rompe un compromiso

¿Quién no se ha ilusionado en el amor? Podríamos decir que siempre que estamos pensando en nuestro futuro, lo pensamos al lado de alguien más. Nuestro corazón clama desde lo más profundo de sí por un amor vivido en plenitud al lado de otra persona. Hace parte del proceso de ser pareja que el noviazgo tenga la ilusión de llegar al compromiso del matrimonio.

Es un momento que todos anhelamos vivir junto con nuestra pareja. Sin embargo, no son pocos los casos de personas que han atravesado la experiencia de ruptura justamente tiempo después de comprometerse con su pareja.

Cuando se rompe un compromiso, simplemente, la sensación es de una desolación absoluta. Pareciera que nuestra vida se viene abajo. Casi que sentimos que necesitamos volver a reconstruirnos interiormente, pues habíamos proyectado un futuro lleno de ilusión con la otra persona y nuestra confianza en el amor se fragmenta.

¿Cómo asumir la experiencia de una ruptura amorosa cuando ya nos habíamos comprometido?, ¿cómo volver a creer en el amor cuando aquella persona en quien pusimos nuestra esperanza nos defraudó?

Vuelve sobre ti mismo

rompe un compromisoDios nos ha dado la inteligencia para poder captar la realidad que acontece en nuestro alrededor y en nuestro corazón. Muchas veces no nos detenemos ante las experiencias que vivimos. Si se rompe un compromiso, en esta experiencia hay una responsabilidad compartida por los dos miembros de la relación. Por eso es muy importante poder entender ¿qué nos ocurrió en nuestra relación para que se rompiera?, ¿en qué aporté yo para que ocurriera esta ruptura amorosa?

Las heridas de nuestra historia, por duras que sean, siempre terminan teniendo un sentido cuando se ven desde el plan de Dios. El Señor Jesús quiere que seamos felices, santos, que no tengamos una vida sin sentido. Por eso, siempre será necesario ponernos frente al Señor y con humildad pedirle que nos ayude a mirar a nuestro interior.

Otro elemento importante siempre será replantearnos la pregunta ¿a qué amor fui llamado? Cuando se rompe un compromiso, muchas veces se evidencia cómo nos cuesta asumir totalmente el amor que Dios nos invita a vivir.

En este punto siempre será necesario revisar si nuestros miedos están siendo más grandes que nuestra esperanza en Dios. Pedir ayuda a alguien cercano que nos confronte y nos permita ver qué tan racionales son nuestros miedos siempre podrá aportarnos.

El miedo surge cuando queremos protegernos de la posibilidad del sufrimiento, de aquello que nos exponga al dolor. Por eso, no se trata tanto de querer hacer desaparecer el miedo, sino de darle su lugar en nuestra experiencia. Acogiéndolo, pero sin permitir que este nos ponga barreras para dar los pasos que debamos dar.

No tengas miedo de mirar tus heridas

rompe un compromiso

Existe también hoy en día falta de conciencia sobre lo que significa la vida matrimonial y lo que esto implica para la vida particular de cada miembro de la pareja. Justamente el noviazgo nos invita a discernir si la persona con la que estamos es aquella con la que queremos compartir el resto de nuestras vidas. Y también si es el momento de la relación para construir los cimientos que serán las bases del matrimonio.

De modo que siempre valdrá la pena, en una ruptura amorosa, entender si ambos estábamos dispuestos a caminar hacia lo mismo en el matrimonio. En ese sentido, también será necesario comprender qué heridas personales pueden estar limitando la vivencia del amor.

Puede deberse a heridas en la crianza, heridas afectivas, miedos en el manejo del dinero, miedo a asumir responsabilidades y tomar decisiones, etc. Mientras las heridas personales no se aborden, volverán a salir tarde o temprano en experiencias futuras de amor.

