Hace tiempo no publicaba sobre mi mamá. Han pasado más de cinco años desde que la besé por última vez. Falleció en 2013, luego de siete años de lucha contra un cáncer que le inició en el seno por allá en el 2006, cuando luego de que, tocándose sintió una bolita en su pecho. Era raro, recuerdo, pues ella se hacía mamografías desde antes y siempre salían bien. Pero su inquietud por la bolita la llevó a descubrir a través de una biopsia, que efectivamente el cáncer había tocado a su puerta.

Era curioso porque mi mamá era una mujer a la que le gustaba saber de todo un poco, y leyendo artículos por ahí (ya saben a quién salí), mucho tiempo antes, había cambiado su estilo de vida. Caminaba diariamente y sus comidas eran mucho más saludables, evitaba las carnes rojas y las grasas (Era rarísimo verla comiendo alguna fritura, por ejemplo). Y como les decía, leía mucho. Ya no eran solo revistas de decoración en el revistero. Ahora eran también de vida saludable.

La enfermedad y la esperanza

Yo tenía alrededor de 12 años y comencé a ver la magnitud de la noticia cuando llegué a casa del colegio y la encontré tirada en el piso llorando ante una imagen de Cristo con corona de espinas. Hasta ese momento yo era un chico que iba obligado a misa. Creía en Dios por tradición, pero ver a mi mamá postrada me hizo comenzar a preguntarme por la existencia de Dios.

En la cabeza de mi yo adolescente se atravesaba la interrogante de cómo una mujer de fe como lo era ella, que junto a su esposo se desvivía por sus hijos y -para remate- llevaba un estilo de vida saludable, podía pasar algo así.

Aún así, luego de esos primeros capítulos de la enfermedad, no recuerdo ver a mi mamá alejada de su fe o sin fortaleza. En cambio, vi a una mujer levantada luego de la quimioterapia y radioterapia. En el 2007, sin cabello, pero más recuperada, quiso agradecerle a Dios por su -hasta ese momento- exitoso tratamiento, haciendo algo más que ir a misa. Se hizo catequista y en el 2008 me invitó a mí, a ser catequista también. Como siempre tuve inclinaciones al servicio y vi que en verdad parecía ser que Dios la había sanado, accedí.

Pasaron los años de revisión y pastillas, todo parecía ir bien en la salud de Cilia Madera, mi madre. El cáncer había unido más a mi pequeña familia, y nos habíamos vuelto a los cinco ,mucho más creyentes. Yo, me había apegado muchísimo a Dios y participaba activamente como catequista y en el grupo juvenil. En general, los tres hijos nos habíamos vuelto muy hacendosos desde su tratamiento íbamos bien encaminados al éxito en estudios y vida profesional.

El cáncer había regresado

En el 2011 escuché otra vez un knock knock. A mamá le había regresado la enfermedad. Esta vez, el balde de agua fría me cayó a la cabeza con balde incluido. Ya me había hecho en mi mente la película del siglo: «el cáncer no es tan malo» y escuchar que se había esparcido en varios puntos de su cuerpo, fue poco esperanzador.

Es todo un vaivén de emociones en el corazón de un muchacho que está en su último año escolar y cuya mayor preocupación, aparte de las notas, era verse bien para conquistar chicas. No obstante, la fe siempre levantaba la esperanza.

Mamá reinició tratamiento. Esta vez con más y peores efectos adversos, pero menos efectividad. A mi graduación en diciembre de 2011 llegó porque me amaba, pero el intenso dolor estaba en su punto más alto.

El 2012 transcurrió con muchos altibajos en casa. Yo, por lo menos, tuve un año universitario bastante difícil. De ser uno de los mejores estudiantes en mi colegio, pasé a bajar enormemente mi rendimiento académico en la universidad. Solo hasta hoy, entendí que naturalmente la enfermedad me había afectado también a mí.

En diciembre de 2012, sin embargo, tuvimos la Navidad más hermosa, la casa estaba llena. Después de muchos años, estaban juntos ella y sus dos hermanos a quien tanto amaba. Daniela, su primera nieta, estaba presente también en la enorme barriga de mi cuñada Karla. Por tanto, su fiesta favorita del año, se había vuelto inolvidable y en medio de su dolor, cantó junto a nosotros al Niño Dios, como en cualquier otra Navidad. Ese día hice un video donde hoy noto su mirada sufriente pero sonrisa presente.

Llegó la muerte y con ella algo asombroso

Mamá murió el 5 de febrero de 2013. Su muerte me derrumbó el alma y después de muchos años con intensa fe, tambaleé. Nadie lo notaba, pero tambaleé como nunca antes lo había experimentado.

Después de un año inestable emocionalmente, en un retiro volví a acercarme a Dios. En sus últimas semanas ella me había dicho que si se iba, se iba tranquila porque sabía que había cumplido su misión y conmigo en particular, me decía que aunque para ese momento no tuviera una pareja (como mis hermanos mayores), sabía que yo tenía a Dios, lo más importante. Y así fue. Después de esa rabia y decepción con Dios, regresé comprendiendo que sí: el cáncer no es tan malo y que Sus planes son perfectos.

Tal vez suena paradójico para algunos, pero no es hasta que lo vives y luego de varios años, que comprendes muchas cosas. Lo que me ha reconfortado siempre es que mi mamá cumplió su misión. Fue una mujer luchadora desde muy niña y no se dejó vencer por nada. Dejó su país junto a mi papá, por sus hijos. Se esmeró en darles una buena educación y en inculcarles valores y, sobre todo, fe. Y lo hizo.

De sus tres hijos, el menos parecido físicamente, fui yo. Mis hermanos siempre me molestaban diciéndome que era adoptado. Pero en sus últimos años ella me defendía diciendo que de los tres, el más parecido en su forma de ser, era yo.

Y recordarlo siempre ha sido mi mayor orgullo. Hoy puedo decir que soy lo que soy, gracias a ella. Claro está que a mi papá también, pero desde la muerte de ella, me he esforzado por lograr cosas en su memoria. Mi afán por descubrirme nació de sus consejos. Y eso me hace feliz.

Mi mamá tal vez no está aquí para dar este testimonio de su boca, pero aquí está su benjamín. Me pronuncio al decir que también #YoLucho animando a toda persona con esta enfermedad. Que la vida es una lucha constante y que este es solo un episodio de lo que puede ser una vida de bendiciones.

Artículo elaborado por: Alberto Acosta