masculinidad y feminidad

Recientemente, salió al público una canción realizada entre los reconocidos cantantes colombianos, Carlos Vives y Juanes, cuyo tema central es la mujer. Quiero compartir contigo el video musical de dicha canción e invitarte a que me acompañes con unas puntualizaciones que quisiera ofrecerte sobre la masculinidad y feminidad.

¿Crítica a las mujeres o a los hombres?

Las canciones de Carlos Vives, indudablemente, se caracterizan por su ritmo movido y alegre. En esta ocasión, aunque manteniendo ese ritmo, la letra parece estar haciendo una crítica aguda hacia las mujeres. Sin embargo, a medida que se medita más en cada palabra y el tono, tanto del video como de la canción en sí, se nos revela que la crítica va más hacia los hombres que hacia las mujeres.

Durante toda la melodía, Carlos Vives y Juanes mantienen una expresión como de burla sarcástica ante las afirmaciones que están haciendo. Así, por ejemplo, la frase «ellas son las que tienen en tormento mi alma, arruinada y sin calma porque ya no me quieren», parece estar exponiendo una debilidad en los hombres de hoy, que le echan la culpa a las mujeres por sus desgracias.

Y si bien me parece que todos debemos permitirnos una autocrítica saludable, esto no hace justicia a la realidad de muchos hombres que sí han sufrido el golpe del «desamor» tras una relación romántica (novia o esposa).

Hacer una burla de estos hombres, además, no sirve de absolutamente nada, pues solo refriega la herida. Además, se desestima el impacto que la misma podría haber tenido en el corazón de esa persona.

En última instancia, denota una falta de caridad que solo alimenta una enemistad entre hombres y mujeres. Esto, como bien sabemos, ha venido creciendo en los últimos tiempos gracias a algunas ideologías imperantes en la sociedad.

A palabras necias… buscar la oportunidad

Por mi parte, yo te sugeriría, además de ignorar la falta de caridad, tomar la crítica como dirigida tanto a hombres como a mujeres. Y como una gran oportunidad de fortalecerte. En ese sentido, hagamos a un lado el tono sarcástico de la canción y, más bien, saquémosle provecho.

Me explico: he llegado a ser un absoluto convencido de que de nada sirve echarle la culpa a los demás de mis tragedias. Indudablemente, las heridas que se nos han generado mediante nuestras relaciones interpersonales siempre tienen dos autores. Nosotros, muy a la manera de Adán y Eva, tendemos a echarle la culpa al otro y esquivamos nuestra propia participación en la tragedia acaecida.

Sin embargo, y utilizando el mismo ejemplo de Adán y Eva, es claro que hay una persona que propone y la otra que dispone. Eva le ofrece el fruto a Adán, pero Adán, no solo toma del fruto, sino que permite que la serpiente del Génesis se acerque a Eva para tentarla, haciéndose él mismo igualmente responsable de lo acontecido.

Esto es lo que nos muestra es que tenemos una tendencia a echarle la culpa a los demás, con el afán de no reconocer nuestra propia responsabilidad, lo que, en últimas, te garantizo que no sirve de nada. Si la tragedia que nos llegó con otra persona fuera solo culpa del otro, querría decir que nada estuvo bajo nuestro control; y qué panorama tan oscuro es ese: no habría forma de prevenir que nos volviera a suceder.

Admitir nuestra responsabilidad

En cambio, si admitimos nuestra propia responsabilidad, inmediatamente nos vemos obligados a mirar en qué forma hemos contribuido para que sucediera todo. Esta, indudablemente, es la verdadera función de la memoria. No se trata de recordar el pasado para quedarnos ahí atascados. Es, más bien, para aclarar el panorama y ser capaces de trazar el mapa del futuro para que algo así no nos vuelva a suceder. Y, de nuevo, si dependiera solo de la otra persona, no habría manera de evitarlo.

Veamos un ejemplo histórico que te puede ayudar a entenderlo mejor. El famoso escritor Alexandr Solzhenitsyn, exmilitar soviético, después de hacer parte del régimen, se le opone a Stalin y es enviado al Archipiélago Gulag como castigo. Cuando examina su alma, plasmado en su libro «El Archipiélago Gulag», no se estanca echándole la culpa a Stalin, ni siquiera a Hitler, quienes, ciertamente, tenían algo de responsabilidad.

En cambio, Solzhenitsyn busca identificar con claridad de qué manera contribuyó él para acabar donde acabó. Esta, indudablemente, es la única manera de aprender y de sanar una herida (por lo menos, desde el punto de vista pragmático).

