar, Señor? ¡Yo solo espero en ti!» (Sal 39(38),5-8).

Lejos de caer en la desesperación, el salmista se sincera y reconoce que el estar consciente de su final le daría sobriedad a su vida. Se da cuenta además que la única respuesta cierta es Dios y Su amor.

«Yo sé bien en quién me he fiado» (2 Tim 1,1), nos dirá San Pablo, miles de años después.

Sabernos mortales y efímeros debe traducirse en actos concretos que nos lleven a la trascendencia y a la eternidad (Papa Francisco)

En su homilía del Miércoles de Ceniza del año 2020, el Papa Francisco expresaba:

«Somos ciudadanos del cielo y el amor a Dios y al prójimo es el pasaporte al cielo, es nuestro pasaporte. Los bienes terrenos que poseemos no nos servirán, son polvo que se desvanece, pero el amor que damos —en la familia, en el trabajo, en la Iglesia, en el mundo— nos salvará, permanecerá para siempre».

Para terminar, comparto una pequeña reflexión del cardenal Felipe Arizmendi:

Si nuestra vida puede terminar en cualquier momento, ¿cómo aprovechar la Cuaresma, para hacer morir cualquier tipo de pecados que tengamos, y así poder llevar una vida nueva con Cristo Resucitado? Cada quien, en oración, meditando la Palabra de Dios y ayunando de lo que nos distraiga, pidamos al Espíritu Santo que nos conceda la conversión que necesitamos, para salir renovados (…)”.

Así sea.