Al oir muchas de las noticias de los últimos días tengo que confesar que la primera impresión es pensar que no puede ser cierto, que es falsedad, que ese tipo de cosas no pueden ser posibles. Con lástima reconozco que no es un sueño, tampoco es un cuento sacado de alguna producción cinematográfica. Y es que guerras, violencias, sufrimiento, desastres naturales, etc, han existido hace mucho tiempo; pero si que es cierto que hay una serie de noticias que no nos encontrábamos tiempo atrás, que reflejan la crueldad a la cual puede llegar un corazón humano que se ha vaciado del amor, que se ha llenado de egoísmo y que no mide las consecuencias de sus actos.

La historia que acompaña este post me ha causado mucha tristeza y me ha trasmitido una impotencia y un sentimiento de injusticia por el atropello a la dignidad humana, a la libertad, a la autonomía; un atropello al amor de una familia.

Muchos de ustedes habrán visto en la prensa en los últimos días la historia de Charlie Gard, el niño británico de pocos meses con una enfermedad rarísima, ante la cual la ciencia se quedó corta y no pudo ofrecerle un tratamiento curativo. Charlie se encontraba en una situación muy compleja de salud, con necesidad de muchos aparatos que le asistieran y ayudaran a vivir. Es entonces cuando su médico, que pareciera ser el héroe compasivo del cuento, se le ocurre la brillante idea de que ya era hora de parar, y con el argumento de orientar el tratamiento a unos cuidados paliativos, lo que seguía era desconectar a Charlie de estos aparatos para que tuviera una “muerte digna”.

Me nace como médico dedicarle un mensaje al profesional médico que llevó este caso:

«Estimado colega:

¿Te acuerdas de aquello que se promete cuando se es médico, de servir a la vida y no pretender ser los que definimos sus tiempos? ¿Estás enterado de la razón de ser de los cuidados paliativos, que buscan el bienestar de los enfermos sin alargar pero tampoco sin acortar la vida? es decir, no puedes justificar tu acto de eutanasia argumentando que es una medida de cuidado paliativo; porque son dos cosas totalmente distintas.

¿Por qué Involucrar a la justicia en un asunto que se resuelve con una adecuada relación médico y enfermo y en este caso también con su familia?

¿Será que la opinión de esos padres no te importó y querías llevar a cabo lo que a ti te pareció? ¿Sabías antes de tomar esa decisión el grave daño que le hacías a esos padres y esa familia?

Ciertamente que la muerte es inevitable y muchas veces presenciamos el sufrimiento de una familia por la pérdida de un ser querido, pero, en este caso, ¿no es más traumático y doloroso sumarle este daño al que de por sí ya sufrían estos padres?

Hablas que el niño sufría “innecesariamente” ¿Qué te hace pensar que el dolor y el sufrimiento no tiene también aspectos importantes en la vida del hombre? ¿Eres de los que crees que el hombre puede vivir evitando el sufrimiento perpetuamente? Te recuerdo que lo más propio del hombre es su realidad de limitación y que durante su vida está expuesto a sufrimientos que muchas veces lo hacen crecer y ser mejor.

No me corresponde a mí juzgar tus acciones, creencias, opiniones acerca de cómo ejerces la medicina, pero una cosa es cómo tu hayas decidido vivir tu profesión y la otra es que hay límites, especialmente cuando se atropella la autonomía, la opinión de tu paciente, y en el caso de este niño, la de sus padres.

Finalmente, querido colega, te quiero recomendar que pienses en estas palabras que el Papa Francisco le dirigió a un grupo de médicos: «El pensamiento dominante propone a veces una ‘falsa compasión’: la que se presenta como una ayuda a la mujer el favorecer el aborto; como acto de dignidad procurar la eutanasia; como una conquista científica ‘producir’ un hijo considerado como un derecho y no como un don; o usar vidas humanas como conejillos de Indias para salvar presumiblemente a otras. La compasión evangélica, sin embargo, es la que acompaña en el momento de la necesidad, es decir la del Buen Samaritano, que ‘ve’, ‘se compadece’, se acerca y ofrece ayuda concreta. (Lc 10,33). La misión de los médicos los pone cada día en contacto con tantas formas de sufrimiento: los aliento a hacerse cargo de ellos como ‘buenos samaritanos’, cuidando de forma especial a los ancianos, a los enfermos y a los discapacitados. La fidelidad al Evangelio de la vida y al respeto de la misma como don de Dios requiere a veces opciones valientes y contracorriente que, en particulares circunstancias, pueden llegar a la objeción de conciencia”

Dios te bendiga y te ilumine con el don de la Sabiduría, para que en adelante, sepas tomar decisiones que busquen el mayor bien, aunque sea más difícil, aunque te cueste un mayor compromiso».