qué es el sufrimiento

«Todos los ojos están clavados en la televisión. Imagen tras imagen de inundaciones, terremotos, incendios, erupciones…». Esta escena nos suena familiar a todos. Estamos acostumbrados a ver el sufrimiento por accidentes, catástrofes y crímenes por la televisión. Incluso, llegan a atraernos, a parecernos interesantes. Queremos saber todos los detalles.

Y, de repente, la olvidamos. Saltamos a la siguiente — a lo viral —, nos olvidamos de las víctimas, de rezar por ellas y, cómo no nos afecta directamente, es como si fuera solo una pesadilla. Una y otra vez. 

Vivimos al ritmo de las noticias, de lo viral, de lo trending. Y cuando vemos el mundo, solo vemos malas noticias, víctimas y sufrimiento. Para ayudarte a reflexionar sobre este tema te compartimos el siguiente video, Humanity and Inclusion: After News, publicado por Ads of Brands.

La cultura de las catástrofes

Algunas veces parece que no podemos encender el televisor sin encontrarnos imágenes dramáticas y catastróficas. Así todos los días. Parece que las malas noticias nos persiguen. Incluso, llegan a marcar nuestro estilo de vida: de lo que hablamos, leemos, pensamos, cómo vemos el mundo… Nos hacen perder la mirada en lo importante. 

Es cierto que conocer estos desastres nos pueden ayudar, por ejemplo, a estar pendiente de los más desfavorecidos, a rezar por las víctimas — especialmente por los cristianos —, nos ayudan a dar gracias a Dios y reconocer la responsabilidad que tenemos: «Al que mucho se le da, se le exigirá mucho», San Lucas 12: 39-48.

Salir del ritmo de las noticias y catástrofes

Sin embargo, al ver todo esto perdemos la confianza en Dios, vemos todo de forma pesimista. Creo que todos, o al menos yo sí lo hago, vemos este sufrimiento y nos preguntamos, ¿por qué Dios deja que estas personas sufran?, ¿acaso es un castigo?, ¿no le importa que sufran? 

El video deja claro que las catástrofes no se resuelven, las casas no se reconstruyen o las familias no se reúnen cuando dejan de aparecer en los noticieros. Las víctimas siguen ahí, el dolor, la pérdida, la desesperación… 

¿Ver las noticias me puede dañar?

Puede ser que te preguntes, entonces ¿qué puedo hacer?, ¿dejo completamente de ver las noticias?, ¿me desconecto de las redes? No puedo responder ninguna de estas preguntas por ti. Cada uno de nosotros debemos pensar si estar conectado nos ayuda a acercarnos a Dios o si nos causan desesperación y pesimismo.

Además, creo que deberíamos reflexionar despacio, ¿por qué estamos al tanto de los accidentes o catástrofes? ¿Para ayudar a las víctimas?, ¿para encomendarlos?, ¿para sentirnos mejor? O, ¿simplemente por estar informados o para conocer el chisme?

Ver el sufrimiento con los ojos de Dios

Ojalá pudiéramos ver con los ojos de Dios: entenderíamos su voluntad, la razón de las catástrofes, del sufrimiento e, igual de importante, nos encomendaríamos más a su cuidado, confiaríamos en su Voluntad y en su amor por nosotros. Y seriamos más agradecidos con Él y con las personas de nuestro alrededor.

Por esta razón, te recomiendo, si crees que te podría ayudar, en ofrecerle a Dios tus problemas, los de tu familia, amigos, de tu país, de las catástrofes mundiales o naturales.

Esto te ayudará a ver que siempre hay un plan, que Dios siempre tiene un plan, aunque nosotros no podamos verlo. Que siempre nos está cuidando, a nosotros y a todos sus hijos. 

En el sufrimiento, recordar al Dios que siempre nos rescata

Esta idea la explica muy bien una frase del presentador Steve Harvey, «Cuando piensas que no podrás soportar las dificultades, ¿sabes que has sobrevivido al 100% de todos los días malos que has vivido? Tu historial de supervivencia es del 100%, has sobrevivido todos los días malos».

No quiero decir que todos vivimos en un jardín de rosas, muchos de nosotros tenemos dificultades y problemas que parecen que nos aplastan.

No te digo que niegues la realidad, sino que busquemos sacar lo mejor de cada momento y, sobre todo, que confiemos en Dios. En un Dios que siempre nos ha rescatado cuando creíamos que no podíamos más.

«Dios puede apretar, pero nunca ahogarnos».