

Hace un par de meses, Peugeot publicó este comercial para promocionar un nuevo vehículo con todas las comodidades. Acompañado de las imágenes del nuevo auto, desde el comienzo la locutora toca un tema de gran profundidad: el poder de la atracción.
Afirma, sin vueltas, que hay cosas que nos atraen. Hablando de la atracción, solemos expresarla diciendo que es eso que «nos llega». En este caso se refiere al auto, pero puede ser desde un texto, una canción, un poema, un comercial, las palabras de tus seres queridos, etc.
Son muchos los estímulos e intereses que nos atraen. Tú te puedes inclinar y sentir atracción por cosas muy distintas a las personas que te rodean. Los intereses y gustos son totalmente subjetivos.
El lenguaje de Dios
Pero hay algo que es común a todos: más atracción sentimos hacia aquello que nos es transmitido en el lenguaje del interior.
No importa si a ti te gusta el rock, a tus amigos el pop y a tu familia la música clásica: lo que les atrae es aquello que es capaz de tocar alguna fibra íntima de sus corazones.
¿Y sabes quien habla ese lenguaje por naturaleza? ¡Así es! Tu papá Dios.
Él te conoce como a nadie, sabe lo que te gusta, lo que te cuesta, lo que te atrae y lo que sin duda no te agrada. Él te creó y habla el lenguaje de tu corazón. ¿Has oído su voz últimamente?
El lenguaje de tu corazón
Sería un lindo ejercicio reconocer y escribir cuáles son esas cosas que sientes que tocan lo profundo de tu alma. Eso implica un trabajo de autoconocimiento muy íntimo. Quizás estas preguntas puedan ayudarte:
¿Te conmueves fácilmente? ¿O eres más bien no emotivo? ¿Te llega lo artístico: la música, la literatura, las formas y los colores? ¿Qué pelis te gusta ver? Y, ¿lloras? ¿Conectas mucho con la naturaleza? ¿Eres de apreciar el orden y la armonía? ¿Cómo te gusta ocupar tu tiempo? ¿Sueles abrir tu corazón con tu familia, amigos y seres queridos? ¿Te gusta estar atento a los demás y ponerte al servicio? ¿Disfrutas del silencio? ¿Y de la soledad? ¿En qué momentos sientes que estás viviendo en plenitud?
El camino del autoconocimiento es interminable, pero ¡este puede ser un comienzo! Y recuerda, ¡no hay respuestas incorrectas! Esto se trata de quién eres.
Un Dios que atrae
Dirás… ¿Qué tendrán que ver estás preguntas con mi relación con Dios?
Pues, como decíamos, Dios habla el lenguaje de tu corazón ¡y así se comunica con cada uno de sus hijos! Conocerte a ti mismo es parte de conocer qué es eso que despierta tu atracción. Y aquello que te atraiga te moverá a la acción.
Al escuchar el comercial y el lenguaje de la atracción, inmediatamente se vino a mi mente esta cita del libro de Oseas: «Yo los atraía con lazos humanos, con ataduras de amor» (11,4).
Me parecía interesante remarcar que el Señor no fuerza el amor. Nos creó libres, y quiere que libremente lo elijamos. Pero así y todo, ¡desea tenernos cerca! Por eso, como un enamorado corteja a su enamorada, el Señor atrae tu corazón para llevarte hacia el Suyo.
«¡Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir!» (Jer. 20, 7)
Dios habla tu idioma
En su gran Misericordia, aun antes de revelarse en la persona de Cristo, Dios habla a su pueblo, los atrae hacia sí con lazos humanos, habla en su dialecto, se comunica con ellos de modos que lo puedan entender.
Llamó al pueblo de Israel en toda la historia de la salvación. Y el pueblo respondió, sintió esa atracción por el Señor y por lo que Él les ofrecía. La Belleza, Bondad y Verdad de Dios los motivó a seguirlo, aun viendo lo arduo que el camino podía ser.
A veces puedes sentirlo lejano, pero ¡hey! ¡No te duermas! Dios habla en tu idioma.
¡Abre los oídos de tu corazón!
No des más vueltas esperando que suceda algo extraordinario para escucharlo, no creas que sonará una voz entre las nubes, ni caerá un rayo ni vendrá un coro celestial a hacerte sentir Su presencia. No creas que hace falta mucho estudio o preparación para encontrarte con Dios.
El Señor conoce lo que te atrae, y te habla a través de lo que te es conocido. ¡Óyelo! ¿Gozas de la naturaleza? ¡Ahí está Él! ¿Disfrutas de las artes? ¡Él! ¿Te complaces en la compañía de tus seres queridos? ¡Le encanta hablarte a través de ellos!
Las criaturas todas, tú, yo y todo aquello que te rodea y te atrae, son participadas por el Creador de sus cualidades. ¿Qué significa esto? Que la verdad, bondad y belleza de las cosas que tú aprecias, es un ápice de la Verdad, Bondad y Belleza de Dios. En definitiva, aquello que te atrae realmente es el Señor.
¿Estás dispuesto a dar el salto de las creaturas al Creador?
¿Y si no sé ni cómo me llamo?
Puede pasar que no tengas idea ni dónde estás parado, o que estés pasando un mal momento y te cueste ver la mano de Dios en eso… ¿Esto significa que Dios no te está atrayendo?
Hay un pequeño comentario del Padre José Kentenich que me dio mucha luz sobre este tema.
«Ahora bien, fíjense que en esa constancia del amor, en esa firmeza soberana del amor, el Dios vivo es el imán. Estamos tan magnetizados que somos atraídos continuamente. Por supuesto, existen otros objetos que también nos atraerán, pero el Dios vivo nos colmará tanto de su presencia que estaremos junto a Él también cuando nuestra atención esté ocupada en otras cosas» (J. Kentenich, Hacia la cima).
El Señor desea tu felicidad, y aun cuando caminemos con los ojos vendados continuará velando por ella. Muchas veces escondido detrás de «coincidencias», tanto en las buenas como en las malas. ¡Él guiará tus pasos!
«Yo, cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32)
Cristo es el culmen y plenitud de la Revelación Divina. Él mismo, refiriéndose también al modo en que iba a morir, afirma que desde la Cruz atraerá a todos hacia Sí.
A continuación, un fragmento del Vía Crucis presidido por S.S Juan Pablo II el Viernes Santo del Año 2000 en el Coliseo, en palabras del propio Papa (decimoprimera estación):
«¿Qué es lo que «atrae» de este condenado agonizante en la cruz? Ciertamente, la vista de un sufrimiento tan intenso despierta compasión. Pero la compasión es demasiado poco para mover a unir la propia vida a Aquel que está suspendido en la cruz. (…) Cristo atrae desde la cruz con la fuerza del amor, del Amor divino, que ha llegado hasta del don total de sí mismo; del Amor infinito, que en la cruz ha levantado de la tierra el peso del cuerpo de Cristo, para contrarrestar el peso de la culpa antigua; del Amor ilimitado, que ha colmado toda ausencia de amor y ha permitido que el hombre nuevamente encuentre refugio entre los brazos del Padre misericordioso. ¡Que Cristo elevado en la cruz nos atraiga también a nosotros, hombres y mujeres del nuevo milenio! Bajo la sombra de la cruz, «vivimos en el amor como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma» (Ef 5,2)».
Puede sonar contradictorio, ¡pero desde la Cruz el Señor te atrae y te llama! ¡Solo Él es capaz de tanto! ¿Te animas a responder a su llamado?
Siempre leo, pero hace mucho que no leía algo tan hermoso