Este video que nos traen los hermanos de STAFF, ha hecho que piense acerca de aquellos momentos por los que tú y yo hemos pasado, y que vamos a seguir pasando, en los que simplemente no tenemos deseos de orar. Es como si se tratase de un desierto espiritual en el que el alma está tan sedienta que se queda, por así decirlo, inmóvil…

Quiero compartir contigo algunos puntos sencillos sobre nuestra vida espiritual, especialmente sobre los momentos de oración que pueden ayudarte a recordar que la batalla no está perdida:

1. No olvides que estamos en constante batalla espiritual

Es necesario que tengamos conciencia de la necesidad de la compañía en esta batalla espiritual. Debemos ser humildes y reconocer que solo con nuestras fuerzas no es posible, es necesario tener el apoyo de un director espiritual o alma amiga que nos ayude a reconocer las estrategias del enemigo y a saber cómo enfrentarlas. Es fundamental para todo combate el saber ver con claridad todos aquellos factores de riesgo o debilidad ante el contrario. De otra forma la batalla está perdida sin haber comenzado.

2. Hay momentos de amor absoluto

El video nos habla de momentos de consolación y momentos de desolación. Todos hemos pasado por experiencias en que la oración, la Eucaristía, los momentos espirituales nos han conmovido, enamorado o simplemente han removido nuestra alma y la han impulsado a amar más y más a Dios. A buscarle con mayor ahínco, es el momento en el que la batalla se torna, por así decirlo, llevadera.

El guerrero que sea astuto debe saber que durante la consolación no debe relajarse, sino que debe tomar provecho de ello y hacer todas las renuncias o tomar las decisiones necesarias y llenarse de fortaleza. Creando así un cúmulo de fuerza para enfrentar los momentos difíciles, es por esto que la consolación ignaciana es un verdadero don del Espíritu Santo.

3. Hay momentos de oscuridad

En la vida espiritual, también se presentan momentos de desolación en los que no hay deseos de orar. No hay deseos de vivir la Eucaristía, se presentan miles de tentaciones y de añoranzas de todo aquello que se ha podido dejar atrás después de tanto esfuerzo, y es como si todo ello nos sedujera. Pero es ahí donde no debes olvidar que en los momentos de desolación no se puede hacer mudanza de principios, se debe permanecer firme a ellos para lograr un crecimiento de fe, esa fe que aunque no vea, sigue siendo firme.

Por tanto, es así como la consolación consiste en don que el Espíritu de Dios que es eternamente bueno da al alma para fortalecerla y llenarla de vitalidad. Los momentos de desolación son momentos en que el demonio ataca y busca tentarnos con pruebas y seducciones y es allí donde se ahonda la necesidad de reconocer nuestras miserias y sabernos absolutamente necesitados de Dios.

4. La vida espiritual es susceptible al cambio

En todo momento, en todo tiempo se nos van a presentar en un prolongado y constante intercambio, la consolación y la desolación. Como si de ver luz y ver oscuridad se tratase, lo primordial es: tener el apoyo para ver las estrategias del enemigo, fortalecerse en los momentos de tranquilidad y enamoramiento de Dios, permanecer firmes sin olvidar que en tiempos áridos no se hace mudanza, esta es la clave para ganar la batalla.

Para estos momentos difíciles también es una gran idea apoyarnos en los Salmos, orar con ellos nos ayuda a encontrar paz y consuelo. Te recomiendo el curso online «Aprender a orar con los Salmos», una oportunidad perfecta para acercarte más a Dios y encontrar refugio en medio del dolor o el abatimiento.

El cristiano nunca puede permitirse el no entrenarse, no puede permitirse vivir sin la oración, perdería su alimento y vitalidad, quedando indefenso… por tanto, ora aún cuando no lo desees, si no hay palabras, recuerda y nunca olvides que Dios entiende hasta nuestra mirada silenciosa.