mirar

El de hoy simplemente es uno de esos videos que te roba el corazón, por la genialidad con la que ha sido realizado y por los protagonistas. ¡Cuánta falta nos hace la inocencia de los niños! ¡Cuánta falta nos hace ver el mundo desde esa mirada! Lo esencial siempre es visible a los ojos de los que quieren tener el suficiente amor para verlo. 

Dejemos que sean nuestros  blogueros asociados los que nos lleven a reflexionar en los elementos apostólicos que podemos resaltar de este hermosísimo corto.


Luis Javier Moxó

Autor del blog: Echad vuestras redes

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En este vídeo parece que vemos solamente un chico forofo de la Roma que es egoísta y no acepta a los que lo son de la Lazio. Esa es la primera impresión, y que este juicio está por encima de todo otro. Por otro lado, la chica de la silla de ruedas espera que él se lleve una sorpresa y la rechace cuando él se de cuenta de su aparente discapacidad o falta de movilidad. De estos niños podemos ver una lección de no fijarnos de las apariciencias.  ¿A qué damos más importancia de entre dos o más categorías?, ¿cuál es nuestra escala de valores?, ¿cuáles son nuestros criterios para aceptar o rechazar cosas, valores o personas incluso? La realidad se impone con su tozudez y nosotros muchas veces nos obstinamos en lo que prevemos como más lógico, razonable, esperable y admisible. Si aplicásemos la misma vara de medir con nosotros mismos veríamos más claramente la injusticia de nuestro trato, de nuestra consideración. La Misericordia de Dios, Su realidad, está muy por encima de mi condición pecadora, la idea que tengo de mí. ¿Cuántas veces he tenido ocasión de acercarme al sacramento de la Reconciliación, de forma humilde y confiada? ¿Cuántas he podido descubrir lo fácil que hubiera sido antes no cerrarme a Su Gracia? ¿Por qué no colaboré antes a la sencillez de corazón que Él esperaba de mí, y lo cercana a mi vida que era Su Presencia, que nunca me abandonó? El Dios que me salva en cada instante no es el de mis ideas, prejuicios y temores, sino el que se hizo hombre, dio su vida por mí y me espera con los brazos abiertos siempre.


P. Joan Carreras del Rincón

Autor del blog:  «Nupcias de Dios» 

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La Roma e la Lazio, romanisti e laziali, dos mundos que ocupan el mismo territorio y que conviven con dificultad porque se repelen. Un chico y una chica, pertenecientes también a dos mundos distintos, el masculino y el femenino, pero que se atraen recírprocamente y generan simpatía. La salud de un Mirko que inicia la adolescencia y la discapacidad de una adolescente, que contempla el juego de sus coetáneos. Entre estos mundos y diferencias, atracciones y repulsiones, discurre un momento de la vida de Mirko y es espejo con frecuencia de la nuestra. Quizá el mayor encanto de Mirko es precisamente ése, su ingenuidad y sencillez. Ya se lo dice su madre, que él es dulce y la frase llega directa al corazón de la niña. Luego vienen los equívocos, divertidos y dolorosos a la vez.  Afortunadamente la chica era, efectivamente, de la Lazio, pero no tanto como para que no se le iluminara la cara con una sonrisa, al ver que había malinterpretado a Mirko. Si hubiera sido una laziale de verdad, ¡eso no hubiera ocurrido!


Néstor  Mora

Autor de blog: Eclesias TIC

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No soy fan de ningún equipo de fútbol. Para mi todos son igual de ficticios e intrascendentes. ¿Qué importancia tienen 11 personas vestidas iguales y corriendo detrás de una pelota durante 90 minutos? ¿Qué más da cuál de los equipos meta gol o tenga el mejor jugador?  Al menos yo nunca lo he comprendido. Jugar al fútbol y disfrutar haciéndolo, es muy diferente a ser fanático de un equipo.  Si eres de los que aman el fútbol pero señalan la ilógica del fanatismo, eres sospechoso por juzgar su ilógica actitud, sus errores, defender una irrealidad y compartir este juicio sinceramente. ¿Por qué? Porque lo importante siempre es el equipo, el partido, el sesgo, el gueto, pero no el fútbol. El fútbol es la excusa. En la Iglesia, por desgracia, pasa lo mismo. Cristo es lo menos importante, el evangelio se sesga y retuerce a conveniencia. Cristo se toma como excusa para defender el gueto. Los segundos salvadores marcan la dirección a seguir en cada momento y nosotros, parece que siempre estamos dispuestos a seguirlos y adorarlos. Sobre todo si lo que dicen me gusta y resulta egoístamente atractivo.


Carlos Romero Villarroel

Autor del blog: El blog de CarlosRomeroV

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Este corto dirigido por Isabella Salvetti nos deja una gran enseñanza sobre los valores que priman en nuestra sociedad. Mirko, el protagonista, se muestra impresionado al ver que su posible nueva amiga Luana usa una silla de ruedas. Esto le produce un gran rechazo, tanto que se arrepiente de invitarla a tomar un helado. Pareciera que esta es la discriminación de la que nos va a hablar el vídeo. Sin embargo, el relato va más allá. Mirko mira las ruedas de la silla de ruedas de la niña y se da cuenta de que ella es “tifosa” de la Lazio, cosa que le parece inaceptable. Y es aquí donde está la clave de la reflexión que nos quiere presentar el vídeo. Para el niño algo tan banal como el fútbol fue lo que determinó la forma de ver al otro. No le importó que usara una silla de ruedas. Para él lo que importaba era el equipo al que apoyaba. Esto nos lleva a reflexionar sobre cómo validamos ciertas actitudes por ser más o menos graves. Mirko, sea por el motivo que sea, estaba discriminando a Luana. Nosotros ¿lo justificamos? La respuesta que demos nos puede ayudar a comprender cómo estamos aceptando de nos otros mismos y de otros actitudes que no son las mejores y que no reconocen la dignidad del otro.


Pilar V. Padial

Autora del blog:  ¡Vive celebra la vida!

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El presente vídeo me ha llegado especialmente el corazón, porque en él se trata con profundidad y sencillez un problema más común de lo que la mayoría de las persones supone. Es cierto que el mundo no es un lugar angélico y debemos tener nuestras precauciones y nuestros razonamientos y criterios. Sin embargo, es una lástima que nuestra cerrazón de mente o nuestros prejuicios, nos hagan ver peligros o mala intención donde no los hay. No nos damos cuenta de que la mayor parte de nuestros problemas interpersonales proceden de un deficiente autoconocimiento, y de que no hemos abierto suficientemente nuestro corazón a Dios para que nos lo sane. Las heridas abiertas o mal curadas, incluso infectadas, nos hacen predisponernos negativamente hacia los demás. Sé que es arriesgado, pero creo realmente que cada persona tiene derecho a su oportunidad para manifestar cómo es y cómo piensa, antes de que le pongamos una etiqueta según lo que otros nos hicieron o nos han dicho. Esa actitud valiente sólo puede lograrse cuando Dios es nuestro verdadero fundamento.