¿El Santísimo en las calles? Ver este video me llenó el corazón de mucha alegría (también me dieron ganitas de llorar). Porque son este tipo de cosas las que nos recuerdan que Dios no nos deja solos. Que seguimos siendo un pueblo sediento de Él, y que aún existen personas orgullosas de su fe católica.

El coronavirus ha puesto patas arriba al planeta entero. La reciente declaración de pandemia ha alertado a muchos y las medidas que ha adoptado cada gobierno parecen sacadas de una película de terror. Y aunque la preocupación reine en el corazón de muchos, nosotros los creyentes, no podemos dejarnos robar la esperanza.

Entre tantas malas y alarmantes noticias llega este video para refrescarnos el alma. Para recordarnos que sin importar las circunstancias, el aislamiento y la incertidumbre, podemos seguir confiando en el infinito amor de Dios.

El Santísimo recorriendo las calles

Hace poco también vi un video de un sacerdote que sobrevoló el Líbano exponiendo el Santísimo y aunque para muchos todos estos sucesos sean motivo de burla. ¡Qué alegría más grande para los católicos! Qué dicha poder contar con sacerdotes a los que no les importe el qué dirán y estén dispuestos a hacer hasta lo imposible por llevar el Cuerpo de Cristo a los lugares donde parece opacarse la esperanza.

El sacerdote Leonardo Ricotta atraviesa las calles de Italia con el Santísimo en las manos, y es maravilloso ver cómo reacciona la gente a su paso. Algunos se ponen de rodillas, se asoman desde sus balcones, hacen una reverencia y otros incluso se bajan de sus vehículos para postrarse en señal de respeto.

La dicha de ser cristiano

Nos pueden poner en cuarentena, nos pueden separar de los nuestros. Nos pueden insultar por la calle, nos pueden amenazar, tildar de locos y estúpidos. Pueden incluso intentar destruir nuestros templos bajo absurdas exigencias de «no violencia», pero hay algo que nadie nos puede arrebatar: la fe y el amor a Dios.

Nadie puede arrancarnos del corazón la fe, nadie nos puede coger a golpes para quitárnosla de las manos. Y pensar en esto me conmueve hasta lo más profundo. Porque ahí es donde esta la dicha del cristiano, en saber que el tesoro que guardamos es el mismo Cristo, que no nos deja solos cargando la cruz, que se entregó por nosotros y venció.

El papa Francisco dice algo hermoso respecto a este tema:

«Ese Cristo que nos salvó en la Cruz de nuestros pecados, con ese mismo poder de su entrega total sigue salvándonos y rescatándonos hoy. Mira su Cruz, aférrate a Él, déjate salvar, porque quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento.

Y si pecas y te alejas, Él vuelve a levantarte con el poder de su Cruz. Nunca olvides que Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría».

Un recordatorio para llenarnos de esperanza

En estos días nos hacen falta motivos de alegría, tanta angustia nos aflige y nos marchita el corazón. Y este fragmento de la exhortación apostólica «Christus Vivit», me encantó y me hizo pensar especialmente en todos los que somos jóvenes y hacemos parte de la Iglesia:

«El Señor nos llama a encender estrellas en la noche de otros jóvenes, nos invita a mirar los verdaderos astros, esos signos tan variados que Él nos da para que no nos quedemos quietos, sino que imitemos al sembrador que miraba las estrellas para poder arar el campo.

Dios nos enciende estrellas para que sigamos caminando: «Las estrellas brillan alegres en sus puestos de guardia, Él las llama y le responden» (Ba 3,34-35). Pero Cristo mismo es para nosotros la gran luz de esperanza y de guía en nuestra noche, porque Él es «la estrella radiante de la mañana» (Ap 22,16).

Seamos estrellas en medio de tanta oscuridad, seamos luz para aquellos a los que les cuesta creer. Elevemos la mirada al cielo, porque es tiempo de amar a Dios y de revestirnos de valentía para que otros sepan que no todo está perdido. Qué la imagen de este sacerdote con el Santísimo por las calles, nos recuerde a todos que no estamos solos y que Cristo vive.