

Los jóvenes muchas veces se pueden acercar a la Sagrada Escritura pensando que es un libro de «viejos para viejos» ¡pero no pueden estar más equivocados! Entre los personajes bíblicos en la Escritura nos encontramos con un gran número de jóvenes que amaron y sirvieron al Señor, algunos con «problemas» que muchos jóvenes hoy siguen viviendo.
Aquí te dejo 5 personajes bíblicos jóvenes que tienen mucho para enseñarnos.
1. José, hijo de Jacob y Raquel
La historia del primero de nuestros personajes bíblicos la encontramos en Génesis 37-50. José era el hijo favorito de su padre y por envidia sus hermanos lo vendieron como esclavo a unos comerciantes que después lo vendieron a un egipcio de alto rango que se llamaba Potifar. Con el tiempo, este joven, trabajador y honesto, se ganó la confianza del egipcio.
La felicidad no duró mucho debido a que la mujer de Potifar buscó seducirlo y por la rabia que le dio la virtud de José lo acusó de violación y fue enviado a la cárcel injustamente. Debido a los dones de José, que podía interpretar los sueños, fue enviado a interpretar los sueños del Faraón y tras ganar la confianza del rey se convirtió en gobernante de Egipto.
La historia de José nos muestra cómo la rivalidad entre hermanos hace mucho daño a las familias. Es claro que todo lo malo que le pasó a José fue permitido por Dios debido a que tenía un plan mucho más importante para José, pero esto no elimina el sufrimiento por el que pasaron Jacob y Raquel y los mismos hermanos de José cuando se dieron cuenta de la injusticia que habían cometido.
Muchos podemos tener familias complicadas y a veces tener cierta envidia de nuestros hermanos, pero es importante que no dejemos que las rivalidades sean más fuertes que el amor al que estamos llamados.
La familia unida siempre será más fuerte. Veamos en José la imagen de un hijo que sobrellevó grandes dificultades y que después pudo perdonar a los que le hicieron daño. En muchas ocasiones, los sufrimientos más grandes nos los generan las personas que más queremos o que más deberían querernos y es un regalo de Dios perdonar como José pudo hacerlo.
2. David
David, bisnieto de Booz y Rut, era el hijo más joven de Jesé que pertenecía a la tribu de Judá y habitaba en Belén donde nació David. Aparece en la Sagrada Escritura como un joven pastor de ovejas elegido por Dios y acompañado por Él desde su juventud.
Uno de los rasgos más característicos de David fue su valentía. Se enfrentó a Goliat, un poderoso guerrero al que todos temían, y al vencerlo derrotó a los filisteos.
La valentía de David estaba marcada por el amor profundo que tenía por Dios y la confianza en que Yahvé estaba con él siempre. Es de aquí de donde podemos tomar la fuerza para enfrentar todas las dificultades que se nos ponen en el camino. David supo, en muchos de momentos en su vida, poner a Dios primero, exaltar las grandezas de Dios —de ahí tenemos los Salmos— y confiar en la presencia de Dios en las dificultades.
Así como David se enfrentó a Goliat, nosotros podemos enfrentarnos con unas dificultades gigantescas que parecen invencibles y ante las cuales muchos pueden tener miedo. De la misma manera de David, podemos confiar en que Dios está presente en los pequeños, en los sencillos, en los que parecen insignificantes y de ahí tomar la fuerza para presentarnos ante los ejércitos con la sencilla piedrecilla de la fe y la humildad que es engrandecida por el poderío de Dios.
3. Jeremías
Una de las conversaciones que más me gusta leer en la Sagrada Escritura es la que tiene Dios con Jeremías, dice:
«Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí. Yo dije: «¡Ah, Señor Yahveh! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho». Y me dijo Yahveh: No digas: «Soy un muchacho», pues adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande dirás. No les tengas miedo, que contigo estoy yo para salvarte —oráculo de Yahveh—. Entonces alargó Yahveh su mano y tocó mi boca. Y me dijo Yahveh: Mira que he puesto mis palabras en tu boca».
Piensa en que esas palabras te las dice a ti también el Señor. Él nos conoce desde antes de nacer, desde toda la eternidad y tiene un plan perfecto y lleno de amor para cada uno de nosotros. Él nos da la gracia para llevar adelante lo que nos pide. Nos recuerda que hemos de confiar en su presencia con nosotros siempre que deseamos cumplir con su voluntad.
Si eres joven y crees que Dios no te pide nada aún, no puedes estar más equivocado. Dios siempre nos está pidiendo algo: ¡qué seamos santos! Él desea que hablemos de Él. Que se nos llene la boca de tanto amor que recibimos de Él para que proclamemos a los siete vientos que Él nos ha salvado. Proclamar que nos ha dado la vida, que en Él encontramos toda nuestra alegría.
Pídele que, de la misma manera que lo hizo con Jeremías, toque tu boca y te dé las palabras para que puedas hablar de manera veraz de quién es Dios y del amor que tiene por todas sus creaturas.
4. La Virgen María
María era una jovencita que estaba preparada en su corazón para decirle sí al plan que Dios tenía para ella. Te puede parecer extraño que hable de la Virgen en una lista de personajes bíblicos jóvenes. Pero, si nos guiamos por la tradición y la historia, María no debía tener más de 15 años cuando el Ángel la visitó y ella aceptó la Misión de ser la Madre de Dios.
Santa Ana y san Joaquín, los padres de la Virgen, cuidaron de ella en su infancia, la guiaron en lo que humanamente ella necesitaba, pero Dios estuvo con ella siempre, de la misma manera en la que está con nosotros, pero recuerda ¡Ella no tenía la mancha del pecado original!
De María podemos aprender a decir sí a Dios. Pero recuerda, para decir sí debemos estar preparados tanto interiormente como exteriormente. Dios nunca te va a pedir más de lo que puedes darle. Él siempre te dará la gracia para llevar adelante el plan que Él tiene para ti. Pídele a la Virgen que interceda por ti. Que te haga valiente como ella para decir que sí a ese sueño que Dios tiene preparado desde antes de toda la eternidad para ti.
5. Juan, el discípulo amado
Entre estos personajes bíblicos, el último que te menciono es Juan. Cada vez que me acuerdo del discípulo más joven de Jesús, se me enternece el corazón. Solo con recordar la cercanía de Juan con Jesús en la última cena y como reposó su rostro en el pecho de Jesús «se me pone la piel de gallina».
Ese amor que tenía Juan por Jesús lo hizo permanecer a su lado. Aun cuando la situación se ponía más que difícil, en la Cruz nos representó a todos. Por él tenemos a María como Madre—.
La juventud de Juan lo hizo valiente, de la misma manera que a David. Permaneció al lado de su Maestro en la adversidad, en el escándalo de la Cruz se quedó a sus pies. De Juan podemos aprender a permanecer. A encontrar en Jesús la persona a la que queremos ver, con quien queremos pasar nuestro tiempo.
Aun en las peores tormentas, en las más grandes adversidades, podemos permanecer a los pies de Jesús. Repetirle: gracias por darme una Madre como María que intercede por mí como en las bodas de Cana, gracias por despojarte de todo por mí. Gracias porque has muerto para darme la vida y has resucitado para abrirme el Cielo.
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