

¿Natación y vida de oración? Podrás estar pensando que una cosa no tiene nada que ver con la otra, pero espera, déjame explicarte.
El deporte siempre nos inspira. Ver a tantas personas dando su mayor esfuerzo, como sucede por ejemplo en los Juegos Olímpicos, no solo para conseguir una medalla, sino para buscar superar sus marcas personales y crecer como personas y como atletas es realmente emocionante.
Particularmente, me llama la atención la competencia de natación. Es el deporte que he practicado más durante este tiempo de pandemia y me ha enseñado muchas cosas que hoy quisiera compartirles relacionadas con nuestra vida de oración.
1. Ganar condición física (y espiritual) no es fácil
Cuando empezamos a realizar algún deporte necesitamos ir a nuestro ritmo, no podemos pretender nadar o correr una hora seguida si nunca o durante mucho tiempo lo hemos hecho.
Se necesita constancia y disciplina. Hasta la voluntad de levantarse y meterse a la piscina durante un día frio y lluvioso cuenta para ir ganando poco a poco esa condición.
Lo mismo sucede en la vida de oración, si empezamos rezando todos los misterios del santo rosario de un solo golpe, rápidamente, vamos a desistir porque no estamos acostumbrados o porque quizás nos «hemos enfriado» y hemos dejado de lado la parte espiritual.
Debemos ir poco a poco, así como en la natación empezamos por tenerle confianza al agua y aprendiendo a respirar. En la vida de oración podemos dar pequeños pasos: empezar por leer algunos versículos de la biblia o rezar un solo misterio.
De esta manera vamos a ir creciendo en este entrenamiento espiritual. En los talleres de oración y vida del Padre Ignacio Larrañaga se habla de la «Sagrada Media Hora» que consiste en un rato de oración y meditación que disponemos para el encuentro con el Señor.
Tal vez podrías empezar con esos 30 minutos cada día, simplemente contándole a Dios por qué te sientes agradecido, qué te preocupe o qué te llena de alegría.
2. Cuando aprendemos a nadar necesitamos una tabla para sostenernos
La tabla, el pull buoy y otros objetos se utilizan para ayudarnos a tomar confianza en la piscina y poder dar las primeras patadas y brazadas, lo que muchos llaman «agarrar la técnica».
Conforme pasa el tiempo, sentimos que podemos dejar ese objeto y lanzarnos a nadar sin ayuda, nuestras brazadas y patadas se vuelven más firmes y fuertes.
En la vida de oración, muchas veces recurrimos a algún libro sobre espiritualidad u oración para retomar ese ejercicio que quizás habíamos dejado y que sentimos que nos hace falta.
El uso de diversas lecturas sobre la vida de los santos, novenas y libros de espiritualidad, nos ayudan a entrenarnos en el camino de la oración y a sentir nuevamente, la confianza que nos impulsa y que fortalece el deseo de orar.
Estos libros pueden ayudarte dependiendo de tus necesidades personales:
— 5 libros que te ayudarán a confesarte mejor
— ¿Matrimonio, celibato o sacerdocio? 5 libros que te ayudarán a discernir tu vocación
— 6 libros que aumentarán tu amor y fervor por la Eucaristía
También nos puede ayudar tomar un espacio de nuestro lugar favorito y disponerlo con alguna vela o altar para entrar en un ambiente de oración.
El papa Francisco en una de sus frases nos dice que la fuerza del hombre está en la oración. ¡Así que ánimo, no te rindas!
3. Para llegar al otro lado de la piscina se necesita algo más que técnica
Cuando retomé la natación veía el otro extremo de la piscina muy lejano, por más que lo intentaba no llegaba a la mitad.
Rápidamente, sentía que me ahogaba y que se me acababan las fuerzas. Algunas veces perdí las esperanzas de llegar hasta allá y sentí que no podría nadar seguido, ni siquiera una piscina (25 metros).
Pero, la constancia, dar lo mejor de mí y el deseo de llegar me ayudaron a lograrlo. ¡Esto mismo sucede con la oración!
A veces en nuestra vida de oración ocurre lo mismo: nos desmotivamos, rezamos una semana y a la siguiente no, postergamos los momentos para estar en ese diálogo con Jesús.
Sin embargo, sentimos el deseo ferviente y la necesidad de entrar en esa conexión con el Señor. Como diría san Agustín: «Nos hiciste para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti».
Nuestro espíritu necesita sentirse cerca de Aquel que no solo nos llamó a la vida, sino que nos ama con amor eterno. Y con ese deseo debemos esforzarnos por ser constantes en nuestra vida de oración.
4. Todo ejercicio da sus resultados
Esta conocida frase nos enseña que todo lo que queramos lograr está del otro lado del miedo. Y los ingredientes para alcanzar esa meta anhelada no son más que creer en uno mismo, tener disciplina y esforzarse cada día por hacerlo mejor.
Estos meses en la piscina me han ayudado a conectar conmigo misma, me han enseñado que puedo llegar muy lejos. Han forjado mi voluntad, mi carácter, me han ayudado a ordenarme y a tener un estilo de vida más saludable.
Cuando nos esforzamos por darle a Dios lo mejor de nuestro día, ofrecemos todo lo que hacemos para su gloria y procuramos una vida sacramental, nos entrenamos en la vida de oración.
Y además, nuestro espíritu adquire las herramientas para seguir luchando por alcanzar la santidad y por ser mejor.
Definitivamente, todo se conecta nos sentimos más libres, más felices, más generosos, más saludables y todo eso se hace posible a través del entrenamiento espiritual que nos da la oración.
Nuestro Padre quiere saber qué hacemos, qué nos preocupa, cómo estuvo nuestro día y otorgarnos todo lo necesario para seguir avanzando a pesar de que algunas veces todo se torne nublado.
Él quiere vernos vencer en las olimpiadas de la fe y para eso hay que empezar a entrenar ya. ¡Qué tu vida de oración de frutos, frutos abundantes!
Artículo elaborado por Rosario Salas Jiménez.
Exelente artículo motivador
Solo la constancia y la disciplina dará buenos frutos
Crecer y creer en nuestra fe
Muy interesante y reflexivo artículo, me gusto leerlo todo y empezaré a ponerlo en práctica.
Saludos