En las últimas semanas en el contexto de la pandemia del coronavirus hemos presenciado cómo los médicos y los profesionales de la salud hemos adquirido un rol muy importante y estamos en el foco de atención de todo el mundo.

Para algunos resultamos ser unos héroes por estar saliendo al paso de esta coyuntura tan compleja y mostrando características propias de nuestra vocación y profesión, como son el servicio abnegado y con mucho sacrificio.

Esperanza en la ciencia, en el servicio y en la fe

Ha sido una ocasión para que se tenga esperanza no solo en la ciencia que ofrece la medicina para poder encontrar cura de este mal, sino también esperanza en una aproximación más compasiva y humana que se ponga al servicio de los más necesitados y vulnerables. Que en mi concepto es un aspecto que, aunque pudiera estar relegado, nunca ha dejado de ser esencial de esta vocación.

El pasado 12 de abril celebramos la fiesta de un santo del siglo pasado, un médico italiano, llamado Giuseppe Moscati. Me parece que su testimonio es muy elocuente y puede renovarnos a todos los médicos y a quienes trabajamos con enfermos hoy, para poder seguir perseverando con fidelidad en nuestra vocación y misión.

Podríamos decir que en su tiempo él fue un verdadero héroe. Me hace pensar en esto lo que él decía: «Ama la verdad, muéstrate cual eres, sin fingimientos, sin miedos, sin miramientos. Y si la verdad te cuesta persecución, acéptala; y si tormento, sopórtalo. Si por la verdad tuvieras que sacrificarte a ti mismo y a tu vida, sé fuerte en el sacrificio». Y no solo lo dijo sino que así también lo vivió.

Si bien la fama de la santidad de este médico ha venido creciendo en los últimos años, no son muchos los que conocen la historia de este gran hombre. Un modelo a seguir para todos los fieles laicos y para cualquier persona que aspire a vivir en su vida cotidiana la caridad.

Por este motivo, hoy quiero contarte quién es este admirable santo, y compartirte de igual modo la película completa que narra su historia. Una oportunidad genial en este tiempo de cuarentena para alimentar el espíritu. 😉

Giuseppe Moscati, un médico particular

«El hombre que invocaremos de hoy en adelante como santo de la Iglesia universal, se presenta a nosotros como una realización concreta del ideal del cristiano laico. Desde todos los puntos de vista Moscati constituye un ejemplo para admirar y seguir sobre todo por los médicos. Él es un ejemplo hasta por los que no comparten su fe» (San Juan Pablo II. Canonización de San Giuseppe Moscati. 1987).

¿Cuáles son los rasgos que lo hacen tan especial? ¿Qué fue lo que hizo que le vale tan gran mérito? Quiero tan solo mencionar unos aspectos de su biografía que nos pueden demostrar el por qué de su santidad y heroísmo.

Moscati nació en septiembre de 1880 en Benevento, Italia y falleció en la ciudad de Nápoles en 1927. Ingresó a la universidad para estudiar medicina y a los veintidós años se graduó con las mejores calificaciones de su generación. Terminando su carrera, fue elegido para trabajar en el gran hospital de los «Incurables» en Nápoles.

Esta institución recogía desde varios siglos atrás a todos aquellos pobres, que estaban desahuciados y que padecían como su nombre lo dice, enfermedades que tradicionalmente no tenían cura. Desde entonces su prioridad se convirtió en atender personalmente y con especial dedicación a cada uno.

Lo hizo con cuidado y reverencia, percibiendo en cada uno a un hermano que sufre. Incluso viendo en cada uno el rostro de Cristo sufriente que necesita de ayuda. Reconociendo su dignidad, independientemente de su condición física, moral, social o familiar.

En varias ocasiones rechazó ofertas que prometían una carrera académica de renombre. Esto porque se dio cuenta que el plan de Dios para él, era servir a sus pacientes pobres, a quienes nunca les cobró dinero y atendía siempre con una sonrisa y sin hacerse notar.

