

— «Cuando yo uso una palabra — insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso — quiere decir lo que yo quiero que diga…, ni más ni menos.
— La cuestión — insistió Alicia — es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes. — La cuestión — zanjó Humpty Dumpty — es saber quién es el que manda…, eso es todo.
— Lewis Carrol, en «Alicia a través del espejo»
Cuando alguien, como Humpty Dumpty, quiere cambiar el significado de una palabra, intento ver cuál es el beneficio que puede llegar a obtener. El viejo truco del «Cui Bono», «¿Quién se beneficia?» es revelador, y muy interesante. Cuando alguien pretende cambiar el significado de cualquier palabra ¿Qué busca realmente?, ¿cuáles son las motivaciones que llevan a querer cambiar el significado de lo que nunca se puso en duda?
¿Se puede definir el matrimonio?
Tomemos el caso del término «matrimonio». El significado es clarísimo: prístino, diría «matris», en la raíz, implica que tiene que ver con la maternidad. Y por si fuera poco claro, el sufijo «monium» indica «oficio o calidad de algo», en este caso de madre. Otra posible etimología sería «Protección de la madre». La institución matrimonial, es entonces aquella institución que protege a la madre, en tanto que madre. ¿Y de qué protege a la madre? De la prepotencia y del posible abandono masculino. Me atrevo a decir que el matrimonio es la primera institución «feminista». Es una institución en la que la mujer es el eje y el centro, y el hombre es obligado a cumplir el rol de proveedor.
Un poco de historia
El matrimonio protegido jurídicamente nace en la antigua Roma, como medida de protección ideal de los ciudadanos de la próxima generación, pero lo que hicieron los legisladores romanos fue reconocer el valor intrínseco del matrimonio que ya existía regulado por las familias. Cuando dos personas querían convivir, sus padres arreglaban las condiciones de la convivencia y les daban algunas «seguridades», como una dote, o una casa, o algunos animales que permitieran a la nueva familia las condiciones mínimas indispensables para la crianza de los hijos y para una vejez digna.
Esta «institución jurídica», lo único que hacía era reconocer una verdad que todas las civilizaciones han descubierto tarde o temprano: que la unión con vocación de permanencia de los padres biológicos es el mejor ámbito para la crianza de los hijos. El matrimonio era un modo de estabilizar la sociedad, y de obtener mejores ciudadanos, ya que los niños criados en matrimonios estables tenían, y siguen teniendo muchas mejores posibilidades que aquellos que han sido criados en otros modos de familia.
1. ¿Por qué tienen mejores posibilidades los niños criados en un matrimonio?
Porque los seres humanos nacemos completamente desvalidos, y durante al menos los primeros 18 meses de vida necesitamos una persona que se dedique exclusivamente a atendernos. Cuanto más prolongada sea esa «atención exclusiva» de una persona, mejor será nuestro desarrollo psicoafectivo y social. Para que una persona pueda «salir» del circuito de obtención de alimentos (o del mercado laboral en la actualidad) durante un período tan prolongado, otra persona tiene que «reemplazarla» y trabajar doblemente para que los dos, y luego los tres, tengan alimento y seguridad.
En casi todas las civilizaciones hasta el siglo XX, el rol de cuidador de la cría era ejercido por las mujeres, ya que eran también las portadoras de la cría durante nueve meses y las que tenían las mamas para alimentarlas durante el tiempo siguiente al nacimiento. Mientras que el rol de proveedor era ejercido por los hombres, ya que se reconocían prácticamente inútiles en la tarea de la crianza.
Las mujeres tienen durante el embarazo, una «programación biológica» que les permite tener «superpoderes» para la crianza, tales como el poder reconocer el llanto de su hijo entre cientos de llantos de niños, y reconocer la cara de su niño entre cientos de caras de otros niños. Todo su sistema endocrino se especializa durante el embarazo para poder cuidar a su niño.
