

Hoy, 20 de agosto, celebramos la fiesta de San Bernardo de Claraval, Doctor de la Iglesia. Él fue un Abad monástico que además realizó una reforma en su orden.
San Bernardo, proveniente de una familia de nobles, encontró su vocación religiosa muy joven. Ingresó que a la Abadía Cisterciense de Citeaux, donde luego fue enviado a Claraval para fundar un nuevo monasterio y servir como abad.
Promovió fuertemente un estilo de vida monacal basado en la disciplina, la austeridad, la oración y simplicidad. Esto le acarreo ciertos ataques, pues su ideal de vida religiosa iba en contra de la creciente acumulación de riquezas que se vivía en algunos monasterios, especialmente en Cluny.
Bernardo fue un fuerte defensor de los derechos políticos y económicos del Romano Pontífice. Luchó también contra el laicismo de su tiempo.
San Bernardo de Claraval, doctor de la iglesia
Su pensamiento teológico es insistente en el papel de la Virgen María y la humanidad de Jesucristo. Su enseñanza era «dulce como la miel» lo que lo hizo conocido como el «Doctor Mellifluus»
Este batallador valiente, como lo significa su nombre, es considerado el último padre de la Iglesia, no obstante es de los más importantes en el pensamiento y desarrollo teológico de nuestra doctrina.
Algo bastante particular de su historia es la influencia que su testimonio tuvo dentro de su familia. Cuando ingresó a la orden religiosa, lo siguieron 4 de sus hermanos y un tío.
Cuando su hermano menor cumplió la mayoría de edad también siguió su ejemplo. Se dice en la historia que su papá, ya de anciano, también tomó la decisión de irse de religioso, y la hermana que cuidaba del padre, también lo hizo.
La orden del Císter
Esta orden busca promover el regreso a los orígenes, nace en Francia en el siglo XI, época en la que los monasterios Cluniacenses vivían con fuerte opulencia, que a pesar de adoptar la pobreza, tenían ciertos lujos palaciegos.
En 1098, Roberto de Molesmes se retiró de Cluny hacia Citeaux o Císter, donde comenzará a vivir el monacato de una manera más austera. San Esteban Harding continuo esta obra y la doto de una regla propia en la carta de Charitatis.
No es sino hasta la aparición de Bernardo de Claraval que la orden del Císter emprende un fuerte desarrollo durante el siglo XII.
3 libros que no debes dejar de leer
Existen tres libros que hoy quiero compartir con ustedes sobre San Bernardo de Claraval y la Orden del Císter y de San Bernardo de Claraval. Esto libros son conforman una trilogía escrita por M. Raymon, uno de los sacerdotes trapenses más influyentes de los últimos tiempos en Estado Unidos.
Los tres monjes rebeldes: Este libro es una aventura sin igual. Lo recomiendo especialmente para jóvenes para los amantes de las epopeyas. Su narrativa es tan potente que genera un valor emocional muy fuerte. El impacto que esta obra deja en sus lectores es algo característico
La historia trata de un grupo de monjes benedictinos que salen en búsqueda de los valores de la espiritualidad monacal: sencillez, autenticidad, austeridad. Roberto, Alberico y Esteban, grandes santos que conformarán las bases del Císter.
La familia que alcanzó a Cristo: Esta obra es sencillamente maravillosa. Muestra de una manera cándida y acogedora la historia de la familia de San Bernardo de Claraval. Sus luchas, la sencillez de cada uno a pesar del origen y abolengo de esta familia sobre, conmueve al lector de principio a fin.
Es una historia que toda familia debería leer. Que aquellos llamados a la vocación matrimonial podrían tener como libro de cabecera. No para hacer una comparación entre vocaciones sino para «saborear» los frutos de una familia que emprende, inspirados por el amor de Cristo, la búsqueda del sentido de su propia vida.
El incienso quemado: La última entrega de esta trilogía, se pasa del continente europeo al americano, Estados Unidos será el lugar donde se narraran las diversas dificultades y retos que se tendrán que afrontar en la fundación de la Abadía de Getsemaní, donde Dios lleva a los hombres para llenarlos de paz.
Un libro dedicado a aquellos hombres y mujeres que escogieron seguir a Cristo de una manera personal. Nos muestra que incluso ahí habrán dificultades, pero que cuando uno apuesta por Cristo la recompensa siempre llega.
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