

«Hugo Cabret» es una película entretenida e interesante –basada en la novela «La invención de HugoCabret» de Brian Selznick– que puede ofrecernos muchos temas de diálogo. La trama gira sobre un muchacho, Hugo, y la búsqueda de una respuesta frente a la muerte de su padre. Hugo conocerá a Méliès, gran referente en la historia del cine y personaje central de la película quien, tras sus años de esplendor en el mundo del cine, dedicará su vida a la reparación de juguetes en una pequeña tienda en la estación de trenes de Montparnasse.
Ambos se encuentran golpeados por el dolor y el sufrimiento y esto suscita una primera reflexión acerca de la película. La historia se desarrolla en la luminosa París de los años 30, una década efervescente, vibrante de vida y movimiento en una Francia que se recupera luego de los trágicos acontecimientos de la primera guerra mundial. Es evidente el contraste entre tantos aspectos positivos del mundo moderno, con sus adelantos tecnológicos y compleja exactitud, y el sufrimiento y soledad de los dos personajes principales de la historia. La grandeza del ingenio y la creatividad del hombre son dignos de elogio, pero no siempre significan una respuesta para el mal y el dolor que aquejan a las personas.
Aunque la relación entre Hugo y Méliès es al principio difícil, en especial porque cada uno se encuentra embargado en su propio dolor, egoísmo y soledad, poco a poco empezará una amistad que los llevará a redescubrir el valor y el reconocimiento de su propia dignidad y la del otro. Este es quizás uno de los elementos más interesantes de la película. Hugo y Méliès aparecen en un principio como dos máquinas rotas por la vida, y como todo lo quebrado, apartados del sentido original de sus existencias. Ambos deberán abandonar su encierro y su soledad para caminar hacia el descubrimiento de un nuevo sentido. «Si pierdes tu sentido es como si estuvieses roto», dirá Hugo, intuyendo quizás la gran alegría que hay en ayudar a otros a encontrar el sentido de su vida.
La película nos recuerda también que no es el hombre un complejo artefacto mecánico susceptible de ser reparado por la mano experta de un mecánico o relojero. Sí puede, sin embargo, ser sanado, y lo es de hecho por el amor, la preocupación, la entrega, el perdón y el reconocimiento del valor y dignidad personal. Hugo y Méliès encontrarán una reconciliación personal no a través de una herramienta o un artilugio mecánico, sino por medio del encuentro y el mutuo reconocimiento del intrínseco valor que cada uno tiene como persona.
Otro aspecto muy importante de la película está relacionado con el ingenio del hombre y su capacidad para crear sueños e ilusiones. La increíble y compleja mecánica de los relojes que alberga la estación, o la referencia a los muñecos autómatas de la familia Jaquet-Droz, recuerdan, sin embargo, que muchas ilusiones elaboradas por el hombre se reducen finalmente a ingenios mecánicos. Lejos de ser una crítica, se trata por el contrario de todo un homenaje a la capacidad creadora del hombre.
Sobre este punto aporta mucho el personaje de Isabelle, sobrina de Méliès y amiga de Hugo. Su afán por la literatura se nutre de un profundo deseo de aventura. El perseguir los sueños y pensar en grande, el escapar precisamente de una vida rutinaria y cronometrada, llena de engranajes que siguen un ritmo exacto, se personifica en Isabelle. En ella se hace eco el deseo de infinito que alberga toda persona y la invitación a no quedarse en la rutina o en un convencionalismo sin sentido que, en última instancia, recorta y achata el horizonte.
Acostumbrados hoy en día a maravillarnos por los impresionantes adelantos de la tecnología y el ingenio humano, «Hugo Cabret» nos lleva a dirigir la mirada al hombre, creatura infinitamente más compleja y maravillosa que la más deslumbrante de sus propias invenciones. Nunca está demás reconocer el don creativo que todos poseemos, que se retrata magníficamente en la magia e ilusión que, en las manos de un personaje como Méliès, es primer paso para despertar una mirada aletargada y llenarnos de asombro. No parece ser el mensaje de la película, pero tampoco resulta errado suponer que, con la consideración del tal don, el hombre eleve la mirada a Aquel que se lo dio, y que no es el gran arquitecto o relojero de los ilustrados decimonónicos, sino el Padre que entrega todo por su creatura.
Hola! Muy buena película, gracias por la recomendación. A mí me deja el mensaje de que si estamos aquí es por algo, porque el mundo es como una gran máquina y viene con todas las piezas que necesita. Si puedo aportar en algo a esta sección, me gustaría que revisaran Gattaca, es una peli ya algo vieja pero me fascina y creo que tiene mucho mensaje. Que Dios los bendiga!
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