

San José, patrono de la Iglesia universal, es considerado también patrono de la buena muerte, patriarca de la oración y santo del silencio.
Y una de las grandes características que distinguen a la figura paterna de Jesús es su fidelidad tanto para Dios como para María.
Pero, ¿qué analogía podemos observar en José con la vida de un músico?
Al igual que José, un músico es fiel a sus dones. Y es que Dios escogió a este hombre de vida sencilla para proteger y amar a su hijo único y a su madre María.
Para un músico, una vez llega la musa que lo inspira, permanece en él para siempre. Esto mismo sucedió con José con la llegada de María, no solo fue inspiración, sino también una nueva misión que aceptó con mucha humildad.
Es importante reconocer que san José era un hombre trabajador, destacado en la carpintería, trabajo que requiere conocimiento, herramientas y entrega.
¿Acaso no es igual que el músico? Sí, como san José el carpintero, el músico es un trabajador que dona su talento al servicio de sus oyentes y que con sus instrumentos convierte la materia humana, sus tristezas, dificultades y
alegrías en notas melódicas.
San José sostiene la nota melódica de su Iglesia
Iglesia, que como el lenguaje de la música, es universal. Acogiendo con ternura el corazón de todos los hijos e hijas de Dios. Sin embargo, lo más peculiar en este santo padre, es el «ruido» que provoca con su silencio.
No se trata de un silencio vacío, sino de uno que se siente y que, a su vez, tiene mucho sentido. Un refrán popular dice que «el silencio dice más que mil palabras», y es cierto.
Aunque de su boca no salieran muchas palabras, san José acogía con amor los mandatos del Señor. Y es que quizás, su rezo se escuchaba a través de los golpes en la madera o del cantar de las aves. Su plegaria era caminar junto a María, y su oración era tal vez, un abrazo a Jesús.
Pero, ¿cómo san José, a través del silencio, puede ser parte del músico?
Uno de los componentes más importantes de la música es el ritmo, basado en pulso y silencio.
Musicalmente se utiliza el silencio por muchas razones, para detener el pulso, para descansar y para que otro instrumento pueda ser escuchado.
¿No les es familiar? Es necesario que podamos hacer silencio para escuchar a Dios y hacer seguir su propio ritmo, así como lo hizo san José.
Que este santo ejemplar pueda ser esa nota silenciosa en nuestras vidas, y que nuestra oración silenciosa se convierta en una canción a Dios. ¡Amén!
Artículo elaborado por Ivaniell Delgado.
Qué interesante reflexión Ivaniell Delgado.Gracias.