




[dropcap]H[/dropcap]oy en misa el padre habló sobre el deseo del ser humano de ver a Dios y pensé: no sé cuánto me falta para ver al Señor en el cielo. Con este pensamiento en la cabeza le pedí me ayude a verlo acá en la tierra y la pregunta siguiente fue: ¿dónde lo veo?
Andamos muy ocupados “viendo” muchas cosas y al final no viendo nada. Al terminar el año, cuando hay tantas cosas que hacer y a las cuales atender, todo pasa por encima nuestro sin permitirnos parar un segundo para mirar y escuchar verdaderamente.
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Este divertido video evidencia de modo muy gráfico de lo que nos perdemos (no solo cuando estamos en el celular) al tener esa actitud muy de moda: la indiferencia. O quizá esa no sea la mejor palabra sino una mezcla entre apatía y distracción, como lo veo yo. No hay campo de atención más que para nosotros mismos. Nos es muy difícil escuchar, y hacerlo con atención, no solo a los demás sino a la realidad. Nos perdemos de tener verdaderas conversaciones con los amigos, acercarnos a quienes no conocemos tanto, agradecer, decir lo que pensamos, alegrarnos con quien se alegra y entristecernos con quien se entristece. Nos acostumbramos. Me llama la atención que todos los personajes del comercial cuando miran lo que hay más allá de sus narices se sorprenden. Salir de la distracción nos permite vivir en esa constante actitud de asombro que nos proporciona la realidad.
Muchos dirán: ¡Pero sí escucho y me sorprendo! Lo que pasa es que puedo hacer varias cosas a la vez. Estoy viendo esto pero sí estoy poniendo atención a lo demás. Dios no nos pide eso. Nos pide una verdadera escucha, como la de María.
[su_quote cite=»S.S. Francisco. Fiesta de la Visitación 2013″]No es el modo distraído con el cual nosotros nos ponemos delante del Señor o ante los otros: oímos las palabras, pero no escuchamos realmente. María está atenta a Dios, escucha a Dios (….) Está atenta a la realidad concreta y no se para en la superficie, sino que va a lo profundo, para captar el significado. [/su_quote]
El mejor regalo que podemos dar y recibir esta Navidad es nuestro esfuerzo de compartir un momento real de encuentro. Quizás este no se dé con una Coca Cola, pero sí con una actitud interior como la de María: llena de una profunda escucha y atención a Dios presente en los demás y en la realidad. Necesitamos levantar un poco la mirada para ver un poco más allá de nosotros mismos y descubrir el significado misterioso de cada uno de los acontecimientos de nuestra vida y no dejar de asombrarnos de lo que tenemos delante.
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