Hace unos años visité la comunidad cisterciense de Nuestra Señora del Atlas en Marruecos. En 1996, siete de sus monjes fueron secuestrados y asesinados durante la guerra civil argelina, y con el paso del tiempo, la comunidad se trasladó a la pequeña población de Midelt.

Allí, tuve la oportunidad de participar en un retiro, en un momento digamos «agitado» en mi vida. En una de las jornadas se nos invitó a repasar en silencio los pasajes de la pasión de Jesús.

Nos dieron alrededor de dos horas para hacer este ejercicio, en completo silencio, y recuerdo que me pareció mucho tiempo para una historia que yo ya conocía. Me dio un poco de pereza, la verdad.

Después de hacer un poco el vago e, incluso, tomar algunas fotos del huerto monacal, abrí la Biblia. Mientras leía, caminaba por una tabla dispuesta entre dos bloques de cemento, a modo de banco. Medio distraída entré poco a poco en un relato que ya me sabía, pero en aquella ocasión parecía que Jesús me hablaba de nuevo, consciente de mi «ahora» y de mi «aquí».

Un nombre que vuelve a mi como si fuera la primera vez

Quedé tan enganchada que me caí de la tabla, y así como quedé, tirada en el suelo, permanecí una hora y media. No había soltado aquel libro que me estaba tocando el corazón como si fuera la primera vez. Permanecía en mis manos, como si el mismo Jesús no quisiera soltarse de ellas, y mis ojos no dejaron de leer, como si Jesús mismo estuviera leyendo en mi mirada. No sé explicar más, pero me levanté del suelo como nueva.

Fue el inicio de algo. Agradecí haber abierto aquellos pasajes y haberme resistido a algo que me parecía inútil.

Ojalá nadie perdiera la oportunidad de encontrarse con Jesús 

Aún sin grandes expectativas. Y no hablo sólo de no creyentes, también de los cristianos, como tú y como yo, que pensamos que lo sabemos todo acerca de Él, y nos perdemos la ocasión de seguir conociéndole y dejándole espacio para que obre en nuestro corazón. Seguro que, como yo, te sientes capaz de responder a la pregunta «¿Quién es Jesús?».

Darías grandes y elocuentes respuestas, largas, seguramente. Pero lo cierto es que todas se quedan cortas cuando no le sientes, cuando no has experimentado un encuentro con Él o cuando el último queda ya muy lejano. Seguirle es encontrar momentos para conocerle más y mejor, y, sobre todo, para dejarte sorprender por Él, como si fuera la primera vez.

La pregunta, aún no la hemos respondido del todo. A través del vídeo, que te acabo de presentar, el sacerdote católico Dani nos ofrece una reflexión que nos ayuda a entender la magnitud de la pregunta y la magnitud de la respuesta, y con generosidad nos anima a estar abiertos a la forma en que cada uno asume el reto de encontrarse con Jesús de Nazaret. No te lo pierdas, y sigue buscando momentos para conocerle más y mejor, pues a nadie deja indiferente.

¿Quién es Jesús en tu vida?, ¿compartirías con nosotros tus respuestas?

Artículo elaborado por Blanca Serres Marco