

Como Iglesia celebramos este 8 de agosto a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden de Predicadores. Un santo español del que podemos aprender el don de la humildad, del amor a Cristo expresado en los hermanos y de su convicción de iluminar al mundo con la Buena Nueva.
Datos biográficos de Santo Domingo de Guzmán



Santo Domingo nació en Caleruega en 1170, en el seno de una familia digna de formar parte de los récords Guinness, pues no cualquiera posee el honor de tener a todos sus miembros con distinciones de santidad. Su madre Juana de Aza y su hermano Manés fueron beatos, mientras que su padre, Félix de Guzmán y su hermano Antonio fueron reconocidos por la Iglesia como venerables.
En 1184 inició su formación en las artes liberales y la teología en el Estudio General de Palencia. Seis años después se convirtió en canónigo regular en la Catedral de Osma. Allí fue sacristán y luego subprior.
En 1215 estableció la primera casa de la Orden de Predicadores en Tolosa, con el objetivo de contrarrestar los efectos del desconocimiento religioso en la sociedad. El 22 de diciembre de 1216 mediante la bula «Religiosam Vitam» el Papa Honorio III aprobó la Orden, que rápidamente se extendió por varias regiones.
El 6 de agosto de 1221 falleció a los 51 años en el convento de Bolonia. En 1234 el Papa Gregorio IX, quien fue cercano a Domingo, lo canonizó.
Las señales especiales en la vida de Santo Domingo de Guzmán



La primera ocurrió antes de que naciera Domingo. Se cuenta que su mamá tuvo un sueño en el que gestaba a un cachorro que sostenía una antorcha de fuego, que al salir de su vientre encendía toda la tierra.
Esta imagen se interpretó como un anuncio del gran predicador que sería Domingo. Él, la fuerza de la palabra, iluminaría las almas de aquellos necesitados del fuego de Jesús.
La segunda también se refiere a un sueño, esta vez es del Papa Inocencio III. Vio cómo Domingo sostenía sobre su espalda la basílica de Letrán que estaba por desmoronarse.
Se narra que esto sirvió para que el Papa diera vía libre al proyecto de la Orden de Predicadores, a pesar de la reciente restricción de aprobar nuevas órdenes fijada en el IV Concilio de Letrán (1215).
La tercera tuvo que ver con el traslado de sus restos más de una década después de su muerte. Estos quedaron a la intemperie por bastante tiempo, tras la demolición de la antigua Iglesia de San Nicolás. Sin embargo, cuando se retiró la losa, el cuerpo exhaló un intenso y exquisito aroma que evidentemente se asoció con su santidad.
Ejemplo de caridad y humildad



Durante sus estudios en Palencia, Domingo no dudó en poner en práctica lo que la Sagrada Escritura proponía. Vendió todos sus libros cuando el hambre azotaba gran parte de España. Él no concebía “estudiar sobre pieles muertas”, mientras los demás morían de hambre.
Igualmente, aprendió de Diego, el obispo de Osma, el valor de hacerse humilde y austero, como les enseñó Jesús a sus apóstoles. Durante sus viajes para extender la orden por Francia, Italia y España era casi costumbre sus viajes a pie y pernoctar en las iglesias de los conventos que visitaba.
Poco antes de morir manifestó como herencia para sus hermanos la posesión de la caridad, la pobreza voluntaria y el don de la humildad.
La oración como centro de su fe



Para Domingo la oración fue clave. Pasaba horas enteras, hasta ser vencido por el cansancio, suplicando con fuerza que Dios le otorgara el amor necesario para cuidar solícitamente la salvación de los hombres.
Quienes permanecían a su alrededor destacaban siempre su intención de orar por los demás.
Predicador por el mundo



Durante 10 años realizó apostolado en el sur de Francia, con el objetivo de corregir las herejías presentes en esta época. Actividad que trajo persecución, pero que Domingo enfrentó con valentía.
En Francia le dieron el sobrenombre del «Maestro de la Predicación». Se preocupó porque la predicación fuera eficaz, por eso envió a sus hermanos a las universidades de París y de Bolonia.
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Un gran ejemplo de un gran hombre de fe resultado de ina familia con ejemplo de amor a Dios