No cerrar el corazón a sí mismo y a los demás

rompe un compromiso

Cuando se rompe un compromiso, la peor decisión ante el dolor no es lamentarse, tampoco es preguntarle amorosamente al Señor Jesús por qué ocurrió, sino encerrarme en mi propio corazón y no dejar entrar a los demás.

Decía San Juan Pablo II que «La peor prisión es un corazón cerrado». Es necesario no permitir que el dolor ahogue todas mis esperanzas, que deben estar puestas en el Señor. Para esto, ayuda no ver las situaciones mayores de lo que en realidad son, no generalizar nuestra experiencia pensando que «siempre será así». O «mi situación no tiene remedio», pues sabemos que aquello que es puesto en manos del Señor tiene remedio, pues Él es el médico de nuestra alma.

Es importante abrirse al proceso del duelo por la separación de la pareja e irse concientizando de lo ocurrido. Inicialmente, habrá un intento de explicar las razones por las cuales ocurrió todo, y podrá ser un momento inicial de mucho dolor; posteriormente, la persona podrá ir comprendiendo y acogiendo las experiencias vividas hasta aceptar la realidad de la pérdida.

Dos posibles actitudes ante el dolor

Jacques Philippe en su libro «La libertad interior» explica que ante estas circunstancias dolorosas siempre tendremos 3 posibilidades para hacerle frente.

La primera opción es la rebelión contra la situación. Dice el padre Philippe de la rebelión:

«es el caso de quien no se acepta a sí mismo y se rebela: contra Dios que lo ha hecho así, contra la vida que permite tal o cual acontecimiento, contra la sociedad, etc. La rebelión no siempre es negativa. Puede tratarse de una primera e inevitable reacción psicológica ante circunstancias brutalmente dolorosas, y beneficiosa siempre que no nos quedemos encerrados en ella».

Como vemos, es una reacción natural que tiende a generar rechazo ante el dolor, es una parte del proceso de acoger la realidad de la pérdida, aunque quedarse en esta actitud sin avanzar puede generar sufrimiento.

La segunda posibilidad, es la resignación, frente a la cual el reconocido autor señala:

«como me doy cuenta de que soy incapaz de cambiar tal situación o de cambiarme a mí mismo, termino por resignarme. Al lado de la rebelión, la resignación puede representar cierto progreso, en la medida en que conduce a una actitud menos agresiva y más realista. Sin embargo, es insuficiente; quizá sea una virtud filosófica, pero nunca cristiana, porque carece de esperanza. La resignación constituye una declaración de impotencia, sin más. Aunque puede ser una etapa necesaria, resulta estéril si se permanece en ella».

La rebelión terminará por agotarnos ante una situación que no podemos cambiar, por eso es mejor dar paso a la última y más indicada actitud:

«La actitud a la que conviene aspirar es la aceptación. Con respecto a la resignación, la aceptación implica una disposición interior muy diferente. La aceptación me lleva a decir «sí» a una realidad percibida en un primer momento como negativa, porque dentro de mí se alza el presentimiento de que algo positivo acabará brotando de ella. En este caso existe, pues, una perspectiva esperanzadora».

Volviendo a lo esencial de nuestra vocación

Es importante mencionar que la vocación al matrimonio es un llamado gratuito que Dios hace a la persona. Esa esperanza debe ser más grande que los eventos que acontezcan.

Entender esto en un momento de crisis puede ser difícil, pero si abrimos nuestro corazón a esta realidad podrá resultar ser más esperanzador que mirar únicamente la ruptura de nuestra relación.

Si nuestra esperanza está puesta verdaderamente en la acción paterna de Dios sobre nuestras vidas, entonces en nuestro interior podrá resonar con certeza que Dios está obrando en nuestra vida, aun en el mayor dolor.

Nos permitirá creer que tarde que temprano todo dolor pasará, pues Jesús nos permitirá una vida nueva si nos abandonamos en Él.

 

Los autores Gary e Isabela cuentan con un proyecto, Volver a lo esencial, donde tratan temas sobre el amor humano y las relaciones de pareja.