

Parece que hemos llegado al punto en que nuestra «relación» con la tecnología y la nueva forma de comunicarnos se ha convertido en algo tormentoso. Pasamos horas y horas conectados, frente al celular, desatendiendo lo importante…¿En qué momento se inventó semejante cosa?
El uso indebido de las pantallas ha traído y trae un sinnúmero de sinsabores. Pero ¿realmente es todo tan malo? O es que podemos encontrar un punto medio. Veamos qué tienen que decirnos al respecto nuestros autores. Reflexión acompañada de un conmovedor video de Vodafone España, que nos lleva a reflexionar sobre el uso que le damos a nuestro tiempo con el móvil.
Mauricio Montoya


«Un cacharro de esos…». Vemos que estos dispositivos, fruto de los avances tecnológicos, del desarrollo social que implica tener poco tiempo presencial y otros factores, se han convertido en elementos necesarios y de primer uso en nuestra cotidianidad.
Frente al uso que hacemos de ellos se generan múltiples interrogantes, entre ellos: el tiempo que gastamos en ellos.
En mi experiencia de vida en el extranjero, el uso del celular, específicamente del chat fue algo dador de fuerza. Sí, en la aplicación de Whatsapp, tengo a mi madre con notificaciones personalizadas, y era inexplicable lo que sentía en el corazón cada vez que el celular sonaba de manera particular.
Sin haber visto lo que escribía, mis latidos se aceleraban. El celular no reemplaza el encuentro personal, pero sí creo que es un medio para fortalecer y acrecentar los lazos entre nosotros, todo dentro de los límites razonables y éticos.
Padre Juan Carlos Vásconez


La comunicación del mundo interior es un verdadero don de Dios, del que no gozan los animales. Entre los hombres es fundamental, porque el sentir el cariño de los demás nos da el impulso para vivir mejor el día a día. No somos ni máquinas ni animales.
Necesitamos ese cariño que se expresa en las palabras (o en los emojis). El papa Francisco decía hace poco: «Debemos retomar la comunicación en familia. Los padres con los hijos, con los abuelos. Comunicarse. Y los hermanos entre ellos. Esa es una misión que se debe cumplir hoy».
Cada día podemos mejorar nuestra comunicación si nos esforzamos por transmitir cariño. Ya sea con una palabra al oído o un mensaje para demostrar nuestra cercanía.
Mabe Andrada


El celular nos muestra semanalmente nuestro uso del mismo. Incluso nos puede indicar en qué se nos fue el tiempo, qué aplicaciones usamos con más frecuencia, cuáles nos consumen más batería o internet, etc. Pensé tres cosas al respecto.
La primera: ¿en qué invierto mi tiempo? esto nos puede arrojar alguna pista sobre la cantidad del tiempo que invertimos en algo, y si está bien aprovechado o no. Podemos examinarnos y ver si estamos dejando de hacer algo importante (un trabajo, una actividad familiar o social, quizás la oración) porque «no tenemos tiempo», que en realidad sí tenemos, pero quizás mal manejado o aprovechado.
La segunda: ¿cuánto tiempo dedico a lo que me importa? El celular quizás no nos pueda mostrar —o tal vez sí, a veces la tecnología me sorprende— el tiempo que destinamos a la familia, al prójimo, a Dios. Pero podemos emular ese «resumen semanal» que nos da el aparatito este y, en la oración o en el examen de conciencia diario, hacer nuestro propio resumen. Observando qué porcentaje de mi atención va destinado, no a una app, sino a determinadas personas.
Tercero y último: ¿qué calidad tiene el tiempo que destino a una cosa u otra? Quizás me siento media hora ante el Santísimo, pero quizás 29 minutos pase distraída en otras cosas y nuve veces mire las notificaciones de WhatsApp que me caían.
Quizás todos los días me siento a la mesa con la familia, pero no hablo, no miro a los demás, no les pregunto por su día, sino que como en silencio y me levanto rápidamente a ocuparme de otra cosa. Ejemplos como estos pueden ser miles.
Para que invirtamos bien nuestro tiempo, en cosas provechosas o personas importantes, y viviendo plenamente el encuentro con los demás, con nuestro trabajo o con nosotros mismos, te recomiendo hacerte estas tres preguntas. Repito: en qué, cuánto, de qué manera.
Silvana Ramos


El reto está en la justa medida. ¿Qué es lo justo?, será que dejarme llevar por las redes sociales para entrometerme en la vida de los demás, «distraerme» con las noticias y publicar solo ese lado «perfecto» de mi vida es provechoso, si quiera ¿humano?
La tecnología por sí misma no es buena ni mala. Siempre dependerá del uso que el ser humano escoja darle. La tecnología ha permitido acercarnos notablemente. En algunos casos tiende puentes que antes no podíamos imaginar, conversaciones con los hijos adolescentes, con los padres alejados.
Ese primer paso que cara a cara puede ser tan difícil, con una pantalla de por medio se suaviza y permite luego una conversación presente más confiada. Siempre dependerá de lo que elijamos hacer con lo que nos presentan utilizando con inteligencia, voluntad, responsabilidad y justicia los recursos que tengamos a la mano, sin importar cuáles sean estos.
Andrés D’Angelo


Este video me pareció extraordinariamente conmovedor: podría ser autobiográfico de mi familia. Hace 22 años, al comprarme una nueva computadora más potente, le regalé a mi papá mi vieja computadora de escritorio.
Al principio protestó, pero luego le fue perdiendo el miedo, y pocos meses después estaba mandando correos electrónicos y escribiendo artículos y cartas que tanto bien hicieron y nos hicieron los años previos a su fallecimiento. Mi papá no era especialmente tecnológico, y siguió protestando por la tecnología hasta los últimos días de su vida.
Pero los diversos modos de comunicarse que le abrió la computadora le permitieron recuperar el contacto con muchos amigos que vivían lejos. Luego hicimos un grupo de Google de la familia, y la enorme familia desperdigada por Argentina y el mundo se reunió bajo una catarata de correos en los que compartíamos nuestras alegrías y dividíamos las penas.
¿Es la tecnología un medio idóneo para la comunicación? No es el mejor, pero cuando es muy difícil comunicarse por los medios tradicionales, es un gran complemento.
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