¿Cómo nos imaginamos al mundo en el 2027? Seguramente lo que todos responderemos es que con autos voladores o con robots en nuestras casas. Habrá quienes contestarán también que un mundo más justo y ecológico.

«Niños del hombre» («Children of men» en su idioma original) es una película del director mexicano Alfonso Cuarón, basada en la novela «The Children of Men» de P. D. James. Este film nos transporta a un futuro gris y temible, donde los seres humanos han perdido la capacidad de tener hijos y antes que unirse unos con otros, se distancian. Aún siendo una película de ciencia ficción y con escenas crudas e impactantes (por eso no es apta para todo público) nos deja inquietos ante una no tan lejana realidad.

La cinta comienza con noticias internacionales de la muerte de la persona más joven del mundo, de 18 años. Todos lamentan el fallecimiento, menos Theo, un hombre que refleja la miseria, la desilusión y la desesperanza de su sociedad. Una mujer reaparece en su vida para encargarle una misión trascendental. De ahí en adelante la película se desarrolla de una manera, que más que entretener, nos invita a la reflexión. A continuación les dejamos unos puntos  para reflexionar a la luz de la Palabra de Dios. Ojalá y la hayan visto antes de leerlos:

1. El inmigrante también es mi prójimo

children

Un tema de fondo que ofrece la película es la migración. El mundo que se observa es uno en que los inmigrantes son tratados como animales, enjaulados y maltratados. En muchas de las escenas imperan mensajes nacionalistas y de odio.

La Palabra de Dios en el Antiguo Testamento, nos narra el largo sufrimiento del Pueblo de Dios, que llevó el peso de ser extranjero en otros territorios, y luego serlo en su propia tierra. El Nuevo Testamento nos muestra cómo el mismo Dios, en la persona de Jesús, lo vivió también junto a su Familia al momento de huir a Egipto, recién haber nacido.

Hoy, son diarias las noticias de la crisis migratoria en todas partes del mundo, desde las costas europeas hasta ciudades latino y norteamericanas. Hoy, este es un tema en los discursos políticos, donde se expresa la frialdad con que, cada vez más, tratamos el tema.

«»¿Dónde está la sangre de tu hermano cuyo grito llega hasta mí?» Hoy nadie en el mundo se siente responsable de esto; hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna; hemos caído en la actitud hipócrita del sacerdote y del servidor del altar, de los que hablaba Jesús en la parábola del Buen Samaritano: vemos al hermano medio muerto al borde del camino, quizás pensamos «pobrecito», y seguimos nuestro camino, no nos compete; y con eso nos quedamos tranquilos, nos sentimos en paz». Estas fueron algunas de las palabras que dio el Papa Francisco en la isla de Lampedusa, Italia, en el 2013, luego de que más de 360 inmigrantes murieran en un naufragio. El Papa ha alzado su voz por estos hermanos sufrientes desde que asumió su pontificado, recordándonos a todos, políticos y no políticos, nuestro deber como hijos de Dios: «Esta crisis, que se puede medir en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias».

2. La vida: don valioso

men

El llanto que corre en los rostros de quienes ven la noticia de Diego, el chico de 18 años que muere al inicio, representa el dolor y el miedo ante el reconocimiento de que la vida es más valiosa de lo que nos lo podemos imaginar. El cese al fuego casi al final, por otro lado, demuestra el poder de la vida humana, capaz de generar esperanza, aunque a veces lo olvidemos. Adentrándonos en la historia, podemos suponer que en un mundo así, serían muchos los que se arrepintiesen de haber apoyado ideas en contra de la vida (las leyes pro abortistas) por ejemplo.

La vida humana no es cualquier cosa, es un regalo de Dios. Él nos regaló la capacidad de dar vida, es parte de nuestra naturaleza. Como cristianos pues, tenemos la responsabilidad de defender a toda criatura desde su concepción, rechazando cualquier intento de considerar al embrión humano como nada o hacer experimentos con él. No somos casualidad, Dios nos piensa desde antes: «Tú formaste mis entrañas, me tejiste en el seno materno» (Sal 139, 13). Nuestras acciones de hoy, podrán ser trascendentales en un futuro. Oremos por que la esta ficción jamás se haga realidad.

3. Todos tenemos una misión

vida

Para que la historia llegara a ese final, fue necesaria la participación de algunos personajes que se comprometieron al propósito deseado, entregando y arriesgando su vida. Todos tenemos un llamado del Señor en un momento clave de nuestra existencia (ver 1 Samuel 3). Indistintamente de cuáles sean las circunstancias del llamado, ni cuál sea esa misión, solo cumpliéndola alcanzaremos la felicidad terrena y celestial. Nuestras misiones tienen cosas en común como la entrega y el desprendimiento. Comparándolas con las de la película, podemos concluir que:

La misión nos hace libres: el Theo del inicio no es el mismo del final. Su misión lo liberó de la desesperanza, dándole la oportunidad de dar todo de sí por la vida de otro. Cuando aceptamos con amor nuestra misión, no cabe amargura ni opresión espiritual en nosotros.

La misión es sacrificio: Miriam fue capaz de dar su vida aún sin ver realizada la misión. Tal como Moisés, dio todo de sí hasta lo último, le bastó con ver a lejos, la “Tierra Prometida”.

La misión es inmediata: Jasper y Marichka simbolizan el entusiasmo por ayudar desde la primera vez que se entiende su misión. No todas las misiones son aceptadas desde la primera vez que se les escucha su llamado. Hay madurez espiritual en el corazón de quien lo hace así, tal como la Virgen María.

La misión es camino: No hay quien conozca el camino exacto por recorrer en su misión. Sólo se sabe que el fin último es la construcción del Reino de Dios. Kee carga una misión de la que no sabe nada, mas al aceptarla con coraje sabe que traerá bendición.

Artículo escrito por Alberto Acosta.