marc mero

Después de haber perdido a nuestra primera hija que falleció por complicaciones del parto, el nacimiento de Tomás, nuestro segundo hijo nos llegó a mi esposa Mariana y a mí como un bálsamo de paz y de consuelo. Durante la primera Santa Misa a la que asistimos luego del nacimiento, Mariana no podía tener alzado al niño, porque había tenido una cesárea y no podía hacer esfuerzos. Para mi regocijo, estuve durante una hora entera mirando, sonriendo y susurrándole a mi hijo las oraciones de la Misa.

Al salir de la Parroquia, se me acercó una religiosa para decirme: «Me he distraído toda la Misa mirando el diálogo silencioso con su hijo, pero luego, en lugar de distraerme, me he puesto a meditar que así es como Dios Padre debe amar a sus hijos»

Hoy, después de que nacieran Matías y Francisco, y después de casi quince años ejerciendo una paternidad ocupada y viendo a mi esposa brindando sus dones maternales, puedo decir que la hermanita no estaba del todo equivocada pero, a mi criterio, le faltaba un componente del Amor de Dios hacia cada hombre. Acá les explico porque.

Sed fecundos y multiplíquense 

Viendo este video, recordé un versículo del Génesis que siempre me había llamado la atención: «Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer.» (Gn 2, 27) E inmediatamente  viene un mandato: «Y los bendijo Dios,  y les dijo Dios: Sean fecundos y multiplíquense y llenen la tierra».

¿Por qué inmediatamente después de crearnos «a su imagen y semejanza», Dios nos da el mandato de ser fecundos? Pues porque el Amor en su dimensión trascendente busca darse, multiplicarse.  El amor matrimonial y el amor a los hijos es por esencia Trinitario.

Fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios, y nuestro amor es un reflejo de su Amor. En este video, Mark Mero recorre las características del amor de su madre. De esta manera podemos ver que porque fuimos hechos a Su imagen y semejanza.

Semejanza en la omnipresencia 

Marc comienza el video diciendo «Mi mamá iba a todos mis eventos deportivos» y yo he visto a mi esposa prácticamente pedir el don de bilocación para no perderse ningún evento en la vida de nuestros hijos.

Ya sea una obra de teatro donde el más pequeño decía una línea, o un partido de fútbol del más grande, las madres están siempre. Y están con todos los sentidos puestos en lo que está haciendo el niño. Y el amor de Dios es omnipresente, como el amor maternal: «En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados.» (Mt 10:30)

Semejanza en la Incondicionalidad

A pesar de que Mark se quiere hacer el distraído, y como que no conoce a su madre, ella sigue alentándolo desde el borde del campo de juego. Lo más importante que su Madre hizo por Marc, fue creer en él.

Tarde Marc se da cuenta de las faltas contra su madre, pero aún así, el amor de la madre surte el efecto deseado: el amor incondicional es también redentor y salva a su hijo «Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecado» (1 Jn 4,10).

Semejanza en la Misericordia

El amor de una madre es sustancialmente misericordioso. No importa lo que haga Marc, Cuando volvía con sus amigos borracho o drogado su madre estaba esperándolo tal como nos espera Dios cuando pecamos, cuando nos alejamos de su Amor.

Dios nos ama a pesar de nuestra debilidad, y hasta me atrevo a decir que nos ama porque somos débiles. Las madres van a saber de qué hablo. Ellas siempre se hacen cargo del hijo más débil, del más necesitado. Nuestro Señor lo ejemplificó con las parábolas de la oveja perdida y del hijo pródigo.

El amor de los padres, el amor de ambos padres es el que forma a seres humanos íntegros, y el que forma Santos. En la catequesis del miércoles 28 de enero de 2015, el Santo Padre se refirió a las heridas que provoca la ausencia de la figura paterna. En el caso de Marc, probablemente el temprano divorcio de sus padres, cuando él tenía 8 años, provocó gran parte de las caídas y las heridas que sufrió a lo largo de su adolescencia.

Todas las buenas características «femeninas» del amor maternal deberían haberse complementado con las características «masculinas» de un padre ocupado: firmeza, autoridad, ejemplo de vida, etc.

Al terminar de ver este video, llamé nuevamente a mis padres. Ambos están muy ancianos, y viven a más de 800 kilómetros de donde vivo actualmente. Los vi hace una semana y les expresé de mil formas diferentes el amor y la gratitud que tengo con ellos, aun cuando cualquier signo de gratitud parezca insuficiente. Y así debe ser nuestra oración con Dios Nuestro Señor: humilde y agradecida por todos los dones recibidos.