Unos años después de obtener su título de médico organizó la evacuación de un hospital durante una erupción del Monte Vesubio. Ayudó a muchos enfermos durante una epidemia de cólera y durante la Primera Guerra Mundial, cuidó de los soldados heridos y moribundos del ejército italiano.

Giuseppe Moscati fue un abnegado maestro

Una de sus pasiones era enseñar a futuros médicos. Dictó distintas cátedras en el ámbito académico, no se conformaba con impartir las lecciones que se encuentran en los libros, sino que pretendía enseñar a partir del acompañamiento de cada uno de sus enfermos, de lo que cada uno de ellos podía inspirar a sus pupilos.

Era más importante entender el valor integral de cada ser humano que busca ayuda, que poder recitar de memoria y recordar todos los signos clínicos, los criterios diagnósticos y tratamientos.

Sus jornadas se prolongaban entre los muchos quehaceres ante la cantidad de personas que atendía. Sumado el tiempo dedicado a su estudio personal, debido a que consideraba la necesidad de formarse bien y estar capacitado para atender de una mejor manera a sus pacientes.

Era común que sacrificara sueño y a veces una buena alimentación, debido a su consagración a los demás. Un auténtico apóstol en todo momento.

¿De dónde sacaba fuerzas para ejercer tan exigente labor?

De la Eucaristía diaria y de la oración. La centralidad de su quehacer estaba en la fe y el amor por el Señor. Se levantaba temprano para asistir a misa y recibir la Eucaristía, después se dirigía a las colonias pobres para ver algunos enfermos y a las 8:30 a.m. iniciaba el trabajo en el hospital. Antes de examinar a alguien o realizar una investigación médica, se colocaba en la presencia de Dios.

Su vida activa se sostenía con la gracia y con la presencia de Dios. Sirviendo y acogiendo a sus enfermos como Cristo enseña o como si lo sirviera personalmente a Él en cada uno de ellos. Entre sus piedades estaba además un especial amor filial a Santa María y la devoción a Santa Teresita del niño Jesús.

Este amor preferencial por los pobres y enfermos lo llevó a hacer una consagración total. Hizo un compromiso de celibato y de no casarse, para poder entregar con mayor disponibilidad su vida a los que cada vez más lo buscaban.

Fiel seguidor de las enseñanzas de Cristo y de los valores evangélicos

Él encarnó en su vida como ya se ha mencionado, el mandamiento del amor y de la caridad, acogió el llamado de anunciar con su propia vida el Evangelio.

Su radicalidad, coherencia y fidelidad, fue lo que le llevó a ser signo de contradicción. Pues a pesar de ser muy preciado por los que servía, varios de sus colegas y estudiantes, también contrastaban sus creencias, sus actitudes con los criterios e ideales del mundo.

Por ejemplo, los ideales de fama, éxito, reconocimiento, de posición social que se presentaban a sus compañeros, para él nunca fueron una motivación ni un horizonte a seguir. Podemos decir que en él se aplica lo de «estar en el mundo sin ser del mundo», ejerciendo su papel y misión de laico en la edificación del Reino de Dios.

La clave de su santidad cotidiana fue que a través de esta presencia de Dios era capaz de discernir el Plan de Dios para él. Poseía la reverencia para escuchar lo que Dios le pedía en su trabajo, con su vida, con su profesión y sus pacientes.

Evangelizador de la cultura

Dentro de toda su actividad apostólica es interesante ver cómo se perciben rasgos de lo que hoy conocemos como «Evangelización de la Cultura». Sin haber conocido las reflexiones y las enseñanzas que el Magisterio de la Iglesia ha dado al respecto en el último tiempo, san Giuseppe fue un laico comprometido con la cultura de su tiempo.

La fuerza transformadora del Evangelio, que él supo encarnar en las distintas circunstancias, dio lugar a un cambio real en ese entonces y tiene el potencial de seguirlo haciendo hoy.

