¿El principio de la compasión está por encima de todas las religiones? Efectivamente es verdad que todo iría mejor si la viviéramos. ¿Pero es solo una cuestión moral? o, ¿hace falta algo más para vivirla? ¿Hasta dónde compartimos el mismo entendimiento de la compasión que otras culturas y religiones?  Son preguntas que se nos vienen a la mente cuando vemos este video.

Veámos qué tienen para decirnos nuestros blogueros asociados sobre este tema presente en un mundo cada vez más globalizado en el que las diferencias son cada vez más acentuadas, pero se pretende (de modo contradictorio) que todos seamos iguales.

Luis Javier Moxó

Autor del blog: Echad vuestras redes

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Un elemento intercultural e interreligioso, por encima de todo otro valor, o más básico que ninguno, que fundamente y aglutine a toda creencia o ideología humana y que haga posible una fraternidad universal es lo que ha pretendido desde su comienzo la tan cacareada: “Alianza de las civilizaciones”, programa adoptado por las Naciones Unidas en el 2007 bajo la Secretaría General de Ban Ki-moon. Desde 2005, Karen Armstrong es miembro del Grupo de Alto Nivel de dicha Alianza. La «Charter for Compassion», idea original de esta pensadora y experta en religiones, quien, el 28 de febrero de 2008, durante su discurso de recogida del premio TED, expresó su deseo de crear una comunidad internacional de pensadores con el fin de elaborar y propagar dicha carta. Quién es Karen Armstrong y si ella aporta al principio de reciprocidad o compasión algo nuevo,  es lo que me pregunto.

Karen Armstrong nació en Worcestershire, Reino Unido, en 1944 en el seno de una familia con raíces escocesas. En 1964 y tras siete años como monja católica en la Society of Holly Child Jesus, abandonó los hábitos. Después de graduarse en la Universidad de Oxford ha dedicado gran parte de su vida a estudiar las religiones desde un punto de vista histórico y a enseñar Literatura en la Universidad de Londres y en un colegio público. Su trabajo se ha traducido a cuarenta idiomas y ha colaborado en tres documentales para la televisión. Es autora de más de veinte títulos. Se ha convertido un referente mundial en la historia de las religiones y escribe para varios medios de comunicación.

La regla de oro o ley de oro son denominaciones para un principio moral general que puede expresarse: trata a los demás como querrías que te trataran a ti (en su forma positiva) o no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti (en su forma negativa, también conocida como regla de plata). No es en absoluto nada nueva, pues se encuentra bajo distintas formulaciones en prácticamente todas las culturas, religiones o filosofías, como una regla fundamental. La primera enunciación escrita de la regla de oro, se encuentra en un texto narrativo del Imperio Medio egipcio llamado: «Historia del campesino elocuente», datada en 1970-1640 a.C.: «haz por aquel que puede hacer por ti, de modo que le induzcas a obrar igual».

Como resumen me quedo al comienzo del capítulo séptimo del Evangelio según san Mateo, cuando dice Jesús: «Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas». ¿Cómo nos trata Dios? Como nos ama y perdona Él así debemos tratarnos todos, no solamente los creyente, porque el Amor de Dios no es solo para los que creen. El amor siempre es superior a cualquier ley o Alianza de ninguna civilización que haya existido. El Amor de Dios es el lenguaje más universal, no fruto de reflexiones humanas, sino de la voluntad decidida de darse del todo de un Padre porque somos sus hijos, y por tanto nos quiere hermanos. Frente a esa ley recíproca, más o menos altruista o filantrópica, más o menos coherente en su expresión real, de supuesto origen egipcio y retomada actualmente en forma de «compasión civilizada», está el Amor de Dios como fuente de la misma y don más original y primero que debemos atender en primer lugar.


Pilar V. Padial

Autora del blog:  ¡Vive celebra la vida!

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Ese principio contenido en la mayoría de las religiones, «trata a los demás como tú quisieras ser tratado», sería un buen comienzo. Sin embargo, no caigamos en el espejismo fácil, es solo una ley de mínimos, como la del talión: «por lo menos, trátalo así; por lo menos no devuelvas más mal del que te hicieron». Si en el mundo se cumpliera, las cosas ya mejorarían considerablemente.