2. El siglo XX
Durante el siglo XX, las guerras mundiales hicieron que muchas mujeres se volcaran a trabajar fuera de casa, y luego, con la llegada de la llamada «revolución sexual» de los ‘60 y la invención de la píldora antinconceptiva, las mujeres aparentemente ganaron «derechos» que antes estaban reservados a los hombres. Pongo entrecomillado eso de «derechos», porque Chesterton lo vio venir desde mucho tiempo antes, cuando decía: «parece que una mujer es libre cuando obedece a su jefe, pero esclava cuando ayuda a su marido». ¿De qué modo la llamada «liberación de la mujer» ayudó realmente a la mujer, a la familia y a la sociedad?
3. Lo que pasa hoy
Actualmente, las mujeres tienen todas las desventajas de los hombres (tienen que salir a trabajar igual que ellos) y todas las desventajas de las mujeres, porque su conformación psicológica y fisiológica las sigue empujando a la crianza de los hijos, pero la presión social las empuja a que hagan «carrera». Para ser claros: no estoy diciendo que la mujer tenga que dedicarse exclusivamente a la crianza de los hijos, sino que actualmente muchísimas mujeres tienen el corazón dividido. La mujer tiene un reloj biológico que no espera. Para los 27 / 30 años, tiene que tener en orden su vida laboral y su vida familiar. Tener hijos después de los 30 años es difícil, especialmente si la mujer tiene que trabajar.
Esto resulta increíblemente injusto para las mujeres. Por un lado, sus inclinaciones naturales, y por el otro la cultura, que parece decir que aquellas mujeres que no van a una oficina a cumplir un horario, entonces no trabajan. La conciliación de la vida familiar y laboral es extremadamente difícil para las mujeres en la actualidad.
4. El advenimiento del feminismo
Desde el siglo XVIII que existe un movimiento llamado feminismo. ¿Qué es el feminismo? Es un movimiento que busca la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Al menos, eso es lo que ellas dicen. El feminismo puede dividirse conceptualmente en tres vertientes, o tres «olas».
El feminismo de primera ola fue el feminismo sufragista, que decía que la mujer tenía derechos políticos iguales a los del hombre, y por lo tanto se le debía permitir la acción política igual que al hombre. Los españoles sí que sabían de esto, cuando decían de Isabel la Católica: «Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando», dando dio a entender que en el Reino de Castilla mandaba Isabel, y Fernando era una figura meramente decorativa.
Con el advenimiento de las democracias, en el siglo XVIII, los hombres tomaron protagonismo político, y las mujeres quedaron «relegadas». ¿Quedaron realmente relegadas? La política, hasta principios del siglo XX era una actividad violenta, y la mujer no participaba en política, lo mismo que no participaba en la guerra.
Cuando a principios del siglo XX la política comienza a tomar cauces más civilizados, el movimiento del sufragismo femenino comienza a ser una exigencia razonable: si la política era una actividad civilizada, el toque femenino para la política era deseable y esperado. Pero surge otro problema, como expliqué unos párrafos más arriba, la mujer se reincorpora al mercado laboral, es decir a proveer el sustento de la familia, tal como lo hacía gobernando la huerta y el gallinero antes de la revolución industrial.
Esta reincorporación fue revolucionaria, ya que mujeres y hombres debían convivir en el ámbito laboral, y el ámbito laboral era muchas veces un ámbito masculino, donde la ambición y la lucha eran despiadadas con las mujeres, que todavía querían conciliar lo laboral con lo familiar.
La elección de carreras de las mujeres, además, fue de acuerdo a sus preferencias: de modo innato, las mujeres se interesan por las personas, y los hombres se interesan por las cosas. Las carreras que tienen que ver con las cosas, como la ingeniería y la informática, tienen mejor paga que las carreras relacionadas con el cuidado de las personas. De este modo, otra aparente injusticia se sumaba: las mujeres eligen carreras peor pagas, y por ello ganan menos que los hombres.
5. El feminismo de segunda ola
A mediados de los ‘60, con la revolución sexual y la píldora, la mujer finalmente «tuvo soberanía» sobre su sistema reproductivo. Entonces, ya que no tendría que ocuparse más de los hijos y la familia, y podría dedicarse a competir, en igualdad de condiciones con el hombre en el ámbito laboral. Pero la historia no sucedió así. Como relaté en los párrafos anteriores, las mujeres siguieron sus inclinaciones, y siguieron prefiriendo formar una familia y elegir carreras de acuerdo a sus inclinaciones naturales.
6. ¡Más feminismos!
