«¿Mamá? A veces quisiera ya irme al cielo», me decía mi hijo hace un par de noches antes de irse a dormir. Creo que escuchar estas palabras fuera de contexto a cualquier persona, más aún a una madre, le causarían el miedo más hondo. ¿Cómo puedes desear morir cuando a penas la vida empieza?

La historia que acabamos de encontrar en One Billion Stories nos remueve la existencia con esta afirmación también. La historia de Scott es cuestionante por donde la veamos. Me resulta difícil hilar mis ideas, y sin embargo voy a tratar de apuntar a dos muy importantes que nos deja como enseñanza este video y que tienen que ver con nuestra nostalgia de eternidad.

1. El cielo nos llama, a todos

Pensar en morir, más aún en nuestro días, para muchos es una idea absolutamente desagradable. Parece que la idea de pensar en morir está siempre relacionada con la terrible realidad del suicidio. Efectivamente hay que estar atento a estas ideas, sobre todo si vienen acompañadas de estados de ánimo depresivos y contextos difíciles. No quiero apuntar a que de ninguna manera obviemos o nos hagamos indiferentes a este tiempo de realidad.

De lo que hablo ahora es distinto, hablo de desear el cielo y vivir unido a Dios por la eternidad. Un pensamiento así está lejos de ser una idea de autodestrucción sino más bien un anhelo de volver a casa.

Cuando comprendemos que el destino final, que nuestra vocación última es estar unidos a Dios, mirar al cielo y desear ir hacia él, se convierte en un deseo dulce. Un deseo que no desprecia la vida que se vive en el momento actual si no que la valora como parte del camino que nos conduce a nuestro verdadero destino.

Entender que la vida es del tamaño de un suspiro comparado con la eternidad, lejos de desanimarnos o provocarnos temor, nos tendría que llenar de esperanza e ilusión. Saber que cada acción que realizamos en nuestro presente es parte del camino que construimos día a día para llegar a Dios, y que ese camino no lo recorremos solos, sino que es el mismo Dios, quien nos atrae y nos ayuda. No nos deja solos nunca. Anhela que descansemos en Él. Tal vez nos desviamos, tal vez dejamos de dirigirnos hacia Él, pero mientras dure esta vida, tengamos la certeza de que nunca se cansa de llamarnos, de salir al encuentro y ayudarnos con su propia vida.

2. La vida puede ser un camino accidentado

La vida puede ser un camino accidentado, pero mientras tengamos la mirada fija en el horizonte, por más caídas que tengamos nos conducirá irremediablemente a Dios.

Pareciera que la vida que vivimos actualmente fuera la única que tenemos. Como cristianos muchas veces caemos en una obsesión por encontrar nuestra vocación, por conocer a ciencia cierta lo que Dios nos pide. Por diferentes razones, conseguir esta claridad y esta certeza es casi imposible. Lo que no significa que debemos dejar de escuchar cuando Dios llama.

A veces puede resultar sencillo, pero otras puede ser terriblemente complicado. La vida de Scott, «Catfish», nos muestra esto de una manera muy encarnada. Cuántas veces siguió el llamado de Dios, y qué duro le resultó seguirlo. Cuántas veces perdió la brújula y a conciencia eligió, libremente seguir otras rutas. Un ir y venir, él mismo nos dice el tipo de relación que construyó con Dios, sus dudas, su rebeldías, su certeza de Dios al mismo tiempo.

El cáncer, lejos de ser un castigo, forma para Scott parte de este camino, tal vez la parte final, solo Dios dirá. Qué edificante escuchar que se siente agradecido por el dolor, por la realidad que vive, una realidad tan terrible como la del cáncer. Que en medio de este sufrimiento finalmente pudo experimentar lo que toda su vida había anhelado, el amor de sus seres queridos. Entender que lo humano es bueno. Entender que su vida ha sido un viaje intenso y que a sus cortos 44 años está listo para partir a la casa del Padre. ¿Estás listo tú?