Pero, profundizando un poco, vemos que la mayoría de nosotros no sabemos tratarnos bien a nosotros mismos y el mal que hacemos a otros corresponde a nuestra actitud de autodestrucción. Muchos padres que maltratan a sus hijos, en realidad a quien odian es a sí mismos, por ejemplo. Caemos en vicios, no nos respetamos… La perfeccción de esta ley necesita a Cristo que, con su Espíritu, nos haga nacer de nuevo y recuperar nuestra dignidad y buenas inclinaciones. Entonces, cuando tratemos a los demás como desearíamos ser tratados, ello coincidirá con el plan de Dios para todos. Oremos por ello.


Néstor  Mora

Autor de blog: Eclesias TIC

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Nuestra sociedad es una aldea global en la que las culturas humanas se encuentran y con mucha frecuencia, chocan. El video formula una propuesta interesante: la compasión como herramienta que nos permita colaborar entre nosotros. De hecho la propuesta de la «carta de compasión» postula que la compasión es algo que está dentro de todas las tradiciones, religiones y cultura humanas y que por ello, debe ser el elemento que permita interconectarnos. Hagámonos tres preguntas:

¿Tiene espacio el cristianismo en este escenario? ¿Tiene sentido la evangelización? ¿Hasta dónde compartimos el mismo entendimiento de la compasión que otras culturas y religiones? Estas y otras preguntas pueden rondar nuestra cabeza cuando empezamos a desentrañar los hilos que hay dentro de esta y otras propuestas de globalización socio-cultural. Como creyentes deberíamos responder que el cristianismo tiene mucho que decir porque parte de la Revelación de Dios. La evangelización es una misión que nos encomendado el Señor, no podemos dejarla a un lado para “no molestar” y ser bien recibidos. Cristo murió en la cruz por no ejercer la tolerancia que hoy es tan valorada. La compasión para el cristiano tiene un significado muy profundo. Es padecer, unidos a Cristo, con todos los seres humanos y sin dejar de mostrar al Señor como Camino, Verdad y Vida.

Deberíamos ser elementos activos en la generación de una nueva cultura global basada en el cristianismo. ¿Es posible convivir y colaborar? Claro que sí, pero cualquier intento de colaboración que no parta de la verdad, de Cristo, está destinado al fracaso. ¿Por qué? Porque se basa en sesgar nuestra dignidad e imponernos a nosotros mismos un modelo humano de convivencia. El cristianismo tiene otra propuesta: conversión y santidad. Esto es lo que puede llevarnos a la verdadera compasión y entendimiento universal. La compasión no es indiferencia mutua, tolerancia desafectada y cómoda lejanía. Tampoco es reducir lo que somos a los intereses materiales y vivenciales comunes. No podemos partir de negar a Cristo total o parcialmente, con el objetivo de llegar a una paz aparente. La compasión nunca es indiferente. Es sufrir con nuestro hermano porque el sufrimiento tiene sentido en Cristo. Ese es el Camino que deberíamos de andar.


Carlos Romero Villarroel

Autor del blog: El blog de CarlosRomeroV

carlos«El principio de compasión siempre nos pide tratar a los otros como nos gustaría ser tratados»: así comienza este vídeo. Es un principio que coincide con lo que muchas tradiciones religiosas tienen como regla de oro. Sin embargo, ¿es algo que se vive, por ejemplo, por parte de los cristianos? ¿Tratamos realmente al otro como nos gustaría ser tratados? Es una pregunta que, más allá de llevarnos a reflexionar sobre nuestro comportamiento y actitudes ante las personas que nos rodean, debiera invitarnos a mirar la manera en que nos tratamos a nosotros mismos. Henri Nouwen, a propósito de la diferencia entre lástima y compasión, plantea en uno de sus escritos unas preguntas que nos pueden ayudar: «¿Cómo puedo yo responder a la soledad de nadie si no entro en contacto con mi propia experiencia de soledad? ¿Cómo puedo acercarme a una persona discapacitada cuando me niego a reconocer mis propias discapacidades? ¿Cómo puedo estar con el pobre cuando no estoy dispuesto a confesar mi propia pobreza?».

Para poder ser personas compasivas con los otros es necesario ser, primero, compasivo con uno mismo: mirar la propia vida, con sus aciertos y sus fracasos, con la humildad de quien se reconoce débil y necesitado del perdón de Dios. Solo quien se deja tocar por la misericordia divina y es capaz de ser compasivo con su propia vida podrá vivir con los demás el principio de compasión. Solo así podremos ser seguidores de Cristo capaces de vivir en el mundo teniendo los gestos y actitudes de nuestro Maestro, aquél que es siempre compasivo y misericordioso con nosotros.