

El mundo pasó a ser uno que no puede esperar. Todo (o casi todo) tiene que estar hecho para ayer. El guionista, productor y director de cine neozelandés Andrew Niccol («The Truman Show», «Gattaca», «La Terminal») logra captar esto en su película de ciencia ficción y suspenso estrenada en octubre de 2011: «In Time» («El Precio del Mañana» en Latinoamérica).
En la historia, Will Salas es un residente de la zona 12, donde la gente vive el día a día esperando llegar vivos al siguiente. ¿Por qué es tan límite su situación? Porque la gente nace con un reloj en su antebrazo izquierdo que marca cuánto tiempo de vida le queda. La cuenta regresiva comienza cumplidos los 25 años de vida, con un año por delante, es decir que una vez que cumpliste veinticinco te queda un año de vida a menos que trabajes y ganes tiempo.
*Antes de empezar a reflexionar sobre el tiempo y su valor, me gustaría aclarar que la película no es para menores de edad.
El contenido ideológico es cuestionable y no apto para menores porque se defiende la postura socialista (y la postura «Robin Hood» que de esta se desprende): nadie debería ser rico si eso significa que otro tiene que ser pobre. Existen los ricos y los pobres desde que hay dos seres humanos en esta tierra: uno siempre tuvo más que el otro.
La Doctrina Social de la Iglesia enseña que Dios creó la tierra para que el hombre disponga de ella y cada uno debe tener acceso al nivel de bienestar necesario para su santidad. Este principio tiene que ser puesto en práctica según el contexto sociocultural de cada uno y no significa que todo es de todos.
Es necesario que el derecho de uso de los bienes sea ejercitado de una forma equitativa y ordenada, sin excluir el derecho a la propiedad privada, la cual no es un fin, sino un medio para llegar a la santidad que cada uno está llamado a vivir.
Es importante tener esto bien claro para poder ver la película centrándose en el mensaje que se puede rescatar sobre el tiempo y su valor. «No tengo tiempo para esto», «estoy llegando tarde», «¿tienes un minuto?», «¡apúrate!», «no me hagas perder mi tiempo». Si nunca dijiste una de estas frases o alguna muy relacionada, voy a tener que pedirte por favor que dejes un comentario abajo diciéndome la receta.
A medida que uno crece se vuelve más consciente del tiempo. Recuerdo que de niño, cuando comenzaba un nuevo año en la primaria, los años eran eternos y era una tortura volver a las clases. Ahora que estoy a mitad de mi tercer cuatrimestre en la carrera me pregunto en qué momento pasaron los otros dos.
Niccol logra retratar este aspecto de la vida de una manera muy particular. A partir de los 25 años el tiempo toma otra dimensión en la vida de las personas que viven en ese futuro distópico. Para mí fue cuando terminé el colegio, para un amigo sé que fue aún antes de haber terminado la secundaria.
Es importante hacernos esta pregunta: ¿Cuándo tomaste conciencia de que el tiempo corría a tu alrededor? ¿Cuándo empezaste a sentir que se te escapaba de entre los dedos? «Me gustaría despertarme con más tiempo en mis manos que horas en el día», dice Will. ¿Nunca deseaste tener más tiempo para hacer más cosas? ¿Por qué crees que es? Creo que es un buen ejercicio el plantearse si todo lo que uno hace vale el tiempo de uno.
Otra realidad del día a día que se ilustra en la película es: ¿cedemos nuestro tiempo a los demás? «¿Tienes un minuto?» –le pregunta una chica de la villa a Will–. Hay que tener en cuenta que esta pregunta tiene más peso en esa realidad que en la nuestra, y Will le dice que sí.
Cuántas veces nosotros nos cerramos y decimos: «lo siento, estoy apurado». La película plantea, de manera muy dura, que cerrarnos a esa persona puede costarle la vida. Un minuto de tu vida puede significar mucho para otro, ¡piensa dos veces antes de negarlo!
Cuando Will le pregunta a una aristócrata de esa realidad cómo puede vivir mientras ve gente morir a su alrededor, la respuesta es devastadora: «No miras». No podemos ser tan ciegos a la realidad. Si la solución a los problemas de los demás es no mirarlos, estamos en problemas.
En la historia se han visto ejemplos de lo que puede pasar si mantenemos esta visión de la vida. Ruanda perdió alrededor de 800.000 vidas en el 94 porque el resto del mundo se dedicó a «no mirar» demasiado tiempo. Algo así como lo que está sucediendo en medio oriente hoy en día.
«Los pobres mueren y los ricos no viven». Esta frase me impactó. Morir implica haber vivido. En cambio no vivir no necesariamente significa estar muerto. Yo cambiaría esa frase por: «hay personas que mueren y personas que no viven».
Las cosas superfluas de la vida, el entender las cosas materiales como fines y no como medios, nos puede llevar a no vivir la vida, o mejor dicho, a vivir en tal estado que no podamos ver las cosas esenciales y vivir sin un sentido. La rutina puede llevarnos a eso, a olvidarnos de por qué estamos vivos, de nuestro propósito. ¡No permitas que esto te suceda a ti! Procura recordar por qué haces lo que haces y que la respuesta a ese por qué, no sea «porque sí».
Una de las partes que me sacudió , fue cuando muere la madre porque el no pudo darle tiempo.
O mejor dicho , ella se quedó sin tiempo .
Y el , no llego a tiempo.
Dónde estaba ? Que hacía con su tiempo ?
Es fuerte esa parte o debe ser que mi madre está grande ,se concientemente que le queda poco y siento que le podría dar más tiempo .