

Hace unos días me encontré con este video, y realmente fue un encuentro. La música tiene la capacidad de evocar desde sensaciones hasta momentos específicos en la vida al punto de volver a sentir aquello que nos conmueve y recordar casi de una forma viva, momentos que pasaron hace años pero que pareciera sucedieron hace unos instantes.
Uno de mis hijos tiene dos distinciones sobre el tiempo, el tiempo que pasa cuando cumples años (el tiempo cronológico) y el tiempo que «sientes». Me tomaría otro post explicarles la diferencia entre ambos, pero la idea principal es que el tiempo que sientes, es el que cuenta.
A este tiempo que se siente, pertenecen las memorias
El pasar de la vida nos deja marcas imborrables que van moldeando las personas que somos. No sé si este post se va a tornar en algo más personal pero si este comercial existe, creo que la experiencia no solo la he vivido yo, sino muchos. No puedo evitar pensar en mi papá y aunque nuestra canción, en realidad nuestras canciones, no pertenecen a un momento especial del año, cada vez que suenan, una especie de idioma surge entre nosotros.
Tal vez no hayamos tenido las conversaciones más profundas, e incluso me atrevería a decir que no han sido de lo más espontáneas, pero cuando estas canciones suenan, sucede algo más allá de las palabras.
Una comunicación que va de corazón a corazón y que solo el alma entiende
Este tipo de comunicación es algo hermoso. Comprende códigos, como estos bailes y canciones, rituales que hemos aprendido y que tienen significado solo para nosotros. Que aunque en algún momento de la vida nos hayan llegado a parecer ridículos, de pronto con el pasar del tiempo se convierten en algo tan profundo, un legado. Que nos hacen sentir que pertenecemos a un mismo lugar y a un mismo amor, que nos recuerdan de dónde venimos y quién es nuestra familia.
Que en este tiempo de Navidad, en que recordamos y vivimos las tradiciones propias del hogar, al escuchar aquellas canciones que nos recuerdan nuestra propia historia, miremos un poco más allá y no perdamos de vista el legado más grande que nos ha sido dado.
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