

El regalo más grande que nos ha hecho Dios es, sin lugar a dudas, el de la vida. Se trata de un don que no merecemos por ninguna razón pero que nos ha sido dado. La gran mayoría de circunstancias concretas que dan forma a este don no las hemos escogido: nuestra familia, el país donde nacemos, nuestra forma de ser o las oportunidades que se nos ofrecen. En el corto documental que les comparto a continuación conoceremos el caso de Rickey, un hombre que ha vivido gran parte de su don en la cárcel.
Cada uno es consciente de las circunstancias buenas y malas que rodean su propia vida. Por la misma razón que Dios nos regala la vida, nos crea libres para hacer de ella lo que queramos. Ricky intentó, en la medida de lo posible vivir en la realidad que le fue encomendada. Intentó, en la adversidad de las circunstancias, ser fiel a quien era y no mirar atrás con rencor. Tomó lo que le regalaron en cada momento e hizo de eso una obra.
La libertad del alma y la justicia
La libertad del alma nos permite encargarnos de lo que la realidad nos va dando en cada momento y hacer de ella una obra maestra. Pero claro, el riesgo está en el manejo que podemos dar a esta facultad del alma. A veces podemos no darle un
buen uso. Una forma para saber si le damos buen uso a nuestra libertad es atender a las relaciones de justicia que nos rodean. El tener una familia, un trabajo, unos amigos, unas clases, un encargo, una tarea; va indicándonos hacia donde debemos construir.
En el caso de Ricky, el luchar por su libertad, respetar a sus superiores y cumplir con los horarios establecidos del centro penitenciario, son claros indicativos de dónde debe poner su esfuerzo y a dónde debe dirigir su voluntad. Hay realidades que exigen ciertos comportamientos concretos de nuestra parte, y atender a estas obligaciones nos ayudará a «dar a cada uno lo suyo» y a ser justos en dar a cada persona, circunstancia o compromiso, lo que se merece.
Respetar los valores de la vida
Ricky es una de las víctimas de una sociedad que no ha sido verdaderamente fundada sobre los cimientos del respeto a la vida, la libertad y la justicia. La falta de rigor de un sistema judicial puede acabar con la vida de una persona y romper la relación de justicia entre el estado y el hombre, donde el primero solo existe para el bien de lo segundo. Se trata claramente de una situación complicada ante la que no podemos estar de brazos cruzados ¿por dónde comenzar?, ¿cómo inspiramos a nuestra sociedad a servir mejor al hombre? La respuesta, que es fácil de prever, pero complicada de llevar a la práctica, es por nuestras vidas.
Fuera de las actividades que podamos llevar a cabo desde nuestros trabajos o iniciativas propias para evitar que grandes injusticias como las de Ricky vuelvan a ocurrir, ser conscientes que varias injusticias a menor escala suceden todos los días a nuestro alrededor y que está en nuestra mano trabajar para resolver. Es una llamada que no podemos desatender. Respetar los valores de la vida, la libertad y la justicia en nuestro día a día se convierte en el granito de arena que podemos poner para promover la consideración de estos principios en la sociedad.
Ser agradecido con la familia a pesar de las dificultades, cordial en el trabajo sin hacer mayor caso a aquellos malos compañeros y expresar nuestras creencias sobre la importancia del respeto a la vida. Así es como poco a poco vamos transmitiendo a la comunidad que nos rodea la importancia de estos valores. En efecto, llevar una vida de trato respetuoso hacia la libertad de los demás y responsable con nuestras obligaciones, sean las que sean, se convierte en la forma en que hacemos de las circunstancias que nos han sido dadas, una obra para Dios.
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