Alguna vez nos hemos preguntado si Dios realmente escucha nuestras oraciones. En la Biblia se nos dice «pidan y se les dará» y si esto es cierto por qué hemos sentido en algún momento que Dios no responde a nuestras peticiones.

Nuestras ganas de orar se ven disminuidas porque sentimos la aparente ineficacia de la oración que choca con la realidad de tener un Padre bondadoso y lleno de amor por nosotros.

Dios quiere que le pidamos y pedirle es un modo de glorificarlo ya que lo reconocemos como el único que puede dar respuesta a nuestras súplicas. Pero ¿qué pasa cuando esto no sucede?, quizás deberíamos reflexionar un poco en ello.

1. Dios no se muda

En este mundo donde estamos acostumbrados a la inmediatez de las cosas, sentimos que lo merecemos todo, que todos nuestros planes son los mejores y que por tanto si no se nos concede algo que hemos estado pidiendo con insistencia, pues Dios no nos escucha, no nos toma en cuenta, y entonces no nos ama.

Dios siempre está ahí para escucharte, para consolarte y como buen Padre para darte todo aquello que realmente necesitas, aunque esto muchas veces no sea fácil de entender.

Él como Padre bondadoso y con un infinito amor hacia nosotros siempre querrá lo mejor. Por tanto sabrá en qué momento dar respuesta si es su voluntad a tus peticiones. Tu oración siempre es escuchada.

«Todo lo que Dios obra en nosotros, lo obra sabiendo lo que hace; nadie es mejor que Él, nadie más sabio, nadie más poderoso». (San Agustín)

2. Haz una pausa

Muchas veces somos buenos pidiendo, pero qué tan buenos somos haciendo. Sería bueno hacer una pausa y en lugar de preguntarnos por qué Dios no nos escucha, quizás deberíamos preguntarnos por qué nosotros no escuchamos a Dios.

¿Cómo está nuestra relación con nuestro Padre? Si mantenemos una comunicación muy cercana con Él, nos será más fácil poder escuchar y entender lo que nos quiere decir a través de aquello por lo que estamos pasando. Si esto por lo que hoy estamos pidiendo es realmente lo que necesitamos, y si forma parte del plan divino de amor que tiene para cada uno de nosotros, se cumplirá. Todo tiene su tiempo, ten paciencia, Dios sabe lo que es mejor para ti y sus tiempos son perfectos.

3. Abraza la fe

Dios nos pide que confiemos en su amor, en su compasión y en su sabiduría. Abrazar la fe es dejarse abrazar por el Señor, es amarlo y poner toda nuestra confianza en Él en todo tiempo. Es un acto por el cual me entrego libremente a un Dios que es mi Padre, que me ama y que me da esperanza.

Si últimamente te cuesta orar, no encuentras la manera de hacerlo o simplemente no sabes qué relación existe entre la oración y tu vida, te recomiendo participar en el curso/taller «Crecer en la vida de oración». ¡Estoy segura de que te ayudará mucho!

Pidámosle a Él una fe que se hace oración; una oración que se hace incesante y perseverante, una oración que ayude a conservar la confianza en Él; aún cuando no comprendamos su voluntad. «Y todo cuanto pidáis con fe en la oración, lo recibiréis». (Mt 21,22)

Artículo elaborado por Erika Cabanillas.