Un aspecto concreto fue dar una respuesta a la sociedad de ese entonces. Él profundizó y comprendió la situación en la que vivía. En medio de la pobreza y la falta de caridad, descubre la necesidad de salir al encuentro de aquellos pobres a los que pocos brindaban una atención personalizada y reverente.

En medio de su miseria, padecían no solo enfermedades del cuerpo, también del alma y del espíritu. Como dice la Gaudium et Spes, fue sensible a los signos de su tiempo, los interpretó a la luz del Evangelio y dio una respuesta a las inquietudes de los hombres (Gaudium et Spes, 4).

Asumió esta tarea con pasión y abnegación, no pasó indiferente ante la realidad. Se dejó interpelar por ella y respondió generosamente.

La manera en que ejerció la medicina

Otro ámbito que evangelizó san Giuseppe Moscati fue la medicina de su tiempo, la manera cómo se ejercía. Salió al encuentro de un sistema de salud con rasgos de deshumanización. Con su testimonio de vida promovió ante todo la centralidad de la persona humana y su dignidad en la atención en salud.

Fue un testigo del amor misericordioso de Dios ante sus pobres pacientes y los que lo buscaban constantemente. Fue también testimonio para otros profesionales de la salud, enfermeras, médicos y todos los colegas con los que trabajaba.

Además, fue un modelo y un ejemplo para sus estudiantes, a los cuales procuraba formar integralmente, no solo con criterios científicos sino con los valores y virtudes cristianas.

Con sus desarrollos e innovaciones científicas fue un claro exponente de la armonía de la ciencia y de la fe para alcanzar la verdad. Promueve una visión cristiana del sufrimiento, no como castigo divino, sino como un signo dentro de la Providencia de Dios.

La huella que ha dejado en el ámbito de la medicina y en la cultura de su época es fruto de su fidelidad a los valores del Evangelio. Así lo recuerda Juan Pablo II:

«Responder a las necesidades de los hombres y a sus sufrimientos fue para él una necesidad imperiosa e imprescindible. El dolor del que está enfermo llegaba a él como el grito de un hermano a quien otro hermano, el médico, debía acudir con al ardor del amor.

El móvil de su actividad como médico no fue, pues, solamente el deber profesional, sino la conciencia de haber sido puesto por Dios en el mundo para obrar según sus planes y para llevar, con amor, el alivio que la ciencia médica ofrece, mitigando el dolor y haciendo recobrar la salud.

Por lo tanto, se anticipó y fue protagonista de esa humanización de la medicina, que hoy se siente como condición necesaria para una renovada atención y asistencia al que sufre» (San Juan Pablo II. Canonización de San Giuseppe Moscati. 1987).

Las enseñanzas y el ejemplo de san Giuseppe Moscati permanecen vigentes

En la actualidad, toda persona encuentra en la figura de san Giuseppe Moscati un paradigma y un ejemplo a seguir. Especialmente aquellos que como él, aspiran a la santidad en su vida ordinaria. Además de aquellos que dedican su vida y profesión al servicio amoroso a los enfermos.

En la situación actual ha sido muy consolador encontrar referentes y ejemplos de vida que puedan ser fuente de inspiración —como lo es Giuseppe Moscati— para perseverar en el servicio a la medicina. No solo con una dedicada pasión científica, más aún con el corazón dispuesto a amar hasta el extremo. Incluso como muchos ya lo han hecho en las últimos meses, aunque cueste la entrega de la vida.

Para terminar, quiero dejarles una frase muy alentadora de este Giuseppe Moscati, que nos remite a tener la mirada en lo esencial y puede iluminar nuestro camino en este tiempo: «La vida es un momento. El honor, las victorias, la riqueza y la ciencia se acaban. Los encantos de la vida pasan y solo el amor eterno permanece, la causa de todo acto de bondad. El amor nos sobrevive, porque Dios es amor».