El video de hoy nos coloca en la conversación de una pareja donde la mujer, con un metafórico clavo en la frente, trata de explicarle a su novio tanto su estado de ánimo como las dificultades que viene experimentando en su vida cotidiana. El novio, sorprendido de que la mujer no relacione sus problemas con el metal incrustado, trata de hacérselo ver del mejor modo posible. La divertida situación nos abre las puertas a un sin fin de interpretaciones y temas muy interesantes sobre las relaciones personales, lo políticamente correcto, la diferencia entre hombres y mujeres y demás. Hemos dejado este dialogo en manos de nuestros blogueros asociados. ¡Qué lo disfruten!

No dejes de decirnos cómo interpretas tú el bendito clavo…

Manuel Rodriguez (Perú), autor del blog: «Roncuaz»

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Es una excelente parábola de la no aceptación de uno mismo. Cuando nos dicen una verdad que no vemos sobre nosotros mismos comenzamos por culpar al otro de algo, acto seguido pedimos comprensión y apoyo sobre una cuestión que sólo podemos solucionar si decidimos cambiar pero es lo último que estamos dispuestos a admitir. El nombre del de fenómeno es simple y viejo como la humanidad: soberbia. Si el clavo lo ponemos en la cabeza del hombre el asunto sería más o menos lo mismo. He visto muchos hombres y mujeres (entre los que me incluyo) que reclamamos atención de parte de las personas significativas de nuestro entorno pero sin tener la más mínima disposición para ponernos en su lugar, encerrados como estamos en dolores cuya causa es nuestra propia mediocridad. Yo no veo que sea una diferencia sexual, algo hay en el hecho de que la chica pide ser escuchada pero la figura del clavo es un problema objetivo de ella, escucharla sólo es un paliativo que no arregla ese dolor que la separa de quienes la quieren y que sólo podría solucionarse si ella se decide a pedir ayuda para que se lo saquen.


Pilar V. Padial (España), autora del blog: ¡Vive!: Celebra la vida

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“Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus” enfoca la convivencia entre ambos sexos hacia un nuevo aprendizaje del “idioma” del otro. Esa compenetración es espinosa, tanto más, cuanto más estrecha sea. Es un camino de amor que nunca se puede dar por terminado: morir a sí mismo para abrirse al amor y nacer al nosotros. Este vídeo muestra, en mi opinión desde el punto de vista masculino, cómo se sienten ellos ante el modo de ser de ellas, en ese aspecto. La mujer necesita compartir emociones, desahogarse, sentirse apoyada y escuchada. Normalmente eso le basta para luego buscar ella misma la solución, si la hay. No desea ser un asunto a resolver sino una persona a quien comprender y amar. Para el hombre puede resultar desconcertante somos muy diferentes, pero hace bien en creerla y atenderla aunque no entienda. A veces hace falta un acto de fe en el otro y siempre actos de amor. Dios nos puso por delante una tarea compleja pero apasionante con las diferencias de sexo.


Fran del Nido (Argentina), autor del blog: «Apóstol Totus Tuus»

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Muchas veces no queremos ver la realidad, por que la misma nos interpela, nos invita a adecuarnos a ella, y utilizando el razonamiento (inductivo), tratar de llegar a la verdad. Pero, ¿Porqué no queremos ver la realidad, si justamente es a través de ella que debemos transitar el camino hacia la verdad? Por distintos motivos, pero creo que la razón principal es que le tenemos miedo. Por que ella nos invita al cambio. Vemos gente que muere de hambre en las calles, es tan real como la comida que digerimos en nuestro almuerzo, y seguimos de largo, siempre con alguna «noble» excusa. Y así hacemos con todo. Nos volvemos «políticamente correctos», decimos lo que los demás quieren escuchar para no ser marginados. Así, nos cerramos a la verdad para seguir viviendo en nuestra comodidad, y transcurrimos nuestra vida forzando a la verdad a que se adecue a nosotros, la relativizamos, la profanamos, pues la sola idea de que somos incapaces de poseer la verdad nos da escalofríos.


Néstor Mora (España), autor del blog: «EclesiasTIC»

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Los prejuicios son parte de nuestra realidad y además son necesarios para poder movernos por el mundo sin estar reflexionando largamente a cada paso que damos. Pero estas defensas a veces se convierten en muros que nos separan o en factores de sufrimiento auto aceptados. El clavo es parte de la realidad de la chica y cuando alguien lo señala, aparece una reacción de agresiva autodefensa. Perder un prejuicio es perder la defensa que nos ofrece ante lo desconocido. Aunque este prejuicio nos duela y nos aleje de los demás, nos da miedo vivir sin el. Verdad es mucho más que nuestra realidad y para disfrutarla, tenemos que desechar los prejuicios que nos defienden de nuestra propia libertad. ¿Es duro desechar un prejuicio? Mucho más que sufrirlo. La Verdad nos hará libres, siempre que la aceptemos sin reserva.


P. Joan Carreras del Rincón (España), autor del blog: «Nupcias de Dios»

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El clavo en la frente es símbolo de la diferente estructura sexual y también de los prejuicios, como han comentado respectivamente Pilar y Néstor, pero también puede serlo de un prejuicio particularmente irracional: el tabú. El prejucio no se toca porque es una defensa de la persona ante la realidad que le circunda. Es cierto, pero no todos los prejuicios son iguales. Algunos son investidos de sacralidad, precisamente para que las personas no los manoseen. El tabú es un prejucio institucional que está presente en todas las culturas. El ejemplo más claro y reciente que recuerdo ahora es el de las mujeres que llevaban en sus cuerpos desnudos este lema: “el aborto es sagrado”. Interesante paradoja sociológica. Estas mujeres, que son fruto insigne de la sociedad secularizada, lejos de arrojar lo sagrado de sus vidas se han limitado a cambiar de objeto: el derecho al cuerpo es el clavo que muchas personas tienen en sus mentes. Es mejor no tocarlo directamente. Nunca admitirán que ése es el problema.