quien soy yo

¿Cuántas veces te han hecho la pregunta «¿quién soy yo?»? ¿Te ha costado responderla? Me sorprendería mucho si respondes que no. Esta pregunta puede ser una de las más difíciles de responder. El foco de la filosofía y la antropología está en responder, entre otras, a esta pregunta fundamental. Hoy estoy aquí para proponerte cinco respuestas, inspiradas en las catequesis del papa san Juan Pablo II sobre Teología del Cuerpo, para ayudarte a descubrir tu verdadera identidad.

Primera respuesta: ¿quién soy yo ante Dios?

quien soy yo

Dato curioso: la palabra «persona» viene del griego «prósopon», que significa máscara. El «prósopon» era lo que usaban los actores del teatro de la época para llevar a cabo su actuación. Esto resulta importante porque, en medio de nuestras relaciones interpersonales, solemos mostrar a la gente una máscara.

Esa máscara, en algunos casos, está muy alejada de lo que realmente somos en el fondo. El problema está, sobre todo, cuando nosotros mismos nos hemos convencido de la veracidad de la máscara que hemos mostrado al mundo.

La Teología del Cuerpo de san Juan Pablo II, en cambio, nos plantea que el fundamento para saber quiénes somos de verdad es necesario hacerlo ante Dios. No necesito decírtelo: ante Dios no hay máscara que valga.

Ante Él, descubriremos, si de verdad nos lo proponemos, quiénes somos: somos criaturas a su imagen y semejanza. Nos parecemos a Él; Dios es Amor y es el amador por excelencia. Nosotros, en nuestro parecido con Él, también somos amadores.

Ante Dios, tú eres una persona, creada a su imagen y semejanza, con la capacidad de amar profundamente, como Él ama al mundo.

Segunda respuesta: ¡conoce tus capacidades!

quien soy yo

¿Te has puesto a pensar qué respuestas te da tu encuentro con el mundo que te rodea? San Juan Pablo II creía que, mediante el contacto con el mundo, cada uno de nosotros descubre lo que nos hace propiamente humanos. Esto, indudablemente, hace referencia, sobre todo, a nuestras capacidades: aquellas capacidades que no tienen los animales.

De todas ellas, resaltan dos, que el mismo papa, cuando todavía se conocía como Karol Wojtyla, enfatizó: la interioridad y la capacidad de amar.

Esto es importante porque parte de la respuesta de quiénes somos está en reconocer cuáles son nuestras capacidades como especie y, también, aquellas que tenemos cada uno de nosotros de manera individual.

Con la respuesta anterior, has descubierto que eres amador. En otras palabras, que tienes la capacidad de amar como Dios ama. En esta segunda respuesta, descubres que tu naturaleza como persona humana te da ciertas capacidades para cumplir con tu esencia. Es más, con esto, descubres hacia dónde debes enfocar todas tus capacidades.

Tercera respuesta: mira el horizonte del propósito

Las dos respuestas anteriores son importantes porque nos ponen en condiciones idóneas para la segunda fase de la respuesta fundamental a la pregunta «quién soy yo». Esto es, nos da una perspectiva a futuro.

Habiendo descubierto que somos amadores, como lo es Dios, y que estamos llamados al amor, la pregunta que surge es cómo llegamos allá. Y para responder a esa pregunta es necesario tener claro nuestras capacidades que vimos en la respuesta anterior.

Aparte de esto, la perspectiva hacia el futuro es importante porque tu identidad no es estática: tú la vas forjando a medida que pasa tu vida. De ahí que resulte tan importante que, con esta pregunta, te plantees esta otra: ¿quién quiero ser?

Tu propósito es el amor y resulta necesario forjar nuestra identidad futura hacia ese horizonte. ¿Quieres ser amador de verdad? No pierdas de vista este horizonte.

Cuarta respuesta: ¿quién soy yo ante los demás?

En las catequesis del santo padre, se nos llama la atención sobre el momento de la creación por separado de Eva. Esto señala que para respondernos quiénes somos, es imprescindible aprovechar el contacto con los demás. ¿Recuerdas lo que te dije sobre la máscara? Aquí llega el momento de contrastar lo que proyecto con lo que soy en el fondo.

Si hay mucha disonancia entre lo que proyectas y lo que eres en realidad, no te desanimes: has descubierto, con claridad, en qué puedes trabajar para ser lo que quieres ser. Esto en caso de que la respuesta anterior te haya costado más trabajo.

Eres, ante los demás, un individuo, con tu propia identidad subjetiva y con capacidades muy tuyas. Con esta cuarta respuesta has descubierto más profundamente quién es tu «yo» personal e irrepetible.

Quinta respuesta: descubre la identidad masculina y femenina

Adán, cuando ve a Eva, descubre quién es como varón. De igual manera, Eva, al ver a Adán, comprende su esencia femenina al encontrarse con él. De cierta manera, esto nos deja ver que parte de nuestra identidad está conectada con nuestra complementariedad hombre-mujer. Tú y yo descubrimos quiénes somos, ya de forma más precisa, mediante el contacto con los demás de sexo opuesto.

Esta última respuesta te revela quién eres como hombre y como mujer. Esto, indudablemente, teniendo en cuenta todo lo anterior. Sin las respuestas anteriores, esta quedará imprecisa.

Aparte de lo anterior, el encuentro entre Adán y Eva confirma lo más importante: son seres creados en modo relacional. En otras palabras, están hechos para el amor mutuo, lo que san Juan Pablo II y el Magisterio de la Iglesia llaman «comunión de personas».

Adán y Eva descubren que son don para el otro y se regocijan en la belleza del descubrimiento: «esta sí es carne de mi carne y hueso de mis huesos».

Eres un hombre, eres una mujer, llamado(a) a la comunión con el otro de sexo opuesto, para donarte en plenitud y hacerte, como Dios Uno y Trino, una comunión de amor, auténtica imagen y semejanza de tu Creador.

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