

Todos hemos sido parte de un equipo alguna vez, ¿estuviste en el equipo de fútbol, vóley o básquet en el colegio? ¿O te acuerdas cuando te pedían hacer trabajos en equipo cuando eras más pequeño(a)? Siempre hemos necesitado el apoyo de otros en algún momento de nuestras vidas, y en otros momentos descubrimos cómo también los demás necesitan de nosotros en alguna esfera de sus vidas. Ciertamente, todos aprendimos a estar para otros en primer lugar en nuestras familias. De ahí hablamos de roles familiares…
La familia siempre ha sido un don. Cuando analizamos el video «Fast Heroes», es muy conmovedor ver que a la niña le piden hacer un dibujo representando a sus héroes, respondiendo a la pregunta «¿quiénes son tus héroes?».
Al final, la niña dibuja a sus abuelos vestidos de superhéroes. Lo más llamativo es el motivo por el cual ella los considera superhéroes: «Mi abuelo y abuela son mis héroes porque son muy chéveres, siempre cuidan de mí y me enseñan cosas», dice la niña en el dibujo.
Luego de leer este letrero solo pensaba: «¿Y qué otras personas podrían hacer esto como lo hacen los abuelos?». Es que al final, cada miembro de la familia es un don para esta. Dios ha pensado en los padres, abuelos, hermanos y en cada miembro de la familia con un propósito, y en la presencia de cada miembro de la familia, Dios bendice a los demás.
La familia siempre apoya en diferentes momentos y de distintas maneras
Dentro de cada grupo familiar encontraremos siempre distintas personalidades, estilos, formas de ver la vida, de actuar, etc. Y es verdad, muchas veces las diferencias entre los miembros de la familia pueden causar algo de dificultades. ¿Quién no se ha cuestionado por el desorden del hermano o la hermana o el hijo? ¿Qué hijo no se ha sentido incomprendido en algún momento de su vida por sus padres?
Son muchos los asuntos que pueden rondar a la familia, que le hacen tener que sentarse, dialogar, hacer acuerdos. Sin embargo, cuando la familia experimenta las diferentes necesidades, encontramos que cada miembro descubre en sí mismo diferentes dones y talentos para acompañar a los otros.
Hay quienes son muy buenos llamando al diálogo, hay quienes son muy ordenados financieramente, hay quien expresa más cariño, hay quienes son más ejecutivos, hay quienes son más detallistas, etc. Siempre descubriremos que en nuestras familias tendremos diferentes estilos de hacer las cosas.
Lo más importante (y a su vez retador) es saber abrirnos a lo que el otro puede dar. Reconocer siempre que todo lo que el otro es ha sido dado por Dios. Una familia siempre será sana en la medida en que logre promoverse mutuamente con amor, respeto y caridad, perdonándose los errores mutuamente.
Estar abiertos a aprender
Con humildad podremos reconocer siempre que el otro puede enseñarme algo. Por eso, es importante asumir una disposición de aprendizaje y acogida de lo que el otro es. Si perdemos de vista que el otro es un don de Dios, es el regalo con el cual Dios ha querido enriquecer mi vida, terminaremos muchas veces por ver solo sus errores y no lo mucho que en su presencia aporta a mi vida personal.
Por eso, es importante comprender que si sabemos amarnos en nuestras diferencias, y no limitarnos por ver solo nuestros errores, podremos aprender mucho de lo que el otro refleja.
No olvidemos que es Dios en primer lugar quien nos ha llamado a la vida. Se ha ilusionado con nosotros, como lo ha dicho en una ocasión el Papa Francisco:
«El Señor sueña conmigo, piensa en mí, estoy en su mente, en el corazón del Señor, el Señor es capaz de cambiar mi vida» (16 de marzo de 2015, Casa de Santa Marta).
Nosotros respondemos día a día a ese llamado. Por eso, cuando veas a tu familia, siempre hará bien pensar que Dios ha soñado con ellos, contigo.
Roles familiares: encontrar tu lugar en la familia
Toma tiempo comprender lo que Dios nos pide al interior de nuestras familias y en sus roles familiares. A medida que pasa el tiempo, vamos descubriendo las virtudes, historia y heridas que hay presentes en nuestra familia. En medio de esa realidad estamos nosotros inmersos.
Será todo un proceso descubrir qué será que estamos llamados a hacer en medio de nuestra realidad familiar. Muchas veces no se tratará de «hacer» cosas, sino de acompañar, escuchar, acoger. Lo importante siempre es estar abiertos a comprender cómo Dios me manifiesta su amor en mi familia. Cómo me invita a entregarme a mi familia.
No es tarea sencilla, ni debe ser motivo de angustia comprender los roles familiares. Es estar abiertos para que Dios nos utilice como instrumentos de su amor en medio de nuestras familias.
Por eso, no dejemos de preguntarle a Dios qué espera de nosotros. Empecemos, pues, por preguntarle a Dios, y a discernir, en medio de nuestra realidad, lo que Dios nos invita a vivir con nuestras familias.
0 comentarios