Todos queremos saber lo que el Señor espera de nosotros. ¿Acaso no te ha pasado que rezas y rezas y rezas para conocer el plan que Él ha preparado para Ti? Pues hoy te traigo una «oración por las vocaciones».

Pero con una diferencia. No es otra oración por la vocación desconocida (por lo que no sabemos que Dios pide); es la que podemos rezar luego de haber dicho «sí» a Dios.

Porque todo empieza con una oración

oracion por las vocaciones

Como dije, antes de ver con claridad nuestra llamada, nos quemamos las rodillas en el reclinatorio mientras suplicamos una luz. Nos quedamos afónicos de tanto repetir devociones. Se nos ampollan las manos de pasar cuentas de rosarios.

Visitamos con más frecuencia que nunca a quien lleva nuestra dirección espiritual. Tragamos libros y libros no solo para formar nuestro discernimiento, sino para encontrar alguna frase concreta que nos haga decir «¡ajá, esta es la respuesta (explícita) que buscaba!».

Por supuesto, no es tan fácil. También hay batallas interiores, a veces enojo, muchas veces lágrimas… Pero no quiero detenerme en el discernimiento vocacional. Quiero dar vuelta la página y hablarte del nuevo capítulo que comienza luego de que – tras haber pedido luces para ver y fuerza para querer – descubrimos esa invitación que Dios hace a cada uno.

Esa invitación es única. Hermosa. ¿Cómo no serlo si fue diseñada por el que construyó las constelaciones, la vida marina, los colores y perfumes? Lo sabemos. Sabemos que hemos recibido algo especial e inmerecido. Suspiramos y se nos escapa de los labios el verso: «El señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres» (Sal 125).

Pero, luego de un tiempo…

Pero luego de un tiempo, puede pasar que el entusiasmo se evapore. Ya no vemos con la misma intensidad los colores que se encendieron el día que vimos la vocación y ya no escuchamos con admiración – más bien con hastío – la orquesta de sonidos que acompañaron nuestro «sí».

¿Es tiempo de retroceder?, ¿es que nos equivocamos?, ¿no debería la vocación ser algo emocionante?

No. Simplemente, es tiempo del amor, es tiempo de la fidelidad. El enamoramiento pasa e inicia el tiempo del amor, en una relación de pareja. Lo mismo en una relación divina.

Siempre decimos que las relaciones duran cuando hay comunicación. Y es cierto. Pero también es necesario ponerlas en nuestra oración.

Por eso, también debemos rezar por nuestra vocación. Sí, rezamos un montón antes de verla. Rezamos un montón cuando la vemos y pedimos la gracia para responder y corresponder. Y rezamos algo para agradecer. Luego… a veces, no digo siempre, puede comenzar el periodo de inercia.

Pero no: así como cada día un esposo dice a su esposa que le quiere, como cada madre da un abrazo a un hijo o cada sacerdote besa el altar sobre el que renueva el sacrificio de Cristo en la cruz… digamos a Dios que queremos nuestra vocación. Abracemos nuestra vocación. Besemos la mano de Dios que se ha abierto para entregárnosla.

Cada día es un tiempo para pedir por ese amor y esa fidelidad. Cada día es un tiempo para amar. «Este es nuestro destino en la tierra: luchar por Amor hasta el último instante. «Deo gratias!«» (san Josemaría Escrivá).

Oración por las vocaciones (para renovar el amor)

Encontré por casualidad esta oración por las vocaciones (por cualquier vocación). Es una oración escrita por José Pedro Manglano para rezar luego de haber dicho «sí» a Dios. Luego de haber pasado por las dificultades, indecisiones, frustraciones y dolores previos a ver la vocación y decir ese «sí». Posterior a la paz que se siente en el alma tras la lucha inicial.

Te sugiero sumarla a tus devociones diarias, pues cada día necesitamos recordar dónde debe estar puesto nuestro corazón. Tal vez puedes rezarla al menos una vez a la semana o si tienes la costumbre de hacer un día de retiro mensual.

Si te parece demasiado, puedes rezarla al menos una vez al año, al hacer unos ejercicios espirituales. Pero el amor es expansivo y generoso: de seguro querrás rezarla con más frecuencia, buscando corresponder al Amor.

Ya te he dicho «sí», Señor. 

Te pedí consejo, fortaleza, ser valiente, entender la situación, conocerla.

Señor, arranqué de mi corazón aquello en lo que me apoyaba y a quien me daba la vida…

y es que para vivir Contigo, hay que morir primero.

 

Y eso me ha pasado: ¡he muerto para resucitar en Ti!

El desgarro ha sido cruento;

la sangre brotaba, transparente de pureza, por los ojos que hablan de Tu verdad.

 

He subido la cuesta del Calvario Contigo

y me he desprendido del amor que aquí me ata, 

no sin antes suplicarte mil veces mirando al cielo, gritando sin consuelo:

 

«Aparta de mí este cáliz, pero hágase su voluntad».

Aún me queda tener sed, pedir agua y saborear vinagre;

aún me queda gritarte «por qué me has abandonado», 

aún queda un maravilloso camino porque tu yugo es fácil

y ligera la carga.

 

Con la confianza de que así lo has querido, 

te digo que yo a ti me entrego, y me abandono en Ti.

«Deja tu patria, deja tu casa y ven tras de mi y sigue mis huellas, 

que Yo contigo estoy.

Toma tu alforja, toma el cayado y ven tras de Mi».

 

Pues allí voy, Señor. 

Gracias por la llamada, 

perdón por la tardanza, ayúdame a corresponderte

 

Preguntas para la reflexión

Además de rezar esta oración por las vocaciones, se me ocurre que si te encuentras en un grupo juvenil, pastoral, catequético o de preparación matrimonial (o cualquier espacio similar), pueden meditar sobre este tema. Te propongo algunas preguntas que pueden guiar el diálogo personal con Dios, o una charla en comunidad. Tal vez incluso sirva como examen de conciencia.

— ¿Sé que mi vocación es lo mejor que Dios pudo darme?
— ¿Cómo me siento con la llamada que Dios me ha hecho?
— ¿La agradezco?, ¿de qué manera?
— ¿Tengo la costumbre de rezar por mi vocación?
— ¿Le pido a Dios, a la Virgen, a San José, a mi ángel de la guarda que me ayuden a custodiar con fidelidad este tesoro?
— ¿He llevado «a rastras» mi vocación? ¿Por qué?
— ¿Le pido a Dios que me ilusione con su plan (aun cuando no siempre haya sentimientos fuertes) para seguir diciendo «sí»?
— ¿Estoy dispuesto a seguir soñando con Dios?

Luego, podemos repetir juntos: «San José, patrono de las vocaciones, pongo en tus manos mi vocación y la de todos los que me rodean».