
El video que presentamos en esta ocasión, pertenece a un conocido vloguero llamado Jason Silva, que con sus «Shots of Awe«, busca plantear una serie de incógnitas y cuestionamientos muy humanos, muy interesantes, aunque algunas veces con respuestas que se pueden quedar cortas ante lo inmenso e insondable del espíritu humano. Es lo que queremos tratar de abordar en este post, comentando el video de su «Existencial Bummer» (O «El rollo existencial»), que nos presenta una difícil realidad: el ser humano es contingente y limitado, pero su experiencia interior es de necesitar algo (y mucho) más.
Jason comienza haciendo un análisis de la realidad muy certero, invitándonos a contemplar en toda su dureza y verdad la contingencia (que el llama «impermanencia») como dato real de la existencia humana. «Las cosas bellas nos pueden poner un poco tristes, y es porque nos hacen alusión a la excepción… a que es algo temporal» menciona, recordando que este mundo y lo que en él encontramos es pasajero, desde lo más material y superfluo, hasta lo más profundo o sentimental. Como decía el poeta Jorge Manrique: «Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando; cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor…».
Silva continúa mencionando que por esa razón, la de toparnos con nuestra realidad contingente, de ver la fugacidad de las cosas (y de manera particular las cosas hermosas y que tocan el corazón) es que sentimos esa nostalgia; esa experiencia de querer que no termine, o de querer aún algo más, esa necesidad de una felicidad que no termine, y que vaya más allá de nuestra contingencia.
¿Cómo responder frente a esta experiencia tan común para todos? En el video se nos proponen algunas salidas pero que si bien tienen toda una carga sincera y profunda, resultan insuficientes: «Desafiamos la entropía y impermanencia con nuestros poemas y nuestras películas» dice Silva. Y continúa: «No acepto la naturaleza efímera de este momento, Voy a extender esto para siempre, o al menos lo voy a intentar». Son propuestas que suenan muy bien, pero que no van al fondo del asunto. Aunque el ser humano quiera «dejar huella» con las cosas que hace, o con el Amor que ama a las personas, la experiencia personal de que todo termina continúa. Y más aún podría generar mayor depresión para quien se plantee: «Y ¿para que hice tal o cual cosa, para que amé tanto… si todo va a terminar igual?».
Vivir la vida al máximo, está bien. Pero no basta. No termina por responder a mis anhelos de infinito. Para poder llegar al fondo del asunto, necesito encontrarme con quien está «en el fondo» del «asunto», de mi existencia, del mundo. Aquel quien a veces, tras esos cuestionamientos profundos, se encuentra «detrás del telón», pero que sale a nuestro encuentro una y otra vez para obrar en nuestras vidas. Ese, es Jesús. A la luz de la fe esa condición que toda persona experimenta solo puede entenderse como hambre de infinito. Y el único infinito que puede saciar esa hambre, es Dios.
Con Dios presente, no sólo como un dato más, sino como alguien con quien me relaciono como amigo y como Señor, la vida se torna un caminar esperanzado. Nuestras lágrimas por el dolor, serán secadas; nuestro Amor se verá plenamente realizado; la belleza de las cosas, será total y permanente; nuestras relaciones humanas, serán sinceras y reconciliadas. Si bien todo es contingente, todo pasa, todo es efímero; con Dios, tenemos la certeza de que estamos de tránsito hacia una vida plena, donde podremos vivir amando y siendo felices.
Dinámica:
Piensa en las veces que tienes esa experiencia de contingencia en tu vida. Mejor aún, ¡escríbelas! Luego de eso, piensa cómo Jesús responde a cada una de tus inquietudes ofreciéndote su amistad y su compañía para siempre. Mejor si lo haces en el Santísimo rezando.
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