En esa misma época, comienza un movimiento político en Estados Unidos, proveniente de la escuela de Frankfurt, que analiza toda esta evolución histórica de la mujer y el trabajo desde la perspectiva marxista y freudiana, llegando a la conclusión de que las cosas sucedieron así porque hay una relación de poder en la civilización que hace que el hombre sea opresor y la mujer oprimida.
Nace entonces el feminismo de segunda ola. Mientras que la primera ola era sufragista, el feminismo de segunda ola incorporó el debate con temas como sexualidad, familia, trabajo, derechos reproductivos, desigualdades de facto y desigualdades legales. El feminismo de segunda ola abarcó desde los ‘60 hasta 1989 aproximadamente. El marco conceptual utilizado por el feminismo de segunda ola era la teoría psicoanalítica y el marxismo, las desigualdades entre hombres y mujeres se veían como una relación de poder, como una lucha entre el opresor (el hombre, el «patriarcado») y la oprimida (la mujer).
El feminismo de segunda ola fue poco difundido, y tuvo pocos seguidores durante el breve período de tiempo que duró. Con la caída del muro de Berlín y el colapso del comunismo, un optimismo liberal y capitalista pensaba que se habían acabado los «grandes discursos» y que en adelante, el liberalismo, la democracia occidental y la economía de mercado, serían quienes iban a liderar el mundo.
El pronóstico, hecho por Francis Fukuyama en su ensayo de 1990 «El fin de la Historia» no podía estar más equivocado. Ese mismo año surge de las cenizas del movimiento feminista de segunda ola, el feminismo de tercera ola, incorporando los conceptos de individualismo y diversidad, como ejes del «nuevo pensamiento». Este movimiento refuerza los conceptos marxistas y freudianos de la segunda ola, e incorpora la «diversidad sexual» y suma al feminismo a quienes no cuadraban dentro del esquema «binario» de hombre / mujer.
A esta ola también se la conoce como «feminismo de género». El feminismo de género afirma que las diferencias psicológicas entre los sexos tienen poco o nada que ver con la evolución o con la biología, sino que son exclusivamente una construcción social.
7. El matrimonio «inclusivo»
Con el advenimiento de la «perspectiva de género» (una perspectiva puramente ideológica), se pretendió que el matrimonio no era una institución para proteger a la prole y a la mujer, sino que era otra cosa: la unión afectiva de dos personas que se aman mucho, y nada más. Con esta «excusa» se pretendió aprobar el llamado matrimonio homosexual. Y funcionó, aparentemente. En muchos países se aprobó esta nueva modalidad del matrimonio, los gays y lesbianas pudieron concretar su sueño y tener un «reconocimiento de su amor», mediante esta nueva modalidad, llamada matrimonio inclusivo o igualitario.
El caldo de cultivo de las teorías feministas, el posmodernismo, el neomarxismo generaron esta enorme confusión. El matrimonio ya no es lo que el patriarcado quiere que sea, un sistema de opresión y control de una mitad de la humanidad sobre la otra, sino lo que el feminismo de género quiere que sea: un «triunfo de la libertad y el amor».
Todo es aparentemente como un maravilloso cuento de hadas, pero esta redefinición del matrimonio no es gratuita, ni fue una respuesta unánime de todo el mundo occidental, fue algo cuidadosamente orquestado y preparado desde las más altas esferas del poder mundial.
8. ¿Cómo se cambia el sentido común?
El feminismo y el activismo LGTBI fueron ganando protagonismo a lo largo de los últimos casi 30 años, y llegaron a las más altas instancias de la política y del gobierno en muchos países del mundo. Sumado esto a una visión malthusiana del mun«do, que dice que somos muchos y que deberíamos ser menos seres humanos que habitan el mundo, desde los organismos internacionales, como la ONU, el Banco Mundial, el FMI se comenzó a planificar un cambio del sentido común, para que el mundo acepte esta nueva «definición» del matrimonio.
En todos los países se siguió el mismo camino: legislación de protección a las «minorías sexuales», luego intento de aprobación de las «uniones civiles», pero sin pedir el matrimonio, luego el llamado «matrimonio igualitario», con derechos de herencia y adopción muchas veces adosados como al descuido, y luego blindaje legal para que cualquiera que dijera que el matrimonio es lo que fue siempre, fuera perseguido por «crímenes de odio», «homofobia», transfobia», etc.
