

Mulán es una de esas películas que nos permite viajar en el tiempo. Nos transporta a esos años donde todo era fácil, éramos muy jóvenes, tal vez niños. La vimos más de 20 veces con la misma emoción, y nos hizo desear saber artes marciales.
Yo todavía amo la versión animada, y me la veo completa cada vez que la repiten en Disney. Tuve la oportunidad de ver la versión en live action y debo confesar que me hizo falta Mushu, y todas las canciones tan características de la original.
Aunque a veces me quejo de tanta canción en las películas animadas, esta vez si extrañé esa sensación única que nos permite sentir la música. Pero vale, hasta aquí llegaron mis aportes de crítica y producción.
Quiero compartirles varios temas que me llamaron la atención al verla y que creo, pueden ser muy edificantes si las pensamos en «modo cristiano». Te dejo el trailer de la película en caso de que quieras volver a emocionarte.
El valor de la verdad
Ese dicho de «la verdad libera» es completamente cierto. Cuando estamos ocultando algo simplemente no tenemos paz. Todos sabemos que Mulán decide fingir que es un hombre para que su padre no tenga que ir a la guerra, y aunque es un acto de valentía enorme no deja de ser un engaño, una mentira.
Se siente incómoda, trata de responder a las bromas de los hombres, se tapa el pecho, engrosa la voz y hasta evita ducharse para evitar que otros se den cuenta que es mujer. Aunque no le falta determinación ni fuerza (tanto interior como física), la mentira pronto le arrebata la paz y la obliga a encontrar el modo de decir la verdad.
Mulán nos permite entender que no importa lo que hagamos, no vale disfrazarnos, esforzarnos por dar otra impresión o ir hasta la guerra, si en el fondo nos estamos negando a nosotros mismos.
La oración como el único medio para obtener lo que parece imposible
Me gustó mucho la escena en que el padre de Mulán, desconcertado y angustiado al darse cuenta que su hija había marchado a la guerra, corre al templo a implorarle a los ancestros que la cuiden.
«Te lo suplico, protege a mi hija Mulán, ha cometido un terrible error, le enseñé muy tarde a aceptar su lugar. La consentí, no sabe nada del mundo, ni de… hombres, ni de los males de la guerra y ahora enfrenta un gran peligro. Por favor honorable Fénix, protégela».
Es conmovedor darnos cuenta que no importa de qué religión seamos, cuando el dolor nos doblega o el sufrimiento parece indescriptible, siempre alzamos los ojos al cielo. Siempre buscamos a Dios, incluso muchos no creyentes, le reclaman enfurecidos en momentos de dolor.
Clama el alma ¡Señor, escúchame! porque solo cuando nos damos cuenta de lo pequeños y miserables que somos, entendemos que hay alguien mucho más grande que nosotros.
El malvado siempre tiene una herida por sanar
En la película animada vemos que a Shan Yu, el líder del ejercito enemigo lo acompaña siempre un halcón. Un ave que parece ser pieza clave para atacar y calcular cualquier movimiento. En esta versión de live action el halcón en realidad es una bruja, que puede cambiar de forma e incluso entrar en el cuerpo de otros.
Curiosamente es la única mujer entre miles de hombres que parece tener una posición de mando. Pero su lugar no goza de seguridad o respeto, al contrario es foco de rechazo, burlas, críticas y desprecio. El hecho de contar con tanto poder no tuvo valor en su aldea por el simple hecho de ser mujer.
Y empujada por el destierro y el desamor, endureció su corazón. Pero al encontrarse en el campo de batalla con otra mujer, su asombro no puede disimularse. En un punto de la película, ambas tienen una conversación asombrosa, la bruja, aprovechando un momento de debilidad de Mulán, le propone a unirse a ella.
Esta escena me recordó a Jesús siendo tentado en el desierto. «No puedes regresar a casa, tu desgracia es peor que la muerte. Te entiendo, era una niña igual que tú cuando me dieron la espalda. ¿Crees que no añoraba un camino honorable? He vivido una vida de exilio, sin nación, sin aldea, sin familia. Les salvaste la vida y se tornaron en tu contra, fusiona tu camino con el mío, seremos más fuertes juntas».
Pero Mulán tiene clara su posición, sabe quién es y de dónde viene. «Tú obedeces a un cobarde, a un líder que huye de la batalla. Conozco mi lugar, y sé que es mi deber combatir por el reino y proteger al emperador». La respuesta de Mulán deja desarmada a la bruja, y su rechazo a irse por el camino del mal nos da a todos una gran lección.
No importa qué tan duras sean las circunstancias, ni qué tan fuerte seamos tentados. Debemos recordar cuáles son nuestros principios, incluso si esto hace que nuestra vida corra peligro. En el fondo la bruja solo buscaba ser amada, aceptada, querida por ser quién era. Y Mulán le da la clave para deshacerse del odio y el rencor.
Devoción a la familia
Mulán es premiada por el emperador por tan honorable hazaña en el campo de batalla. Le ofrece un puesto en su ejercito pero para sorpresa de todos, ella lo rechaza. Para Mulán está primero su familia, sabe que debe regresar a su hogar y pedirle perdón a su padre por su proceder.
«Lealtad, valentía y verdad» son los tres pilares de la virtud a los que obedece todo guerrero, pero Mulán marca un antes y un después cuando ante toda China recuerda que la devoción a la familia pide a gritos un lugar de honor. ¡Qué hermosa es esta escena! En la que vuelve a su aldea, y entre lágrimas le pide perdón a su padre.
Esta película no solo nos brinda muchas lecciones sobre lo que requiere un acto de valentía, sino sobre la fidelidad a nuestros principios, valores y deberes. Su historia nos habla de lo importante que es tener la libertad de ser quienes somos, de responder a nuestra vocación.
De luchar por lo que queremos, de darle honor a nuestra familia, de saber actuar con humildad, de poder decir «no». De mostrarle a otros cuál es el camino correcto, de darle la oportunidad al enemigo de arrepentirse, de sacrificarse por otros y de trabajar en equipo. Que incluso el corazón más endurecido puede seder cuando se le trata con amor.
«No hay valor sin miedo». ¡Qué frase más cierta! Mulán nos recuerda que somos frágiles, que también podemos sentir miedo antes de darlo todo y que vale la pena armarnos de valor para luchar en nombre de la verdad.
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