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Mi felicidad es verte feliz. Por verte feliz soy capaz de todo, incluso de olvidar mis tiempos, mis espacios, mis caprichos, mis ausencias, mis dolores. Mi felicidad es verte feliz porque tu felicidad llena mi vida. Hay algo misterioso en esto -lo sé- pero cuando me olvido de mí todo parece ordenarse en un espacio más amplio, profundo, incluso más auténtico. ¿A quién no le ha pasado? La felicidad la encuentro en el amor, pero el amor lleva siempre el nombre de otro y no el mío. Es una paradoja cristiana que no puede ser descrita sino vivida: morir para vivir, morir a uno mismo para vivir por los demás.

En un mundo que nos recuerda constantemente que la felicidad está en nosotros mismos, en nuestras elecciones, nuestra satisfacción, en alcanzar nuestros sueños, objetivos, carreras, títulos, cargos, mujeres, etc. Vale la pena rescatar esos pequeños destellos de cristianismo, publicarlos en un blog e invitarlos a todos a compartir la profundas verdades que ellos contienen: mi felicidad es y será siempre un Tú.