

El video que publicamos hoy es el premiado corto: «Perfection». Fue producido por Jorge Agraz y dirigido por Karen Lin. Narra la historia de una mujer a quien se le inculca desde muy niña la importancia de alcanzar la perfección en todas las actividades que se emprenden en la vida. Acompañados por el simbolismo del tablero, las piezas, y el angustiante «tic-tac» de los 60 segundos que ofrece el juego para completarlo, veremos pasar escenas de la niñez, adolescencia y madurez de esta mujer; algo así como si toda su vida fuera una lucha constante por alcanzar una victoria que parece nunca llegar. El final es dramático e impresionante. Ocurre en interior de la protagonista lo mismo que ocurre cuando en el juego no se logra colocar las piezas en el tiempo establecido. Véanlo ustedes mismos.
Pienso que «Perfection» es un video que nos invita a reflexionar sobre el tipo de perfección al que hemos sido llamados a vivir y además resulta una excelente advertencia sobre los límites humanos y la centralidad de la Gracia en nuestras vidas. Dada la riqueza simbólica de la producción hemos armado esta entrada a modo de Post-comunitario. ¡Que lo disfruten!
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P. Joan Carreras del Rincón (España)
Autor del blog: «Nupcias de Dios»



No hay bien sin libertad. Y sólo somos verdaderamente libres cuando decidimos de manera autónoma nuestro destino y la ruta para llegar a él. Esta mujer va obrando siempre al ritmo que le marcan otras personas. Ella es obediente y cumplidora. Sin embargo, a pesar de que todos esos logros -que rozan la perfección- le llenen de satisfacción, siente una desazón interior. A medida que avanzan los años, se advierte la carencia de sentido. Simbólicamente, las fichas saltan por los aires. Eso sucede en su imaginación, primero y en su voluntad, después. Aprieta el botón y se decide a vivir por sí misma. Allí comienza la perfección propiamente humana: el reto de la libertad. Una enseñanza que no fomenta la libertad personal es simple adoctrinamiento.La perfección está en asumir la libertad de cada acto: el bien que podemos hacer en un acto libre no lo podrían realizar todos los robots del mundo.
Néstor Mora (España)
Autor del blog «EclesiasTIC»



No es un video fácil, ya que es como una espada de doble filo. La perfección es algo deseable pero ¿Es alcanzable? ¿A cambio de qué? En electrónica se estudian los amplificadores a través de un parámetro muy interesante: el factor de calidad. Es el producto de amplificación por ancho de banda. Este factor de calidad es una propiedad intrínseca de cada circuito y no podemos cambiarlo sin crear otro circuito diferente. A los humanos nos pasa lo mismo. Cada cual tiene un factor de calidad entendido como el producto de los talentos y la voluntad. A lo mejor podemos ser perfectos en una cosa, pero a cambio de reducir nuestras capacidades. ¿Estamos dispuestos a ello?
Pasando al mensaje apostólico. Debemos empezar por aceptarnos como somos y buscar que sea la gracia de Dios la que aumente nuestro “factor de calidad”. Si buscamos ser nosotros los que nos perfeccionemos a nosotros mismos, conseguiremos poco y a base de limitarnos y minimizarnos como personas. Dios nos quiere libres y felices, no aparentemente perfectos y tristes. La santidad es un don de Dios.
Susana Hortigosa (España)
Autora del blog: «Y en tu camino seré el andar»



“Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.” Néstor se pregunta si la perfección es deseable. Opino que no solo es deseable sino, para los cristianos, un mandato. Joan habla de felicidad en la libertad, pero me gustaría ir más allá: somos felices cuando usamos nuestra libertad para tratar de ir hacia la perfección.
¿Es la perfección la excelencia interpretativa? ¿La figura idónea? ¿El éxito profesional? ¿O solo son servidumbres disfrazadas de perfección? La clave es hacia dónde miro, a quién sigo. El hombre se sabe incompleto y busca su referente con la mirada, pero cuando no encuentra a Dios, o cuando le niega, su mirada se engancha en sucedáneos ofertados por el cine o la publicidad. Y, ante el vacío que inevitablemente les sigue, solo hay dos posibilidades: ansiar más sucedáneos (como una hija que llegue a donde yo no he llegado) o comprender que algo está fallando, parar en la cuneta y volver a mirar el mapa.
Pilar V. Padial (España)
Autora del blog: ¡Vive!: Celebra la vida



Sí, Susana, la misma cita vino a mi mente en cuanto vi el vídeo: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.” (Mt 5, 48). Perfectos, ¿en qué? En el amor, como nuestro Padre celestial. ¿Son malas, las disciplinas y esfuerzos humanos por hacer las cosas bien, la pedagogía de nuestros padres y educadores? No, en absoluto. Cuando somos niños, no tenemos una conciencia formada y otros deciden por nosotros lo que juzgan mejor. Les obedecemos y queremos agradarles, eso es muy bueno. Pero poco a poco, como dice Don Joan, nuestra libertad ha de ir tomando las riendas. Escuchando, ya no sólo las órdenes exteriores, sino también las mociones internas del Espíritu Santo, iré vislumbrando la Voluntad de Dios sobre mi vida. Si elijo seguirla con amor, alimentado de su Gracia y de su Vida, llegaré a caminar, cada vez más, en el verdadero Camino, Verdad y Vida, que es Jesús. “Cuando yo era niño, hablaba como un niño…” (1Cor 13, 11)
Lucía María M. Alcalde (España)
Miembro de Arguments y autora del libro «Me debes un beso»



Como ha dicho Pilar, el mandato de Jesús de “sed perfectos”, se refiere a ser perfectos en el amor. Es lo mismo que decir: “sed santos”. Y ser perfectos, en este sentido, no se mide con resultados, ni con criterios de eficacia ni de éxito. Un cristiano no es alguien que lo hace todo bien, sino alguien que lucha por ser santo cada día, en cada momento.
San Josemaría Escrivá decía que había que “luchar, por amor, hasta el último instante”. Y lo más importante de esta cita es el “por amor”, porque si no lo hacemos por amor a Dios, luchar por la santidad se convierte en perfeccionismo autocomplaciente que, a la larga, no te hace feliz, porque sólo el amor puede darte la verdadera alegría. La lucha por la santidad cuesta, pero no hay que vivirlo de manera voluntarista ni con resignación. Como dice el capellán de mi facultad, don Jon Borobia: “La santidad, como el gin tonic, hay que disfrutarla”.
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