*Advertencia: hay una escena que no llega lejos en lo que al romance se refiere, pero puede resultar no apropiada para menores, se recomienda discreción.

Rutina, ese fenómeno cultural que puede llegar a sacarnos el asombro por las cosas. El autor católico inglés, Gilbert Keith Chesterton o «El Gordo» como me gusta decirle, escribió una historia sobre la rutina: «Nostalgia del Hogar». Es increíble como el simple hecho de acostumbrarnos a las cosas de todos los días nos puede llevar a perder el gusto por la vida. Y, para colmo, vivimos en una cultura que nos empuja hacia esa rutina: cuando uno alcanza la edad de 5 años, tiene que comenzar a estudiar en el colegio. Después de una determinada cantidad de tiempo en el primario y el secundario, si uno quiere “triunfar en la vida y ser alguien”, es necesario estudiar una carrera universitaria. Después, conseguir un trabajo y cumplir con un horario 5 días a la semana desde que se terminó la universidad hasta que se cumple la edad requerida para jubilarse. Y, sin que nos diéramos cuenta, la vida pasó.

En la película «Más extraño que la ficción» («Stranger than Fiction» en su idioma original) se nos presenta a Harold Crick como un sujeto sumamente aburrido y atado a una rutina. «Esta es la historia sobre un hombre llamado Harold Crick (…) Harold Crick era un hombre de infinitos números, cálculos sin fin y muy pocas palabras (…) Cada día de semana, durante 12 años, Harold cepillaba cada uno de sus 32 dientes 76 veces (…) cada día de semana, durante 12 años, Harold se ponía su corbata con un nudo Windsor simple en vez de doble (…) Cada día de semana, durante 12 años, Harold corría a un promedio de 57 pasos la cuadra por seis cuadras, apenas justo para agarrar el autobús de las 08:17(…)». Y así sigue la narradora por un rato. La película nos invita a reflexionar sobre la rutina propia. ¿Cómo vivimos el día a día? ¿Qué tanto nos parecemos a Harold?

Estos son los principales puntos a tener en cuenta para discutir con amigos o en una clase, esperamos que te sirvan:

1. Las cosas que nos sacan de la rutina… ¿son todas malas?

rutina

Creo que hay una automática respuesta a esas cosas que nos sacan de la rutina: rechazo. No hay que generalizar, seguramente haya gente que disfruta de esos eventos que lo descolocan a uno, pero es cierto que mucha gente tiende a tener una reacción negativa a esa cosa que no lo deja a uno seguir con su día a día. En la película, Harold es interrumpido por una voz que narra su vida, un caso extremo y ficticio. En nuestro caso: ¿a qué podríamos llamar una interrupción de la rutina? Alguien que nos frena en la calle para pedirnos algo, alguna llamada inesperada de alguien que necesita ayuda, etc. No hay que cerrarse a esas cosas, de hecho, hay que abrirse a ayudar a esa persona, como nos enseña Jesús en la parábola del Buen Samaritano.

2. Reconocer la rutina ¡Y vencerla!

extrano

Harold comienza a escuchar esa narradora, ¿qué tiene para decir de él? Que todos los días son iguales. Que la monotonía de sus días solo era superada por la monotonía de sus pensamientos. «Cuando otros hubieran fantaseado sobre su día venidero, o incluso aferrarse a los últimos momentos de su sueño, Harold solo contaba cepilladas de dientes», narra la voz de Emma Thompson. Es ahí donde Harold se da cuenta de que la voz narra su vida con mucha precisión y con “un mejor vocabulario”. Es así como, después de una sesión en el psicólogo, Harold termina consultando a un profesor de literatura sobre la misteriosa narradora que lo seguía a todas partes. El profesor Jules Hilbert (interpretado por Dustin Hoffman) decide ayudar a Harold, por loco que parezca, y en un momento le dice algo así como: «Tienes que vivir tu vida, porque, según tu narradora, no te queda mucho tiempo». Si uno lo piensa, es cierto. Existe esa célebre frase “vive cada día como si fuera el último”. Para un cristiano… ¿qué significa esto? Significa que hay que vivir cada día como si estuviéramos por presentarnos delante de Dios. Cuando al pequeño Santo Domingo Savio, mientras jugaba al billar en el colegio con sus compañeros, le preguntaron qué haría si supiera que iba a morir en los próximos minutos, respondió: «Seguiría jugando al billar». ¡A eso tenemos que aspirar! ¡Ser santos hoy y todos los días! ¡Qué la santidad no sea un objetivo que buscas alcanzar al final de tu vida, porque no sabes cuándo es! “Pero yo no puedo ser santo, es muy difícil”, me puede decir, y estarías en lo cierto. Para alcanzar la santidad necesitamos de Dios, es por eso que no existe un santo que no rece ni frecuente los sacramentos tan seguido como puede. ¡No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy!

3. Como renovar el día a día desde la vocación

salir

En alguna parte de la historia aparece en escena Ana (Maggie Gyllenhaal), una pastelera que no pagó todos sus impuestos. En un cruce de palabras con Harold, Ana cuenta la historia de cómo fue que terminó siendo pastelera. Al final del relato dice: «Supe que si iba a hacer del mundo un lugar mejor iba a ser con galletitas». Y, por loco que suene, es así. Cada uno de nosotros estamos llamados a hacer del mundo un lugar mejor a través de las cosas en las que somos buenos. Ya sea como abogado, chef, o directora de un colegio, cada uno tiene una misión, un propósito acá en la tierra, y la profesión suele estar ligada a ese propósito. San José María Escrivá, el santo de lo ordinario, enseñaba que uno podía santificarse en el día a día. ¡Empieza ahora! Siempre es un buen momento.

4. Los sueños por cumplir

suenos

Otra cosa típica de nuestra cultura es dejar de hacer cosas por culpa del “qué dirán” o simplemente por falta honesta de tiempo. Harold quería tocar la guitarra y nunca se planteó la posibilidad de hacerlo hasta que la narradora le hizo darse cuenta de lo vacía que era su vida. Nosotros, los personajes de la vida real, no vamos a tener esa narradora que nos haga darnos cuenta de eso que estamos dejando de hacer por culpa de la rutina. Mira dentro de tu vida y pregúntate: ¿qué es eso que siempre quise hacer y nunca pude por falta de tiempo? Y ¡consigue el momento para hacerlo! El tiempo es hoy, no hay tiempo como el presente.