Siempre que he pensado en presidiarios, en la cárcel, sobre todo viendo documentales o reportajes de las prisiones en mi país y en Sudamérica en general, he tenido la impresión que ir a la cárcel no solo es una condena sino la aniquilación de tu propia vida.

Qué terrible debe ser haber sido condenado siendo inocente, o recibir una sentencia injusta, sufrir las consecuencias no solo de un sistema penitenciario deficiente sino además corrupto. En las condiciones actuales la cárcel no transforma, al contrario termina siendo un instrumento de terror y deformación humana. No en vano hemos asumido el mismo infierno como sinónimo de cárcel. La diferencia con el infierno es que de la cárcel se puede salir, que ahí aún hay oportunidad. Que por más terrible que haya sido lo que hayas hecho, hay redención, aún tu condena dure lo que una vida. Y esto no debería dejarnos indiferentes.

El reportaje que nos trae «SoulPancake» sobre la vida en una prisión de Oklahoma nos hace ver cuánto bien podemos hacer en favor a de la gente que está en prisión. Este es solo un ejemplo de las muchas cosas que se puede hacer por ellos. Dios nos libre de estar alguna vez en aquel lugar.

¿Por qué ayudar a un criminal?

¿Qué oportunidad se merece alguien que ha hecho daño?, alguien que tal vez ni siquiera se ha arrepentido aún. Lo cierto es que eso no lo juzgamos nosotros, nuestro deber es mirar con los ojos que mira Cristo. Amando infinitamente, incluso a aquél que lo traicionó.

Si Dios perdona todo, una y otra vez, por qué nosotros nos ensañamos en juzgar duramente. Para un cristiano su labor además de amar a Dios por sobre todas las cosas, es tratar de que los hombres lo conozcan, lo amen y puedan alcanzar la Salvación. No podemos ser mezquinos en nuestros actos de caridad, no podemos definir quién merece una oración y quién no. Todos las merecemos. Todos, sin excepción.

Todos somos dignos del amor de Dios

Qué edificante es cuando alguien, como la mujer de este reportaje, asume las consecuencias de sus actos, pero no se queda ahí, quiere crecer. Se siente merecedora del amor de Dios, ama incluso desde sus cadenas y decide hacer algo con su vida. Tiene un propósito, una misión. 

Muchas veces gozando de libertad y todas la oportunidades que tenemos a la mano, no logramos despegar. No logramos ver ese horizonte que abre una eternidad frente a nuestros ojos. Nos convertimos nosotros en esos prisioneros que se creen condenados y sin un sentido en esta vida.

Este video me ha servido para entender que las prisiones nos las ponemos nosotros mismos y que a la vez podemos hacer mucho por aquellos que sufren una condena. Por los que están encarcelados literalmente y metafóricamente. Donde estés, mientras estés vivo siempre habrá una oportunidad para hacer de tu vida algo valioso, porque eres digno,  porque eres hijo de Dios.