Apple ha producido este corto animado de tres minutos titulado «Share Your Gifts», en español «Comparte tus dones». La pequeña historia nos retrata cómo una joven creativa va produciendo secretamente su arte para luego revisarlo y archivarlo una y otra vez en una caja cerrada y oculta a todos. Pero, finalmente, su situación tendrá un vuelco significativo y sorprendente.

Necesidad imperiosa de crear y expresar

Lo primero que vemos en la joven es una necesidad imperiosa de crear y expresar. Ella posibilita espacios y momentos adecuados para poder ingresar en esa atmósfera de soledad y silencio en la que la propia interioridad se dispone con mayor naturalidad a sentimientos y reflexiones que detonan el proceso de creación. Su habitación o un restaurant adecuado pueden ser espacios privilegiados, aunque nunca ideales ni perfectos para inspirarse.

Vemos muchas veces cómo se pone ansiosa y se frustra por no poder crear como ella quisiera. Es conocida en el mundo del arte la analogía de la creación artística con la del parto, en donde no sin dolor y contrariedades, se camina hacia el desenlace común de ambas acciones: dar a luz. Georges Braque (1882-1963), pintor y escultor francés, decía que el arte es una herida hecha luz. Y, como sabemos, la luz es una necesidad. El arte se torna, pues, necesario porque se necesita de la belleza para vivir. Se necesita, por lo tanto, que quienes hayan recibido la capacidad de producir arte, asuman su responsabilidad en beneficio de los demás.

Abrazar el don para no dejarlo ir nunca 

Hacia eso apunta el desarrollo del video. La joven, atraída por la empresa de producir algo, experimenta  la alegría y el entusiasmo, y a veces la ansiedad, cuando, como desde un lugar misterioso e indefinido, arriba una idea o una visión nueva. Siente la urgencia de aprisionar ese don y retenerlo con ella. Para eso sirve su caja. Y vive la extraña sensación de ver su propia obra y no terminar de entender cómo eso brotó de ella, con la sospecha de que algo más intervino en el proceso creativo, aunque no termine de descifrar exactamente qué. Pero todo esto convive con un pudor natural y una gran inseguridad ante el momento crucial que vive todo artista: la publicación.

Es el momento en el que la propia obra, preñada de pura subjetividad y vida interior, se expone y se ofrece al encuentro y al diálogo con otros. El hijo que brota del parto adquiere ahora una vida y autonomía propia como un nuevo ser que irrumpe en la realidad y empieza a formar parte de ella. Y es ahí cuando se incrementa la sensibilidad y la susceptibilidad ante los comentarios que puedan hacer otros, tantas veces distintos entre sí, positivos o negativos. Aparece el peligro de mezclar la valoración personal con la valoración estética y subjetiva de la obra. Esto llenaba a la joven del corto del miedo a que otros pudieran ver lo que producía hasta que, por fortuna, su perro abre la ventana y su obra es violenta e inevitablemente publicada.

La alegría que solo puede provenir del alma

La recepción y la respuesta de quienes se fueron encontrando accidentalmente con su obra fue muy positiva y alentadora. Y es que, aunque el artista siempre viva la experiencia del aguijón constante y en cierto sentido frustrante de asomarse, rozar, pero nunca alcanzar la perfección absoluta que su corazón intuye y persigue, puede vivir también la profunda alegría que da al alma el escuchar a otros decir que su obra tuvo un efecto positivo en sus vidas, que le agradecen por haberlo hecho y que le estimulan a seguir.

Esos estímulos ayudan a reconocer con alegría y agradecimiento que somos todos portadores de dones que debemos cultivar y hacer crecer para ponerlos al servicio de los otros e iluminar la vida de los demás. El video termina con el claro mensaje: «Comparte tus dones». Ya Jesús nos enseñó esto en la parábola de los talentos y su vicario, San Juan Pablo II, lo secundó de manera magistral aplicando su enseñanza en una carta a los artistas:

«Quien percibe en sí mismo esta especie de destello divino que es la vocación artística —de poeta, escritor, pintor, escultor, arquitecto, músico, actor, etc.— advierte al mismo tiempo la obligación de no malgastar ese talento, sino de desarrollarlo para ponerlo al servicio del prójimo y de toda la humanidad» (Carta a los artistas, 1999).

¡No tengamos miedo de compartir nuestros dones y talentos por el bien de los demás!