perfecto

Un juego perfecto, en el baseball, ocurre cuando ningún miembro del equipo contrario alcanza la primera base. Es un logro poco común en este deporte, y requiere de una actuación excepcional del lanzador. Una de estas raras actuaciones tuvo lugar en 1957 y fue lograda por un equipo de Monterrey (México) jugando en las ligas menores de los Estados Unidos. Ese año el equipo de Monterrey lograría obtener el campeonato, y es el único hasta el día de hoy en haber logrado un juego perfecto en ese torneo.

La singular historia ha sido recogida en la película El juego perfecto, que nos cuenta la hazaña de un grupo de niños amantes del baseball que superan innumerables dificultades para ir avanzando triunfo a triunfo hasta alcanzar la victoria. A diferencia de lo que sucede muchas veces con los adultos en la vida real no será la gloria final en una competición lo más importante para estos niños.

¿Qué resulta interesante de la película? Entre otras cosas la aproximación de los pequeños al deporte, en el que prima la sencillez y humildad, el espíritu de compañerismo, y el afán de dar lo mejor de ellos mismos, por encima del interés en la victoria o la humillación del contrincante. César Faz, el entrenador del equipo, asume el reto de liderarlos en un momento difícil de su vida, dolido y avergonzado por su pasado como inmigrante en los Estados Unidos. El mismo se verá también transformando por la actitud de los pequeños, llena de amor al deporte y desprovista de todo prejuicio hacia el prójimo.

Esa es otra gran lección de la película: los niños van a lo esencial, y no valoran en absoluto los aspectos más superficiales de la vida a los que muchas veces los adultos dan excesivo peso. La historia se vuelve así una hermosa lección de sencillez y apertura al prójimo en una época en la cual el racismo y la discriminación en Estados Unidos alzaban barreras tan ficticias como insuperables para el encuentro entre pueblos y razas distintas.

El juego perfecto es también una gran historia de fe. Tanto en la vida real como en la película juega un papel fundamental el Padre Esteban, sacerdote de Monterrey, quien alienta la formación del equipo e incluso los acompaña en buena parte de la gira. Será no solo un ejemplo para los pequeños por su apoyo, sino también porque su figura congrega a los niños en torno a la fe en Dios y la devoción a Santa María de Guadalupe.

[su_pullquote align=»right»]El juego perfecto no es solo una historia de un equipo de niños que vence obstáculos increíbles para triunfar, sino es sobre todo una historia de fe y libertad.[/su_pullquote]

Gran mérito del director de la película no haber soslayado este elemento fundamental en la identidad mexicana, y la historia se vuelve así un hermoso ejemplo de una fe infantil que subyace en la experiencia de cada uno de los protagonistas y alimenta su vida y esfuerzo. Más allá de la inverosímil representación de Monterrey (una de las ciudades más importantes de México y representada en la película como poco más de una aldea) la historia nos muestra un aspecto fundamental de la identidad de este país en la que —como muchas naciones de América Latina— la fe tiene un rol fundamental.

El juego perfecto no es solo una historia de un equipo de niños que vence obstáculos increíbles para triunfar, sino es sobre todo una historia de fe y libertad. Fe que es fundamentalmente confianza en Dios pero también en uno mismo, que lleva a la libertad de aceptar la igual dignidad que tiene cada persona así como a la libertad de vivir según lo esencial, sin dejarse esclavizar por prejuicios o por la ilusión del éxito mundano.