
Esta semana la Oficina de Prensa de la Santa Sede compartió el mensaje del papa Francisco para esta Cuaresma. Sus sentidas palabras sin duda llegan a nuestro corazón y nos impulsan a vivir este tiempo con renovada esperanza. Te compartimos los cuatro puntos en los que se centra su mensaje. (Si deseas leer el texto completo puedes hacer click en este enlace).
El papa Francisco inicia diciendo: «En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Coríntios 5, 20). Esto implica, obviamente, renunciar a nuestras maneras de entender la vida, para pensar con los mismos criterios de nuestro Señor. Él es quién sabe qué es lo mejor para nosotros.
Implica además, cargar nuestra propia cruz (Lucas 9, 22 – 25). No hay cristianismo sin cruz. ¡Cuántas veces lo hemos escuchado! Y aún así, pareciera que no lo entendemos, y nos resistimos a la idea de subir a la cruz junto con Jesús, sabiendo que es el único camino para la felicidad de la gloria.
«Es que el dolor y el sufrimiento son pesados, y muchas veces no nos dejan ver la vida que ya podemos vivir, si dejamos que Cristo entre en nuestros corazones». (Apocalipsis 3, 20).
1. El misterio pascual que nos invita a la conversión
La alegría del cristiano brota de la escucha y aceptación de la muerte y resurrección de Jesucristo. ¿Por qué? ¿Podemos alegrarnos de su muerte? Precisamente, pues no se quedó sepultado. Después de tres días resucitó. Ese es el motivo y razón de nuestra fe.
«Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe» (1 Coríntios 15,14). Jesucristo venció el poder del pecado y de la muerte. La alegría brota de la relación con ese Cristo resucitado, que está vivo y nos quiere compartir su propia vida.
Se acaba la oscuridad del sin sentido, del vacío, de la tristeza. Pues Él es el amor que ilumina y nos entusiasma la vida. Su amor nos da la vida en abundancia (Juan 10, 10). «Alejémonos del sin sentido de la mentira y renunciemos a las tentaciones del Demonio, que es padre de la mentira» (Juan 8, 45).
2. Urgencia de la conversión
La única manera de experimentar y vivir la misericordia de Dios en nuestras vidas es mirando a Jesús cara a cara. Es decir, teniendo una relación personal de amor con Él. Es diálogo entre corazones. La oración —que hace posible ese diálogo— no debe ser vista nunca como una obligación, sino una necesidad que brota del corazón.
Cuando nos dejamos tocar por su amor misericordioso, nuestro corazón de piedra se hace un poquito más blando, y su gracia puede llenar la vida de felicidad. «La oración más que un deber, nos muestra la necesidad de corresponder al amor de Dios, que siempre nos precede y nos sostiene. De hecho, el cristiano reza con la conciencia de ser amado sin merecerlo», menciona el papa Francisco.
3. La apasionada voluntad de Dios de dialogar con nosotros
Continua diciendo: «A pesar de la presencia del mal en nuestra vida, al igual que en la vida de la Iglesia y del mundo, este espacio que se nos ofrece para un cambio de rumbo manifiesta la voluntad tenaz de Dios de no interrumpir el diálogo de salvación con nosotros».
Nunca debemos creer que ya creemos y amamos a Dios lo suficiente. Él siempre nos sorprende de modo inesperado si tenemos un corazón abierto. Esta Cuaresma es la ocasión que la Iglesia nos otorga, para, una vez más, esforzarnos un poco más por abrir las puertas de nuestra vida a su amor.
Dios, mejor que nadie conoce nuestras limitaciones, y por eso, tiene una voluntad tenaz y apasionada por hacer parte de nuestras vidas. Hasta el punto de que nos muestra todo su amor por nosotros en la cruz. ¿Qué más le podemos pedir?
«¿Qué más se puede hacer por mi viña, que yo no haya hecho en ella?» (Isaías 5, 4). No nos dejémonos engañar por las novedades del mundo actual (Hechos 17, 21). No nos dejemos llevar por tantas propuestas que el mundo nos hace de falsas felicidades.
4. Debemos compartir el tesoro de nuestra fe
Si vivimos un encuentro real con Cristo, su amor inunda el corazón, y nos impulsa a querer transmitirlo a los demás. Es un amor difusivo. Cuando vemos personas que viven todavía en la mentira o la tristeza, ¡cómo no decirles que hay un Dios que murió por nosotros!
Estamos llamados al apostolado, y nuestro corazón no puede estar tranquilo mientras conozcamos personas que necesitan escuchar la Buena Nueva del Señor resucitado. Agrega el papa: «Compartir con caridad hace al hombre más humano, mientras que acumular conlleva el riesgo de que se embrutezca, ya que se cierra en su propio egoísmo».
El papa Francisco termina su comunicado diciendo: «Invoco la intercesión de la Bienaventurada Virgen María sobre la próxima Cuaresma, para que escuchemos el llamado a dejarnos reconciliar con Dios, fijemos la mirada del corazón en el Misterio pascual y nos convirtamos a un diálogo abierto y sincero con el Señor. De este modo podremos ser lo que Cristo dice de sus discípulos: sal de la tierra y luz del mundo» (cf. Mt 5,13-14).
Así que ánimo. ¡Renovemos nuestro ardor apostólico, y con san Pablo, digamos que «Vengo a gastar y desgastar mi vida al servicio del Evangelio» (2 Coríntios 12, ¡15).
0 comentarios