Todo esto también aplica para ustedes, mujeres. No se trata de ver qué tan culpables son los del sexo opuesto. En cambio, ciertamente, identificar cómo podemos mejorar. De tal manera que estas cosas no nos sigan sucediendo… ya me referiré a eso más adelante.

Librándonos del resentimiento

Lo que hemos expuesto hasta este punto es necesario porque, si no actuamos como te digo más arriba, lo que sigue es el resentimiento que es, indudablemente, el peor veneno para el alma. Este resentimiento se puede ver evidenciado por medio de aquella frase de la canción, «ahora están resentidos porque ellos no comprenden. Qué ingratas las mujeres, acabaron conmigo».

Si esta es tu situación, no solo podrías estar desesperado, sino con una visión muy oscura hacia el futuro. Si esta es tu situación hombre (y mujer), lo que te he compartido, te garantizo, te sacará, poco a poco, de ahí.

Vale la pena aclarar que ese mismo resentimiento se hace presente mediante ese olor de sarcasmo que tiene la canción, como te decía más arriba. Es un resentimiento que proviene, de golpe, de personas que no han tenido que sufrir lo que otras personas sí.

Ante esa posibilidad, me parece que lo mejor es aplicar el consejo que mi madre alguna vez me dio ante las burlas de algunos compañeros de colegio: «ante las burlas injustas, ríete». «¿Qué consigue esto?», podrías preguntarme y te contesto: desarma, por completo, a tus atacantes. Si te ríes con ellos, ya no tienen con qué seguir atacando y pronto te dejarán en paz.

Lo positivo de la crítica, con un poco de Teología, para entender la masculinidad y feminidad

Ahora, habiendo ya aprovechado al máximo lo que parece una burla, vale mucho la pena que nosotros, como hombres, nos cuestionemos profundamente sobre una realidad que se hace cada vez más patente. Me refiero, indudablemente, al debilitamiento de la auténtica masculinidad.

Bien es cierto que, ante un feminismo rampante y cada vez más agresivo con lo que llaman «masculinidad tóxica» (quién sabe qué entienden por eso), sí ha habido una gradual desaparición del varón que Dios ha creado. Permíteme, hombre, que utilice un poco de teología para explicar lo siguiente:

El Génesis nos narra que el primer hombre no estaba separado entre hombres y mujeres. De hecho, san Juan Pablo II señalará que la palabra Adán, en el idioma original del Génesis, que es el hebreo, significa «humanidad». Este primer hombre, Adán, contenía en sí mismo toda la realidad de la persona que recibe su naturaleza de Dios (la Persona por excelencia).

Esta realidad de la persona es luego dividida por Dios en dos: varón y mujer. Ese «varón» y esa «mujer», que antes estaban unidos en Adán, provenían de Dios. Por esto, es fácil concluir que en Dios se encuentran estas dos formas. En otras palabras, podemos decir, sin equívocos, que Dios contiene en Sí la realidad masculina y femenina.

Aparte de lo anterior, esta verdad que nos revela la Teología, que en realidad es una Teología del Cuerpo, nos indica que, tanto para hombres como para mujeres, hay un molde específico para ser auténticamente hombres y mujeres. De masculinidad y feminidad. El modelo, indudablemente, es Dios. Como esto puede quedar muy abstracto, y Dios lo sabe, Él dispuso de dos seres humanos para que pudiéramos identificar este molde. Estos son: Cristo y la Santísima Virgen María.

Verdadera masculinidad y verdadera feminidad

En Cristo, vemos un hombre recio, trabajador, dedicado, respetuoso con todas las mujeres, y todos los buenos aspectos que podamos imaginar (no acabaríamos nunca). En nuestra Madre del Cielo, por su parte, vemos una mujer inteligente, casta, dedicada, tierna, amorosa, atenta y podríamos continuar la lista sin poder agotarla. Dos ejemplos de masculinidad y feminidad.

Este modelo de hombre, de varón, es el que se ha venido perdiendo y que debemos rescatar a como dé lugar. Tristemente, lo mismo podemos decir de la mujer: su modelo auténtico se está perdiendo y debe ser rescatado con urgencia.

Y la crítica que se asoma en las palabras de esta canción tan superficial resulta ser una excelente oportunidad para que nosotros nos hagamos conscientes de que necesitamos recuperar lo bueno de ambos, dejando a un lado un enfrentamiento ficticio entre los dos sexos que solo ha traído lágrimas y tragedia. Ah: y también burlas como las de esta canción.

Y tú, dime, cuando escuchas hablar de masculinidad y feminidad hoy… ¿en qué piensas? ¡Cuéntanos en los comentarios!