

Por cerca de siete años he asistido a un grupo juvenil en mi parroquia y recuerdo con cariño a un servidor que me acompañó por mucho tiempo, se llama Daniel.
Una vez dio un tema en donde dijo algo que guardo en mi corazón. De eso les voy a platicar hoy y lo entenderán mejor con este video llamado «El Señor te da millones de oportunidades» hecho por Gospa Arts.
Como el título ya lo dice, Dios no se cansa de perdonarnos y sanarnos. La magnitud de su misericordia es inconcebible. Sabemos que existe, pero nunca terminamos de comprenderla, como el misterio mismo de Dios.
¿Es más grande nuestro pecado que su amor?
¡Claro que no! Hay momentos en la vida en los que parece que el mal es más grande que el bien. Esos momentos en que nos sentimos personas malas, que todo nos sale al revés y que todo lo que tocamos lo echamos a perder.
¡Pero no es así! Te invito a escuchar a esta hermana y a dejar atrás eso que hiciste mal, levantarte y aferrarte al amor de Dios.
Recuerda lo bueno que es Dios
Teológicamente podemos afirmar que no existe una contraparte mala a Dios. Es decir, que no existe un Dios del mal. Si analizamos el origen de satanás nos damos cuenta de que es un ángel caído, no un Dios caído.
Esto significa que el poder del bien siempre será superior al del mal. Sin embargo, por nuestro libre albedrío el mal ha tomado poder en nuestro mundo.
Pero lo importante es recordar lo bueno que es el Padre, que nos ama, que anhela que seamos felices y libres.
Tengamos esto presente, porque lo que el enemigo busca seduciéndonos al pecado es que nos separemos de Dios.
Nunca debemos pensar que el camino del mal nos llevará a realizarnos, más bien nos llevará a destruirnos.
Vive un día a la vez
Los alcohólicos anónimos tienen una frase muy sencilla pero muy simple que aplica para cualquier vicio: «Solo por hoy no beberé». Esto me hace recordar Mt 6:34:
«No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante con sus propios problemas».
Aquí hay un excelente artículo para pedir la compañía de Jesús en tu vida y poder llevar cada día a la vez, como lo que es. El momento presente, la eternidad en ese instante, la única y la nueva oportunidad que tenemos para vivir.
El poder de la oración ante el pecado
Lo ideal es no pecar y mantenernos en gracia, ¿verdad? Pero si ya tropecé entonces hay que volver a la oración inmediatamente.
Lo que mi servidor (que les platicaba en el principio) nos dijo aquel día, era que debíamos orar justo después de pecar o de que nos diéramos cuenta de ello.
Dado que el pecado nos separa de Dios, por lo menos podemos hacer un esfuerzo para mantener el diálogo. Porque si por el pecado perdimos la gracia, por la oración la recobraremos.
Y esto es algo importante, la oración no es para transformar al mundo mágicamente. Como dijo el Padre Nacho:
«La oración no tiene como objetivo en primera instancia transformar la realidad, sino convertir el corazón». Entonces con un corazón nuevo empieza la transformación de la realidad.
Claro que hablar con Dios sabiendo lo que hicimos da vergüenza, cuando yo peco pienso: «¿cómo le voy a hablar a Dios si acabo de fallarle?», pero recuerdo las palabras de Dani:
«El enemigo lo que quiere es alejarte de Dios, si ya caíste en la tentación por lo menos preséntate ante Dios como eres en la oración».
Eso me anima mucho para pedir el don de la conversión y aprovechar las oportunidades de volver a Jesús. Él siempre nos está buscando, hay que ir a su encuentro.
Convierte tu error
Todos tenemos heridas a causa del pecado. Sin embargo, podemos aprender mucho de las veces que nos hemos equivocado.
Aprovechar las oportunidades que nos da Dios no significa que podemos pecar porque «a final de cuentas Dios nos ama y nos perdona incontables veces».
Significa que podemos ser mejores en cada nuevo día y que ese error no nos derrota, nos hace más fuertes.
Aprendiendo de las veces que no hemos hecho bien las cosas podremos empezar a sanar, a reparar el daño que hemos hecho y a construir un mejor mundo.
Así es el reino de los cielos, inevitable, como lo dice la parábola del sembrador. Piensa en esos pecados que has cometido, en los pequeños errores o malas actitudes que has tenido durante el día y no dudes en pedirle perdón a Dios. ¡Te está esperando!
0 comentarios