

Hablemos sobre la gestación subrogada o también conocida como «maternidad subrogada». Hace unas semanas salió la noticia de que Ana Obregón, una presentadora española muy reconocida, ha obtenido una niña por medio de este método. Una de las notas fue hecha por el canal de YouTube RTVE Noticias. Puedes verla aquí.
Además, en otros momentos, la revista ¡HOLA! le hizo una entrevista donde aclaró que la niña no es su hija, sino su nieta. Así dijo: «Lo que la gente no sabe es que esta fue la última voluntad de Aless: la de traer un hijo suyo al mundo […] Cuando a mi hijo le diagnosticaron cáncer e iba a comenzar el tratamiento de quimioterapia, los médicos le recomendaron que guardara muestras de su esperma, por si los medicamentos le afectaban en el futuro, para asegurarse de poder tener hijos. Estas muestras estaban conservadas en Estados Unidos».
¿Qué es la maternidad subrogada?
Es un proceso por el cual una mujer (madre subrogada) lleva a cabo un embarazo para otra persona o pareja, conocidos como «padres intencionales».
Se clasifica principalmente en dos tipos: tradicional, donde el bebé está vinculado genéticamente con la madre subrogada, y gestacional, donde el embrión se crea mediante fecundación in vitro, quien no tiene conexión genética con la madre subrogada.
Además, existen las siguientes clasificaciones que son de índole económico-social y no técnicas. Altruista, cuando la madre subrogada no recibe pago alguno; Comercial, cuando la madre subrogada recibe una compensación económica; Internacional, cuando la gestación se lleva a cabo en un país diferente al de los padres intencionales.
¿Qué dice la iglesia sobre la maternidad subrogada?
La maternidad subrogada tiene distintas implicaciones y la iglesia católica tiene una postura muy clara al respecto: es inmoral y deshumaniza tanto a la madre como al hijo. Veamos tres puntos para entenderla:
1. Respeto a la vida del embrión



La instrucción Donum Vitae afirma que la maternidad subrogada reduce la concepción de una nueva vida humana a un acto de producción, como si los hijos fueran cosas que se arman en maquilas o laboratorios.
Ya no podríamos hablar de concebir a los hijos, sino producirlos, ¿se escucha frío, no? Es decir, estamos hablando de vidas humanas. Los hijos no son ningún producto. Son otra vida independiente de la madre, el padre, la madre subrogada o cualquier otro intermediario para su nacimiento.
Tienen derecho a ser concebidos, gestados, traídos al mundo y educados por los propios padres.
2. Integridad del acto conyugal



Dignitas Personae, otro documento relevante en el tema, excluye la maternidad subrogada como técnica lícita para ayudar a la fertilidad de la pareja.
Esta exclusión parte de un bien fundamental: la unidad del matrimonio implica el respeto recíproco del derecho de los cónyuges a convertirse en padre y madre solamente el uno a través del otro.
Esta afirmación trata de fondo sobre la inseparable conexión entre los significados unitivo y procreativo del acto conyugal. San Juan Pablo II habló al respecto en la Teología del Cuerpo.
Es decir, tocando un poco el punto anterior, la maternidad subrogada «sustituye» el acto conyugal y violenta el derecho de un hijo a ser concebido por amor y unión de sus padres.
3. El valor de la familia



Este último punto complementa muy bien la postura de la iglesia ante tantas técnicas modernas que se utilizan para tener hijos y que atentan contra el valor de la familia.
La familia es verdaderamente el santuario de la vida. Es el ámbito donde ella, don de Dios, puede ser acogida y protegida; el verdadero amor mutuo trasciende la comunidad de marido y mujer y se extiende a sus frutos naturales: los hijos (Centesimus Annus, 39; Galvis Sepúlveda, 2019).
Es importante mencionar que, cuando se opta por cualquier alternativa para ser padre o madre de forma egoísta, se reduce este acto a la simple satisfacción del ego. Destruye la relación entre padres e hijos y, por consiguiente, a la familia.
Resumen
Hay muchos casos en los que se opta por distintos procedimientos para tener hijos. Cada uno es único, pues significa todo un proceso, tanto para los padres como para el o la hija.
Por eso, no hay que juzgar desde la dureza y la ignorancia, sino desde el amor y la objetividad. También tomando en cuenta tres elementos: la intención que mueve a tener hijos, las implicaciones del método elegido y las consecuencias que este traiga para la nueva vida humana.
Los puntos anteriores respecto a la vida del embrión, la integridad del acto conyugal y el valor de la familia, seguramente nos ayudarán a empezar a generar criterio y comenzar a entender la postura de la iglesia.
Pero si deseas profundizar en el tema, tendrás que leer bastante al respecto. Puedes empezar con los documentos Donum vitae y Dignitas Personae.
Por último, entendiendo el caso de Ana Obregón y habiendo repasado los puntos anteriores, te invito a preguntarte:
- Por conmovedor que parezca, ¿es moralmente lícito el uso de la maternidad subrogada?
- ¿El deseo de tener hijos, por legítimo que sea, justifica los medios?
- ¿Es lo mejor para un niño nacer en este contexto?
- ¿Cuál es la diferencia entre el nacimiento como fruto del amor o como cumplimiento de un deseo impotente?
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