

«Amazing grace» narra la historia real de William Wilberforce, un joven parlamentario inglés que, con un porvenir previsiblemente brillante y lleno de éxitos mundanos, se aboca a una causa poco popular en su medio: la abolición del comercio de esclavos, un negocio en ese entonces sumamente lucrativo. Su motivación no es solamente humana, sino fruto de un profundo anhelo de encuentro con Dios y del deseo de una vida centrada en Él.
No es una historia de ficción, sino de una persona que realmente existió y cuya batalla a lo largo de tres décadas enfrentando la incomprensión, la burla y la desesperanza, dio lugar en el siglo XIX a la abolición en Inglaterra del terrible mal de la esclavitud. En el esfuerzo lo alienta John Newton, también un personaje histórico, quien fuera un antiguo capitán de barcos esclavistas convertido al cristianismo y autor del himno «Amazing grace», uno de los cantos religiosos cristianos más difundidos en idioma inglés.
¿Qué llama la atención en «Amazing grace»? Muchas cosas, pero sobre todo el poder transformador de la coherencia entre la fe y la vida, que no teme hacerse pública y que se manifiesta en un joven como Wilberforce a través de un decidido compromiso por cambiar el mundo, superando dudas, incertidumbres así como las tentaciones de una vida acomodada pero, en última instancia, vacía de sentido. «Es triste destino para un hombre morir conocido por todos, y aun así, desconocido para sí mismo» se le dice en un momento, pues quien permanece en la seguridad de las comodidades nunca jamás conocerá su propia identidad.
Sorprende en un personaje como Wilberforce su auténtica nobleza, no poseída por el azar de un nacimiento, sino por una mirada al mundo iluminada por la fe y una acción orientada en consecuencia. ¿No es nobleza auténtica vivir según la propia dignidad y procurar que los demás también lo hagan? La mirada de la fe ante las injusticias del mundo —en este caso el inhumano trato a los esclavos y el comercio de seres humanos— no admite en los corazones nobles una pasividad tantas veces mezclada de egoísmo y miedo sino que reclama, en medio de las propias limitaciones, el mejor de nuestros esfuerzos.
Así como «Amazing grace» destaca un ejemplo de coherencia y valentía, recuerda también que los seres humanos somos frágiles y pecadores. Lo vemos no solo en Wilberforce y los muchos momentos de duda y dificultad por los que atraviesa, sino más aun en un personaje como John Newton, arrepentido por su pasado como comerciante de esclavos y profundamente agradecido a Dios por su conversión y el horizonte de una vida nueva. «Aunque mi memoria está fallando —le comparte en un momento a Wilberforce—, recuerdo dos cosas con suma claridad: soy un gran pecador, y Cristo es un gran Salvador».
Amazing grace es una película muy bien producida, con una temática profunda y un guión bien estructurado. Actores de talla como Ioan Gruffudd, Benedict Cumberbatch, Albert Finney y Rufus Sewell le dan enorme realismo a una historia auténtica donde la fe y la centralidad de Dios en la vida juega un papel primordial en las acciones de un hombre que cambió el curso de la historia en Inglaterra.
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