

Hay que reconocerle algo a nuestros hermanos protestantes, y es que misionan y evangelizan bastante más que nosotros. O por ahí la palabra no es evangelizar, sino “hacer lío”, eso que el Papa nos pidió (especialmente a los jóvenes), en Río en 2013. Los cristianos que no están en comunión con Roma hacen más lío que nosotros. Un ejemplo de esto es la película evangélica «The Case for Christ» (El caso de Cristo). El film cuenta la historia de Lee, un periodista del Chicago Tribune que, en su afán por «recuperar a su esposa de las garras de la iglesia», se emprende en una investigación periodística para demostrar que Dios no existe.
La película es excelente. Más allá de su enfoque claramente evangélico, tiene una tesis central que no puede pasar desapercibida: si realmente quieres saber la verdad, la verdad termina por encontrarte.
1. Se tiene que estar dispuesto


Dios no viene con un ariete (esa cosa que usa la policía en las películas para tirar abajo las puertas) a la puerta de nuestros corazones. No va a forzar su entrada a la vida de nadie. Él no espera nada a cambio, ama sin medida.
Esta presencia constante en la puerta de la vida interior de Lee es, para mí, lo que lo mueve a demostrar que no es tal y, por tanto, lo lleva a Dios. En la primera epístola de «Cartas del Diablo a su Sobrino» Escrutopo le explica a Orugario que si el hombre razona, usa la cabeza, necesariamente llega a Dios; por lo que tiene que procurar evitar usar la lógica, porque eso remite al “campo del enemigo” (de Dios). La razón no es contraria a la fe. Ambas funcionan como alas que elevan al alma. Si se pretende volar con una sola de ellas, no se va a llegar a ninguna parte.
2. La importancia de la oración
Mucha gente busca tener una relación personal con Dios, pero le da lata ir a misa o rezar sus oraciones diarias. Contradictorio, ¿no te parece? Buscan una relación personal, pero no quieren hablar con esa persona. La oración es la roca firme sobre la cual toda relación con Dios debe apoyarse. Es el momento en el que tu presente se hace a un lado para darle lugar a Dios. Todo deja de importar, porque estás hablando con tu creador. Estás hablando con la persona que más te ama. Es loco. «No voy a adoración porque me aburre, no pasa nada». Y, claro. El problema no es que es aburrida. El problema es que no está hecha para divertirte. Dios no es un comediante de stand up, cosa que cada vez que vas a adorarlo lo vas a pasar bomba. Dios es Amor, y eso significa infinidad de cosas. Significa que da hasta su vida y, pretende que hagamos lo mismo. No nos obliga, pero le gustaría. ¿Acaso a vos no te gustaría que todas las personas a las que amas te amaran de la misma manera y con la misma profundidad? Con Dios es igual. Él quiere que seamos capaces de amar, porque Él lo es. Ahí es donde se esconde nuestra imagen y semejanza con él, en que podemos amar.
En la película, la oración es la muleta que sostiene a Leslie, la mujer de Lee. Ella no abandona lo que la sostiene por el hecho de que su marido desaprueba esa clase de conducta. Todo lo contrario. Cuanta mayor oposición de él, más fervorosa era la oración de ella. Y es que cuanto mayor es la adversidad, mayor es nuestra necesidad de Dios. No abandones tu relación con Cristo. Él está ahí, en la Eucaristía, esperándote para que lo visites.
3. Los amigos en la fe
Alfie es una enfermera que juega un papel clave en la película. Ella es quien sostiene a Leslie en el mundo físico cuando las cosas se ponen complicadas. Ella es la amiga en la fe que Leslie necesitaba para recordar que Dios está siempre. Todos necesitamos de amigos así. Estos amigos hacen de Cireneo en nuestros caminos de Cruz. Son la gente que nos dice: «No te preocupes, acá estoy para acompañarte. Lo que sea que necesites, pedímelo». Fijate, ¿tú tienes amigos así? ¿Haces de Cireneo para alguna persona? Es un sano ejercicio. Jesús, en su envío final, antes de ascender, los envía de dos en dos. Porque no estamos llamados a la soledad. Acompañemonos los unos a los otros. Todos necesitamos contención. Como dice la oración de San Francisco de Asís: «¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto ser consolado como consolar; ser comprendido, como comprender; ser amado, como amar. Porque dando es como se recibe; olvidando, como se encuentra; perdonando, como se es perdonado; muriendo, como se resucita a la vida eterna».
Estos serían los puntos que rescato. ¿Se te ocurren otros? ¡Qué disfrutes la película!
0 comentarios