Más adelante, en la educación sexual se impone una visión de género que enseña a los niños que la sexualidad es una elección, y no algo determinado biológicamente. No en todos lo países el camino fue igual, y algunos países se plantaron en contra de esta «colonización ideológica» como la llama el Papa Francisco, como el valiente Perú. Pero el camino está marcado, y, naturalmente, como decía Humpty Dumpty, no se trata de saber qué significan las palabras, sino de saber quién es el que manda.
9. Reducción al absurdo
Las notas características del matrimonio heterosexual eran pensadas en función de la generación siguiente, por eso se exigía uno con una (capaces de engendrar nuevas vidas) en una unión estable (por el cuidado de los hijos) y en una relación para toda la vida (para protegerse mutuamente y que los hijos protegieran a los padres en su vejez).
El matrimonio llamado «igualitario» generó esta confusión: si es solamente una unión de amor, ¿por qué no puede ser cualquier unión de amor? Si lo que importa es el amor, entonces, ¿por qué no puede ser la unión de varias mujeres con un hombre?, ¿por qué no un padre incestuoso que ame a su hija?, ¿por qué no la unión de dos hermanas?, ¿Por qué no la unión de un hermano con su hermana, o la de un hombre de 60 con una niña de 10?
Cuando se redefine el matrimonio, quitándole sus componentes esenciales, entonces ¿Por qué no seguir redefiniéndolo hasta que signifique cualquier cosa? Si al matrimonio le quitamos la característica de que debe ser uno con una, podemos quitarle también que sea exclusivo, y volvemos al «vagus concubitus» de la época prerromana. Y si le podemos acomodar las características que nos gustan o convienen, entonces, cualquier unión puede ser un matrimonio, y cuando cualquier cosa puede ser algo, entonces nada es cualquier cosa, y el matrimonio se convierte en nadie.
10. ¿Quién es el que pretende mandar?
Cuando comencé esta nota no pensé que iba a ser tan extensa, pero la complejidad del tema requería un poco de análisis y evidencia. ¿Quién es el que pretende «mandar», como dice Humpty Dumpty? Este video de Benigno Blanco en el Perú nos da una pista:
Cuando el mismo ataque a la familia ocurre a niveles planetarios, podemos abiertamente decir que ya no estamos frente a una «casualidad», o a una «moda pasajera». Cuando en todos los países las leyes son cada vez más restrictivas para alzar la voz, y para oponerse a esta colonización ideológica impuesta desde los organismos internacionales.
El Papa Francisco advirtió contra estas colonizaciones llamando «maldad» a la enseñanza de esta ideología en las escuelas.
«La maldad que hoy se hace en el adoctrinamiento de la teoría del género.
Me contaba un papá francés que en la mesa hablaba con los hijos, católicos ellos y la esposa, católicos no tan comprometidos, pero católicos; y le preguntaba al niño de 10 años, ¿Tú qué quieres ser cuando seas grande? «Una muchacha».
El papá se acordó que el libro del colegio enseñaba la teoría del género, y esto va contra las cosas naturales. Una cosa es que una persona tenga esta tendencia, esta opción, e incluso que cambie de sexo, y otra cosa es hacer la enseñanza en la escuela en esta línea para cambiar la mentalidad. A esto yo llamo colonizaciones ideológicas».
La advertencia del Papa Francisco es clara. ¿Vamos a dejar que sigan colonizándonos desde fuera, o vamos a reaccionar para que no adoctrinen a nuestros hijos con esta maldad? Si no oponemos resistencia, y una resistencia activa, una resistencia que detenga por completo esta colonización, nos convertiremos en cómplices de la corrupción de nuestros hijos.
Marcela Palos, la querida activista provida mexicana, dice que el corazón de los niños y jóvenes es territorio del país donde habitan. En esos corazones se va a librar una batalla, y quienes tenemos a cargo niños y adolescentes, sus padres y docentes, no podemos permitir que triunfen estos colonizadores. Se nos va la vida, y especialmente la vida eterna en este cometido. Dios nos asista en la batalla.
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